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JUEVES DE FERIA

Fútbol, tricolor y pimientos fritos

  • Los sevillanos dejan de mirar al cielo en esta fiesta que llega a su ecuador sin amenaza de lluvia y despojada de farolillos. Los aficionados del Athletic acuden al real en un jueves abonado hace años al campeonato europeo.

EL sol pega bien fuerte cuando a eso de las siete de la tarde un grupo de aficionados del Athletic Club de Bilbao pasan por debajo de la portada en dirección al Sánchez Pizjuán. Lucen camisetas de su equipo, portan en sus manos vasos anchos de cubata y de sus axilas se deduce que hace horas que el desodorante dejó de cumplir la función encomendada. El jueves de Feria se ha abonado a la Uefa. O la Europa League, como dicen aquéllos de lo políticamente correcto, que en el fútbol, como en otro orden de cosas de la vida, también los hay que emplean ese lenguaje tan educado como pedante.

Íbamos por la tarde del jueves, que ha sido el día exento de la amenaza de lluvia y, por tanto, de tener que portar el molesto paraguas. Brilla el astro rey en un cielo celeste que ni el mejor de los tópicos pudo imaginar. Eso sí, la fiesta continúa huérfana de farolillos. Desde que cayó el último chaparrón ninguno se ha colocado por estas arterias entregadas a la alegría. Como viene siendo habitual los últimos años, hay que esperar hasta bien entrada la tarde para que el real coja fuerza. Se puede pasear con bastante facilidad por sus calles a eso de las cinco de la tarde, sin tener que esquivar los grupos de señoras -entradas en años- haciéndose selfies ni parejas acarameladas al calor tenue de la primavera.

En la caseta municipal hay recepción a autoridades, entendiéndose por tal término un amplio concepto que engloba desde el cuerpo consular a los alcaldes de pueblo pasando por el Consejo de Cofradías, que se encuentra en vísperas electorales. Por allí aparece Enrique Belloso, delegado diocesano de apostalado seglar, al que algún que otro con cuarto y mitad de guasa llama el rey de los laicos sevillanos. Dicen de este sevillano -con impecable blazier azul- que ejerce de director espiritual del alcalde hispalense, Juan Espadas, cuya mujer, por cierto, luce en esta jornada un vestido de flamenca original y elegante, con lo difícil que resulta en ocasiones combinar ambos calificativos.

En la reunión se encuentra también Carlos López Bravo, secretario del órgano cofradiero que planea ya su enésimo viaje a tierras italianas. Él mismo se define un romano de la Bética. A la reunión llegan los concejales de Ciudadanos preguntando por la posibilidad de hacer una Feria de sábado a sábado, al estilo malagueño. ¿Será, quizá, efecto del eje con la capital de la Costa del Sol? Hay disparidad de opiniones. En la Feria de Sevilla, por ahora, no hay olor a espetos, aunque sí a fritanga cuando en los peroles hierve el aceite y en ellos se zambulle el pimiento, ese manjar menospreciado por ciertos paladares pero que policroma como pocos los platos de una fiesta pensada para sangrar el bolsillo ajeno y hacer padecer lo mínimo al propio.

En esta técnica hay auténticos expertos. Grupos que saben ir de una caseta a otra sin soltar un solo céntimo por el camino. Un arte poco reconocido. La picaresca sevillana que tan bien retrató en sus novelas ejemplares Cervantes cuando aún quedaban varios siglos para que en Sevilla se inventara la Feria. Escritor del que se cumplen cuatro siglos de su muerte, un aniversario que recuerda Ricardo Suárez en el cartel de las fiestas primaverales.

En cuestión de fechas hay sevillanos bastante jartibles que rara vez dejan pasar una. Es 14 de abril. Jornada de nostalgia tricolor para los que anhelan cierto pretérito. Este día será dentro de un año Viernes Santo. Los cofrades de Montserrat miran al cielo y piden uno igual para dentro de doce lunas. Lo hacen en Joselito El Gallo 96, donde el hermano mayor, Paco Yoldi, ejerce de anfitrión entre flamenquines, alitas de pollo y un cóctel de marisco servido con trozos de piña. Antonio Casado, director del Observatorio de la Ensaladilla Rusa (ODER), mira con cierta desconfianza este plato. No entra en la jurisdicción del ente encargado de velar por la correcta presentación y preparación de un manjar ultrajado -demasiadas veces-en sus formas y condimentos en la hostelería sevillana.

Se adentra la tarde y el real ya hierve de gente. Como los peroles con los pimientos que empiezan a repetirse tras su ingesta. Menos mal que hay trozos de piña para aliviar el ardor. A la Feria, a estas horas, le cabe todo.

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