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Feria de Abril

Agnósticos de la Feria

  • Pues no, no es lo mismo objetar de la Feria que situarse como agnóstico ante ella

EL título está revisado, porque la primera inspiración que procuró la bruja fue Objetores de la Feria. Al cabo, ella es ducha en hechizos y le quedan lejos las formas y maneras de las musas, porque no es lo mismo objetar de la Feria que situarse como agnóstico ante ella. Bastantes muestras de lo primero acuden al comodín de los tópicos, a la determinación de los prejuicios y también, no hay que olvidarlo, a la fuerza o la razón de algunos argumentos más sensatos. Y cuentan a su vez los agnósticos, sin ánimo de hacer de la Feria un misterio trascendente, un dogma festivo o un código moral. Sin ánimo, digo, pero, pensadas las cosas despacio, la Feria tiene muchos misterios que trascienden lo ordinario, no pocos dogmas, sencillos e incontrovertibles, que prescriben la alegría y, si no códigos morales, sí protocolos y maneras de hacer y de desenvolverse.

Si bien los matices importan porque las categorías absolutas se atemperan con la sustancia del detalle. De tal modo que, para la objeción, caben hasta acomodos o soluciones a propósito. A ver, ¿objeta el que, llegado ya este sábado, se quita de en medio pero después de haber cumplido con la causa de la Feria sin reparos ni melindres? O sea, que no se abstiene, que no se priva, sino que administra la fiesta a beneficio de la voluntad, las posibilidades, las alternativas… o el bolsillo. ¿Y agnósticos de la Feria quiénes son? Aquí hay que hilar más fino, porque el agnosticismo, ya se sabe, apela a las dificultades para acceder al conocimiento de lo divino, de lo trascendente. No para negarlo, importa decirlo, ni para situarse en una postura enfrentada o de objeción, sino considerando que no es posible, con fundamentos racionales, empinarse más allá de lo que la razón y la experiencia alumbran. Y, dicho esto, cómo aproximarlo a la Feria. Pues tal vez pudiéramos convenir que si la trascendencia más a la mano de esta fiesta es la alegría, a los agnósticos les incumbe la duda de que la alegría sea eso que se constata, todavía más que se vive, entre toldos y farolillos, en el universo de la Feria. Algo parecido ocurriría, y me malicio que la bruja quiere empantanarme por haberle cambiado el título, con los escépticos de la Feria, aunque la clave del matiz está entonces en considerar que la alegría -ese trasunto festivo de la verdad- no existe o que, de existir, somos incapaces de conocerla. Pero, ya objetores, agnósticos o escépticos, ¿qué son los que, costándoles la decisión de acudir a la Feria, no hay forma de sacarlos del real? ¿Prosélitos feriantes con la fe del converso?

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