Filiación

"Sólo he recibido menosprecio de los hijos de la duquesa roja"

Rosario Bermudo, en su domicilio de Madrid.

Rosario Bermudo, en su domicilio de Madrid. / Redacción Sevilla

A Rosario Bermudo le resultó muy difícil adaptarse a la vida de Madrid cuanto tenía seis años. Su infancia, hasta entonces, la había pasado en Écija, localidad sevillana donde su madre la dejó al cuidado de sus abuelos. Eran tiempos duros en los que la economía familiar exigía continuos sacrificios. Ser madre soltera en una España en blanco y negro suponía todo un desafío social. Aquella mujer que estuvo sirviendo en la casa de Leoncio González de Gregorio, quien más adelante se convertiría en esposo de Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura -la duquesa roja-, tuvo que regresar a la capital española para ganarse un jornal con el que mantener a su hija, fruto de la relación que mantuvo con el aristócrata.

El Tribunal Supremo reconoció a Bermudo como hija del noble español a finales del pasado octubre. Una sentencia con la que los otros descendientes reconocidos de González de Gregorio volvían a perder la enésima batalla judicial. Ni Pilar, ni Gabriel ni Leoncio -los tres hermanos de Rosario por parte de padre- se lo han puesto fácil desde que hace diez años empezó a reclamar esta filiación paternal.   

"Siempre supe quién era mi padre", refiere Rosario en declaraciones a Diario de Sevilla. Su madre se lo comentó a sus abuelos cuando la llevó a Écija al poco de nacer. "Durante un tiempo mantuvo la esperanza de que mi padre me reconociera y pudieran formar una familia". Sin embargo, cuando se anunció el matrimonio con Álvarez de Toledo -a la que el tiempo la acabaría bautizando como la duquesa roja por su carácter rebelde- supo que no había vuelta atrás. "Se dio cuenta de que se le habían agotado las posibilidades, por lo que decidió rehacer su vida", abunda. 

Aquellos años en Écija

Una de las etapas más felices que Rosario recuerda -pese a la corta edad de entonces- la pasó en Écija. Guarda aún vínculos con primos que siguen en esta ciudad, de la que salió al poco de cumplir los seis años. Su madre se casó con un madrileño y se marcharon a vivir al barrio de Palomares, en la zona de Vallecas. Allí residieron, en una casa de 60 metros cuadrados y bajo el mismo techo, diez personas: el matrimonio de su madre con su padre adoptivo, suegros y cuñados. "Lo pasé muy mal con la adaptación. Yo venía de un hogar donde sólo estábamos mis abuelos y yo. Tuve que aprender a convivir con nueve personas en un reducido espacio y a una edad en la que ya era consciente de muchas cosas", mantiene Rosario, que recibió los apellidos del esposo de su madre. "Fue un hombre maravilloso, que me quiso como una hija. Sólo tengo palabras de elogio para él". 

A sus 72 años, esta mujer de infancia ecijana sólo reclama lo que "por justicia" le pertenece. La parte de la herencia que le corresponde como hija de Leoncio González de Gregorio. Una inyección económica fundamental para afrontar la dependencia total que sufre su marido, que lo ha llevado a permanecer bastante tiempo ingresado en los hospitales de Toledo y Torrejón. La falta de recursos obliga a estar pendiente del él las 24 horas del día. "No tenemos dinero suficiente para pagar a alguien que lo atienda aunque sea un par de horas", detalla Rosario. 

Desde que comenzó la lucha por ser reconocida como hija del aristócrata, no ha recibido ayuda alguna de sus hermanos paternales, que "se han desentendido por completo". "La duquesa roja, pese a saber de mi existencia y su lucha por las causas sociales, tampoco se interesó por mí". "El único que se puso en contacto conmigo fue Gabriel, que se reunió con mi hija Nuria", explica. "En una ocasión, prometió que me pagaría la parte que me corresponde. Pero nunca más volvió a llamar ni movió un solo dedo para que la recibiera", añade. 

Riesgo de que "camuflen" la herencia

El abogado Fernando Osuna ha desempeñado un papel fundamental en esta reclamación. Fue un hijo de Rosario el que se puso en contacto con él al saber que había defendido casos similares. Después de que el Supremo haya reconocido el parentesco con González de Gregorio, en días recientes se ha presentado una demanda de herencia en un juzgado de Madrid. Incluye la petición de medidas cautelares para evitar que los bienes del legado "se pierdan". "Hay peligro de que los descendientes reconocidos los vendan o camuflen", advierte el letrado. 

Para ello, se ha solicitado la anotación de esta demanda en el registro de la propiedad donde están inscritos los distintos inmuebles patrimoniales del aristócrata. "Si hay alguien interesado en comprar alguno de estos edificios, habrá de saber antes que está reclamado por herencia", señala Osuna. Igual se ha hecho con las explotaciones agrarias, de las que se ha pedido el embargo de todos los rendimientos que se obtengan. 

La herencia del viudo de la duquesa roja (valorada por algunos expertos en casi 17 millones de euros) la conforman varias viviendas en los barrios más cotizados de Madrid, propiedades y tierras rústicas en Badajoz y el famoso Palacio de Quintana Redonda en Soria, construido a mediados del siglo XVIII, de gran valor patrimonial. De su gestión se encarga en la actualidad Pilar González de Gregorio, hija de la duquesa roja con Leoncio, declarada por su padre heredera universal de sus bienes. Dado su entorno y belleza, se explota como lugar de celebraciones, bodas principalmente. 

Hasta nueve millones

Según Osuna, en caso de que se aplique un criterio jurídico "amplio", su defendida podría recibir nueve millones de euros de la herencia. En caso de que sea "más restringido", obtendría tres. Cantidad que, según los hijos reconocidos del aristócrata (incluido Javier, fruto también de una relación extramatrimonial), no superaría los 600.000 euros. 

Aunque sus hermanos paternales la acusan de no haberse preocupado por el parentesco en vida del noble español (fallecido en 2008), Rosario asegura que antes de empezar esta reclamación por filiación intentó ponerse en contacto en varias ocasiones con su padre. "Siempre que llamaba por teléfono me contestaban los guardeses de la finca, que me decían que el señor no estaba y luego me insultaban. A Pilar también la llamé y me trató igual. Es lo único que he recibido de los hijos de la duquesa roja, indiferencia y menosprecio".  

 

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