La caja negra

Los brindis de la Feria de Sevilla de 2020: de lonas hacia adentro

  • La Feria no casa mal con el estado de alarma. Cada uno la organiza en su casa, como en el real. Así lo hizo Carlos Herrera. En los telediarios meten la pata al afirmar que el menú de la cena del 'alumbrao' cuesta 150 euros

Carlos Herrera, en su casa la noche del pasado sábado

Carlos Herrera, en su casa la noche del pasado sábado / M. G. (Sevilla)

La verdad es que la Feria no casa nada mal con el estado de alarma. Es una fiesta tan particular que se ha improvisado una versión alternativa en el lugar donde se celebra realmente la Feria: en casa de cada uno. ¿O no? Caseta viene de casa. Pues cada uno hizo lo que le vino en gana en el espacio de mayor de libertad –se supone– que tiene cada uno: su hogar. La ciudad no debía organizarla bajo ningún concepto. Ni ahora ni en septiembre. Tonterías, las justas y precisas. Pero cada cual en su casa monta el carnaval, la Feria o la cruz de mayo que estime oportuno. Allá cada uno con su gusto y criterio. De hecho hay balcones que eran verdaderas casetas de distrito donde sólo faltaba el caldo servido en vaso de plástico de Coca-Cola con una rama de yerbabuena de la talla de un sebago del 44. Y allá cada cuál con su opinión sobre los hechos, que también es libre. Libertad para todos. 

Es cierto que si hay una fiesta posible de vivir o hacer como que se vive en un domicilio es la Feria. De acuerdo, no hay caballos, ni posibilidad de desplazarse de un sitio a otro, ni puestos de turrón, ni buñoleras, ni por supuesto corridas de toros. Pero hay que reconocer que otra fiesta no resiste la versión de muros hacia adentro, de paredes hacia adentro, de tabiques hacia adentro. Todo en la Feria más pura es en en clave interior. Jamás hemos negado el carácter particular de la Feria, que no cerrado. Ni su carácter íntimo, que no excluyente.

El sevillano recibe en su caseta, que es su casa durante esos días. Si la Feria no fuera particular e íntima no sería la Feria, sería otra cosa. Tal vez mejor, pero no la Feria de Sevilla. Y así debe seguir siendo. Hubo un ministro de Agricultura del tardofelipismo que dijo una solemne bobería cuando le preguntaron por la Feria en plena calle Pepe Luis Vázquez, después de ponerse púo en la Caseta Municipal: “Me la esperaba más moderna”. Algún día un antropólogo fijará el inicio de la era del pensamiento débil en esa confesión. Y hasta hay tontitos que dicen que debería ser “más democrática”. ¿Hay alguna fiesta en España que se financie en su mayoría con los euros de los particulares y donde sean los ciudadanos los que dan vida y sentido a la celebración? Oigan, heraldos de las majaderías, que aquí pagamos las cuotas durante el año para que las familias puedan disfrutar de la Feria.

La cena en casa de Herrera el pasado sábado La cena en casa de Herrera el pasado sábado

La cena en casa de Herrera el pasado sábado / M. G. (Sevilla)

La fiesta la montan los particulares en un 90%, ya sean familias o entidades. Por eso no extrañó que los sevillanos se organizaran su particular noche del alumbrao en sus casas debidamente encerrados. Confinado, lo que se dice confinado, acabó Napoleón, como acertadamente explicó Jesús Vigorra en un artículo. ¡Un respeto a la etimología y a la semántica! Más quisiera Napoléon haber compartido los langostinos de Carlos Herrera en su casa, la manzanilla Pleamar de José Luis Trujillo en la suya, o los sugerentes espejos enmarcados del balcón de María Dolores Flores Esquivias en la Resolana, a la verita misma de la Esperanza. Hasta las casas donde nada se celebró formaban parte también de la Feria de 2020. ¿Acaso no hay algo más sevillano que un ciudadano que renuncia, pasa o despotrica de la Feria? Los toldos echados, en plan malaje, son otra forma de vivir la Feria. Como quien la vive sólo o mayoritariamente en la plaza de toros, como el profesor Pastor Torres, el mismo que se anuncia en sus carteles de WhatsApp con el siguiente lema: “No doy pregones ni meditaciones”. Es curioso que pongan ese cartel quienes precisamente mejor conocen la fiesta, saben de verdad escribir y podrían hacerlo bien, pero están tan degradados ciertos atriles… salvando honrosas y recientes excepciones.

A lo que íbamos, que nos desviamos más que un coche particular tratando de llegar a la portada. Los taurinos lo tienen peor. Eso de recrear la fiesta nacional en casa es mejor no planteárselo. Acaso los vídeos con las faenas de Curro que todo el mundo parece ahora que vio. ¡La de gente que vio a torear a Romero es solo comparable a la de los que corrieron delante de los grises!.

En el telediario dicen que cada sevillano ha dejado de consumir un menú de 150 euros en la cena del denominado pescaíto. Debe ser que Jaylu servía las cenas de todas las las casetas y no nos hemos enterado. Ni en Lhardy en Madrid, con cocido y souflé de postre, cuesta cenar 150 euros por barba. Ni ahora ni en los tiempos de la marquesa de Llanzol y Serrano Suñer. La misma cadena de televisión dice que los sevillanos “echan de menos el ferial”. ¿El qué? En mi vida he oído a nadie hacer referencia al ferial, en todo caso al real. Ante semejantes disparates sólo cabe preguntar qué culpa tenemos nosotros de la imagen que proyectan algunos de la ciudad y sus sufridos vecinos.

Esto es más preocupante que esos ministros que no es que hablen andaluz, es que hablan sencillamente mal. Pero no diga usted nada que hay hordas peores que las del género. Para género bueno el que tenía Herrera en su casa la noche del sábado. Eso sí que era género. Y no se remató con la copa de cava de castigo que suele ofrecer el casetero, que todo buen feriante sabe que no ha de probarla. El que prueba la copa de cava que (supuestamente) invita el casetero (tururú) tiene perdido el siguiente día de Feria. No hay almax que libre de esa penitencia. El cava y la Feria casan mal. Pero la Feria y el estado de alarma… no maridan del todo mal. Sólo se echa en falta el globo de las paradas de taxi de Ecovol. Y las carreras de camellos… Pero eso es mejor no recordarlo. Recordar las carreras de camellos es tomar el camino más corto para sentir herida nuestra particular memoria. Ni camellos, ni gofres Belinda.

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