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Testigo de la verdad

  • El autor, ex jefe de gabinete de Antonio Rodrigo Torrijos (IU) reflexiona sobre el proceso al que fuera portavoz municipal de la formación de izquierdas en el Caso Mercasevilla y su posterior absolución con todos los pronunciamientos favorables

Antonio Rodrigo Torrijos y José Antonio Salido, en una rueda de prensa.

Antonio Rodrigo Torrijos y José Antonio Salido, en una rueda de prensa.

Uno de los misterios más insondables que más me intrigó durante los nueve años que duró la instrucción del conocido como Caso Mercasevilla fue que, aún teniendo la más absoluta certeza de la inocencia del que era el Primer Teniente de Alcalde, Antonio Rodrigo Torrijos, por qué extraña razón estaba acusado, imputado e inmerso en un proceso del que constantemente salían filtraciones absurdas, falsas y falaces, pero que daban pie a construir el relato mediático verosímil de que Torrijos era un político corrupto, metido en oscuros manejos donde el dinero y el poder concentraba la razón de ser de su actividad política. En aquel tiempo fui incapaz de comprenderlo.

Yo era consciente -claro está- de la mala intención del Partido Popular de Juan Ignacio Zoido. Su aspiración a la alcaldía de Sevilla, su ambición sin ningún tipo de escrúpulos, su sintonía con los juzgados de los que procedía y, sobre todo, su papel político de defensor, bueno, mejor dicho, de representante sin ambages de los poderosos locales, le hacía buen conocedor del juego que da la combinación perversa de tribunales, medios de comunicación afines y recursos ilimitados para destruir a su oponente.

Un oponente además, socio minoritario de un gobierno de progreso, pero con una gran personalidad política y unas ideas muy claras sobre el modelo de ciudad y el firme propósito de combatir las desigualdades en un espacio urbano que, por entonces, se debatía en un proceso de transformación profunda hacía los albores del siglo XXI.

Cuando, tras esos dolorosos años de instrucción y posterior juicio oral resultó absuelto, con una acreditada conducta inocente y una sentencia tan impecable que no se atrevió a recurrirla ni siquiera el Ministerio Fiscal, desvelé por completo aquel misterio. Estaba absuelto porque sencillamente no había hecho nada de lo que se le acusaba.

Algo de lo que yo estaba completamente seguro pero que una instrucción judicial convenientemente acompasada a los tiempos electorales, unas portadas terribles dedicadas como si fuese un ser oscuro y abyecto, una opinión pública a la que se le hurtaba la información de calidad y a la que sólo se suministra basura y manipulación, una cadena de televisión local creada sólo para deshonrar a su persona y que desapareció cuando se logró el objetivo político y económico de poner al representante local de los poderosos en la alcaldía, todo ello junto, insisto, trasladaban la sensación pública de culpabilidad absoluta. Manipulaciones mediantes. El misterioso caso de convertir a un inocente en un culpable había sido posible durante el tiempo conveniente. Para cuando la sentencia lo absolviese el daño ya estaría hecho. De forma irreversible, además.

No lo había entendido puesto que yo era en aquella etapa su Jefe de Gabinete. Mi papel era tan próximo a cada uno de los días de aquella etapa -próspera para la ciudad pero terrible a nivel personal para Antonio-, que no podía comprender cómo se le acusaba a él de cosas de las que yo mismo, en mis funciones de coordinador de su actividad, tendría que ser igualmente responsable. Yo conocía con quien se reunía cada día.

De qué se hablaba en las reuniones en las que yo mismo estaba presente. Veía los órdenes del día y los preparábamos conjuntamente, tanto en su condición de miembro del Consejo de Administración de Mercasevilla como de los mismísimos plenos municipales. Le acompañaba a cada paso. Asistía a sus entrevistas, a sus ruedas de prensa. Su agenda diaria, incluidos los fines de semana -¡no había fines de semana!- era coordinada por mí. Compleja agenda de quien además de ser el Primer Teniente de Alcalde y tener un relevante papel en el gobierno local, era portavoz de su fuerza política, Izquierda Unida. Era Delegado del Distrito Sur, aquel en el que se agudizan las mayores desigualdades de la ciudad de Sevilla. Era también en aquellos momentos, Delegado de Relaciones Institucionales. Delegado de Infraestructuras para la Sostenibilidad y Coordinador del Área Socioeconómica que incluía la Delegación de Economía y Empleo -eso sí que dolía a los poderes económicos-, la Delegación de Juventud y Deportes y la de Participación Ciudadana.

Además de pertenecer a numerosos consejos de administración y al Patronato de la Fundación DeSevilla. Bromeando, yo me refería siempre al Área como Hectárea, ese "Torritorio" inmenso y casi inabarcable de la socioeconomía de una ciudad de 700.000 habitantes. Les puedo asegurar la enorme complejidad de administrar, siempre con la máxima dedicación -horas y horas para que todo funcionara correctamente- y con la mayor honestidad y responsabilidad que merecían nuestra causa y nuestros representados.

Y no paré de preguntarme constantemente -ese era en realidad el meollo del misterio- por el cuando me iban a llegar a mí las citaciones o las imputaciones o las acusaciones. Cada día que veía una portada. Cada noticia, falsa por supuesto, que se hacía viral, conocedor como era de cada uno de sus detalles, no paraba de preguntármelo. ¿Cuando vienen a por mí, si todo esto que dicen fuera cierto? Bueno. Pues la demostración empírica de que todo era mentira y todo era un montaje es que a alguien como a mí , tan cercano a todas esas temáticas, ni siquiera me citaron para declarar. Ni un mal interrogatorio de la policía. Ni una simple mención en el larguísimo y prolijo proceso de instrucción. Esta claro, ¿no?. No buscaban la verdad. Ese pequeño detalle era insignificante. Buscaban cargarse al gobierno cargándose a la figura más relevante del socio minoritario. Y a fe que lo consiguieron. Le eliminaron del gobierno. Le retiraron de la presencia institucional. Le hicieron parecer el hombre malo de la ciudad y esa fama le trajo severos problemas, incluso, al ir por la calle. Le infringieron un daño incalculable a su honor y a su prestigio como hombre honesto. El y su familia lo pasaron muy mal. Fueron años muy dolorosos que yo acompañé a su lado preguntándome cada día por la tremenda injusticia que se estaba perpetrando contra un hombre bueno. Pero era la pieza a batir para lo cual estaban justificados todos los medios. Fascismo en estado puro.

En estos meses, tras la contundente sentencia de absolución, la verdad al fin se abre paso. Y la verdad de alguien tan cercano a su gestión como lo fui yo en aquellos años no es otra que la de un hombre honesto que jamás, jamás, consintió ningún acto irregular, no digamos ya un delito, en su dilatada gestión. Trabajador de sol a sol y de luna a luna, siempre nos llevó a su equipo con la lengua fuera. Comprometido con la lucha contra la desigualdad como he visto a muy pocas personas en mi vida y con una admirable capacidad política fruto de su privilegiada cabeza de estado. Experiencia sindical, de donde provenimos ambos, como fundador de las Comisiones Obreras. Firmeza y convicción y mucha confianza en las personas que conformábamos su equipo más íntimo.

Yo apoyo a Torrijos por haber sido una figura de indiscutible relevancia en la historia real, no la ficticia, del devenir de Sevilla. La participación ciudadana, el Plan General de Ordenación Urbanística de junio de 2006, los carriles bici y las bicicletas públicas, el deporte de base, el bonobús solidario, sí. Esa ayuda para los trabajadores desempleados. Los campos de césped en todos los barrios no solo en los de siempre, la moderna división distrital, los cinco centros de formación, varios nuevos centros cívicos, el Comisionado -debió ser la Autoridad Única- del Polígono Sur, el tranvía, las miles de viviendas promovidas, construidas y entregadas a precio tasado en pleno boom inmobiliario y, sobre todo, el Parque Social de Viviendas (pionero en el municipalismo para atender a personas desalojadas y sin recursos, con alquiler al precio del 5% de sus ingresos), OTAINSA, las piscinas cubiertas construidas en barrios populares....y, también lo que impidió, especialmente la construcción de una Central Térmica en Punta del Verde (que hubiese afectado a la salud de la mitad de l@s sevillanos) o el pelotazo (o especulación urbanística) urbanístico en la dehesa de Tablada, entre otras diversas apuestas para la ciudad y que le hacen a uno terminar con una reflexión, ciertamente melancólica, pero tremendamente racional: Cómo es posible haber puesto en carga tantos recursos para destruir a alguien que tanto le convenía a la ciudadanía, para sustituirlo por otro personaje, como el Sr. Zoido, de quien tras una mayoría absoluta histórica conseguida con aquellas malas artes, nadie recuerda ni siquiera un proyecto mínimamente relevante en su mandato municipal. ¿Alguien me puede decir alguna cosa importante del mandato de Zoido? Por cierto, un Zoido, muñidor e impulsor de toda la operación contra Torrijos y que, a pesar de que se ha demostrado falaz y mentirosa, aún no ha tenido la valentía de pedirle perdón. Ahí lo dejo.

José Antonio Salido

Ex Jefe de Gabinete del Primer Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Sevilla

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