En la biblioteca de la Audiencia

Tratado sobre “Gamberros, Homosexuales, Vagos y Maleantes”

  • El gamberro se identificaba por ir “vestido con un blue jeans y peinado con copete”

Portada del libro

Portada del libro

La biblioteca de la Audiencia de Sevilla guarda varios libros convertidos en una reliquia histórica más que servir de ayuda a los juristas. Entre ellos, un estudio sobre “Gamberros, Homosexuales, Vagos y Maleantes” editado en junio de 1962.

Su autor es Antonio Sabater, magistrado titular del juzgado especial que entonces se llamaba de Vagos y Maleantes, luego denominado de Peligrosidad Social. Al suprimirse esos juzgados, sus funciones pasaron a los de Vigilancia Penitenciaria, de nueva creación. 

Los capítulos dedicados a cada una de estas figuras reflejan lo que ha cambiado España en estos 56 años, aunque ciertas reflexiones sobre los gamberros son de rabiosa actualidad y podrían haber sido escritos ayer mismo: el gamberro es ese “maleducado que se quiere hacer el gracioso y dárselas de algo, siempre, naturalmente, que forme parte del grupo, pues nunca se manifiesta aisladamente”.

El contraste es evidente cuando el autor habla de los homosexuales o invertidos. Ya en la presentación del libro se destaca que hay que distinguir a los perversos sexuales de aquellos individuos que “llevan trajes de mujer, que lavan, que cocinan, que cosen, que tienen ademanes femeninos pero que a pesar de esto no tienen tendencia homosexual”.

En las parejas de hombres homosexuales “puede hablarse de un marcado primitivismo” pues “son muy raros los lazos profundos y duraderos, tiene lugar un frecuente cambio de pareja y se busca únicamente el placer sexual”, recoge el libro.

Los tipos de homosexuales, según Sabater, incluían a las “personas con instinto sexual normal pero que han sido seducidas en su juventud para realizar el tráfico homosexual” y también a los “hombres separados del otro sexo por hallarse encarcelados, internos en colegios o tripulantes” que “aceptan el trato homosexual como sustituto del tráfico sexual”.

Existía también el tipo de “individuos que, a pesar de su heterosexualidad, se convierten posteriormente en homosexuales por diversas causas: así el temor a ciertas infecciones desempeña un importante papel en la psicosis de la homosexualidad”.

Un capítulo específico está dedicado a los “gamberros y la juventud en crisis”. Allí se constata que la juventud española “está más sana que la de otros países”. Sin embargo, “a consecuencia de la influencia exterior que ha invadido nuestra esfera nacional, el cine, las lecturas y  las condiciones ambientales de indiferencia y abandono que presiden la forma de vivir de ciertos barrios, no ha podido sustraerse al contagioso mal que aqueja a tantos niños y adolescentes”. 

Una juventud  cuyos “excesos, travesuras, extravagancias y brutalidades entran no pocas veces de lleno en el campo del Derecho Penal“.

Ahora bien, en España “el número de jóvenes desorientados, ociosos e indeseables” es limitado porque “la intensa y sólida vida familiar que tiene lugar en nuestra patria, la autoridad paterna, su ejemplo de moralidad, de educación y de buenas  costumbres… ha contribuido no poco a que la juventud actual se conduzca ampliamente de conformidad con la familia”.

Sobre el gamberro, Sabater escribe que, más que el libertino o disoluto que entonces definía la Real Academia de la Lengua , su aspecto penal se refería más “al que quiere parecer libertino y para ello irrumpe en la vida social perturbándola, al gañán de ciudad, a la larva de jayán”.

También entraría en el concepto de gamberro “el jovencito antipático y malcriado vestido con un blue jeans y peinado con un gran copete” o “los mozuelos dados a la vagancia, que visten trajes escandalosos, pantalones azules, camisas con dibujos y que tratan de copiar a esos personajes de leyenda que traen las películas y programas de radio y televisión”.   

Las “actuaciones” del gamberro de hoy en día “se limitan al maleducado que se quiere hacer el gracioso y dárselas de algo, siempre, naturalmente, que forme parte del grupo, pues nunca se manifiesta aisladamente”, decía Sabater con unas palabras que no han perdido mucha actualidad 56 años después.

En cuanto a los vagos,  los dividía en tres clases: los que no pueden satisfacer su miseria y necesidades por falta de vocación o trabajo; los denominados inválidos, que son “los menores, viejos y enfermos” y finalmente “los que estando sanos no quieren trabajar y se dedican a una vida ociosa y errante”.

Pero el autor precisa que existen causas justificadas y no es aplicable el concepto de vago habitual a aquellas personas que, sin poseer bienes, rentas ni ingreso alguno, “carezcan de trabajo por causas independientes a su voluntad tales como despido, paro forzoso, incapacidad o causa de fuerza mayor”.

El libro tiene 600 páginas e incluye entre los tipos de maleantes a los rufianes, proxenetas, comerciantes de objetos sustraídos, mendigos, explotadores de juegos prohibidos, ebrios, toxicómanos, extraperlistas, carteristas, timadores, explotadores de la credulidad ajena, trata de blancas, perversión de menores y contrabandistas.

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