Taxistas y VTC, obligados a convivir

Carece de sentido restringir en vez de regular, expulsar y alejar en lugar de ordenar. Hay realidades que han llegado para quedarse

La manifestación de taxistas del pasado jueves ante el Parlamento de Andalucía
La manifestación de taxistas del pasado jueves ante el Parlamento de Andalucía / Juan Carlos Vázquez

Hace tiempo que muchos usamos solamente el taxi en todos nuestros desplazamientos por la ciudad. El taxista se conoce a la perfección las rutas y no depende de la que sea marcada por un dispositivo digital. Esta apuesta convencida por el taxi no esconde las importantes carencias del sector que sufrimos los usuarios: en Sevilla hay muchas franjas horarias en las que resulta heroico encontrar un taxi. No nos referimos ya a un sábado por la noche o a la cena del alumbrao, sino a la hora del almuerzo de un día laborable.

Es habitual ver paradas vacías con clientes a la espera en las plazas de la Magdalena o la Alfalfa, no digamos en la estación de Santa Justa al borde de las 20:30 en días de partido de fútbol o incluso sin balompié en la televisión. Los taxistas tienen derecho a su horario de descanso, faltaría más, tanto como los usuarios a contar con una oferta digna de una gran capital. Es absolutamente lógico y saludable que haya alternativas al taxi en un mercado libre (que no una selva). Los VTC han llegado para quedarse. Son una realidad consolidada al servicio de miles de usuarios (no nos engañemos) que se han acostumbrado a esta modalidad de transporte por muchos motivos. Las restricciones, orillamientos y prohibiciones no deben tener cabida en el nuevo marco regulatorio andaluz. Es mejor apoyar al taxi que tratar de minar el campo de juego de los VTC. Es más saludable y conveniente fomentar la competencia en libertad que la aspiración inútil de poner vallas al campo.

Visto con perspectiva, quizás al sector taxi le ha pillado la irrupción de los VTC con algunos deberes sin hacer. Pero siempre hay tiempo. Y, de hecho, escrito está que el taxi se ha puesto las pilas en muchos aspectos. Tal vez, por poner un solo ejemplo, tardaron mucho en facilitar el mero pago con tarjeta (que siempre es una modalidad más segura para el conductor). O se demoraron en el cumplimiento de otras condiciones que hagan el viaje más agradable para los usuarios , de tal forma que al tener una necesidad de desplazamiento, se tenga claro que la primera opción es el taxi. Pero nunca debe ser un monopolio ni explícito ni tácito.

Todos nos renovamos

Los periódicos nos hemos adaptado a las ediciones digitales, consideradas de forma inteligente no como una amenaza a las ediciones de papel, sino como una oportunidad para llegar a miles y miles de lectores más. ¿Qué decir del pequeño comercio que ha tenido que renovarse para hacer frente a la compra-venta on line, modalidad preferida ya por miles de clientes? Todos nos estamos renovando. No se nos ocurre exigir que el Estado o la Administración autonómica regule con restricciones las ediciones digitales o el comercio electrónico.

El taxi todavía tiene campo de mejora en una región turística por excelencia. Más licencias, horarios de trabajo mejor regulados en atención a los picos de demanda, más formación, un servicio más esmerado, etcétera.

Hechos lamentables

Algunas reivindicaciones del taxi pueden y deben ser atendidas, pero no aquellas que pretenden conservar un estado de las cosas que ya no tiene sentido. Por supuesto, la inmensa mayoría de los taxistas deben condenar cualquier reacción agresiva. Resultó lamentable cuanto vivimos en la manifestación ante el Parlamento de Andalucía el pasado viernes, con dos trabajadores detenidos por la Policía Nacional.

La sana competencia (regulada)beneficia al usuario y a la imagen de las ciudades. Y, al final, es recomendable para todos. Propuestas como alejar a los VTC de determinadas zonas resultan absurdas. El mero hecho de referirse a “zonas de especial protección” donde los VTC no puedan estacionar ni captar clientes resulta absolutamente censurable. Quien debe ser protegido de forma preferente es el usuario que reclama un servicio y paga el precio correspondiente.

Los mejores ejemplos

Nos quedaremos siempre con el ejemplo de muchos taxistas a los que vemos ayudar a personas de movilidad reducida, devolver objetos perdidos en el vehículo, parar el taxímetro motu proprio ante una incidencia, preguntar si el cliente desea el aire acondicionado o una emisora concreta, esperar a que el usuario entre en su vivienda si se trata de un servicio prestado de madrugada, calcular el recorrido más rápido y, en general, atender con la diligencia y buena fe exigibles a todos los que trabajan directamente con el público.

No podemos estar de acuerdo con exigencias inasumibles en un mercado libre en el año 2022. Cualquier regulación al respecto tiene que apostar por la convivencia en igualdad. Si eso supone aprobar reducciones fiscales a los taxistas, que se estudien. Si es preciso hacer un plan de apoyo para garantizar la renovación y modernización de la flota, que se redacte. Si hay que dar más licencias, reestructurar los horarios de trabajo, que se haga urgentemente. Pero no se debe olvidar que el ciudadano es quien se desespera a diario (repetimos: a diario)en muchas paradas sin encontrar un servicio ágil en un tiempo razonable.

Se trata de atender mejor, ser más competitivos y, por supuesto, rentables. Pero no de restringir, prohibir, alejar o poner palos en la rueda de un proceso irreversible. Los VTC no van a desaparecer, como no lo harán los medios de comunicación digitales o el comercio electrónico. Son los grandes almacenes tradicionales los que se renuevan y ponen las pilas a la aparición de Amazon. Es la televisión la que se adapta a la irrupción de Netflix.

Proponga el sector del taxi medidas razonables que lo hagan más competitivo. Plantee reformas en positivo. Algunos esperamos el servicio de taxi hasta casi media hora si es preciso, pero entendemos que haya quienes pidan un VTC si les tarda solo diez minutos. La gente quiere ser atendida. No olvidemos lo sustancial.

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