Análisis político

La cabra y el águila bicéfala

  • El PP andaluz hace bien en no descorchar el champán, pues ha sido capturado por la rapaz bicéfala de Ciudadanos y Vox

Ilustración: Rosell Ilustración: Rosell

Ilustración: Rosell

LA manada de cabras montesas disfrutaba del ambiente plácido de un páramo soleado en altitud, como corresponde a la mayoría de los días en el Sur de la península, donde la principal actividad, incluso la que garantiza el éxito, consiste en estar abonado a la rutina y oír el tic-tac que marca el paso de la existencia. Los mamíferos se cruzan las miradas. Nacen, crecen, se reproducen y mueren sin más ambición que la búsqueda cotidiana del sustento. A veces hay peleas que provocan un cambio en la jefatura de la manada. Pero la manada siempre sigue a lo suyo: disfrutando del sol de Andalucía entre sonidos de campo y las amenazas periódicas de seres más fuertes y de espíritu depredador que ponen en jaque su plácida existencia. Aquel día, de pronto, la manada se rompió. Las cabras salieron en estampida.

Se deshizo el grupo. Las más listas buscaron refugio con rapidez. Las más torpes, pero rápidas, siguieron lo que hacían las primeras. Y la más indolente se quedó en el sitio, buscando hierbas, mascando los últimos instantes de sol, sin advertir siquiera la sombra del águila real que ya marcaba su fatal destino. La rapaz se precipitó sobre la cabra. Tuvo que emplearse poco para capturarla con sus garras y sostenerla en vuelo por unos segundos, los suficientes para retirarla de la tranquilidad de su cima y dejarla despeñar para, después, dar cuenta de sus carnes frescas. Era la ley de la naturaleza, como decía Félix Rodríguez de la Fuente con un tono de voz inconfundible.

El Partido Popular ha disfrutado de 36 años de placidez en el ejercicio de la oposición en Andalucía. Ha sido una manada tranquila, acomodada y pastueña con cinco cambios de jefatura: Puche, Arenas, Teófila, otra vez Arenas, y Moreno Bonilla. Sólo uno, Arenas, logró ganar unas elecciones. Sólo uno, Moreno Bonilla, tiene opciones reales de ser presidente de la Junta en la historia del centro-derecha andaluz.

El partido de Moreno Bonilla es una cabra montesa capturada por el águila bicéfala de Ciudadanos (Juan Marín) y Vox (Francisco Serrano). Ambos partidos amenazan su existencia en España y querrán sacarle ahora las carnes en Andalucía. El PP, de alguna forma, se despeñó el 2 de diciembre. Conviene tener claro que venció la suma de las derechas, no el PP. Como venció Arenas en 2012, pero gobernó el PSOE con la ayuda de IU. En la sede de la calle San Fernando lo saben. Y hacen bien en tenerlo claro... y en admitirlo en privado. La pérdida de la mitad de los escaños (de 50 a 26 en tres años) y de 818.000 votos aconsejaron dejar cerrado el balcón principal, no dar botes, no descorchar el Möet y conformarse con la espumosa de Alhambra. No romper en euforía.

Moreno Bonilla asume varios retos si no quiere ser carroña ni de sus amigos de Génova ni de sus previsibles amigos de investidura. Pablo Casado, como buen líder, moverá los peones en interés propio. Y su interés está fijado en las elecciones generales. Santiago Abascal, que conoce a Casado y a Moreno Bonilla de sus años en el PP, se entiende bien con el de Génova, pero tiene escasa consideración por el malagueño.

En lo que respecta a Vox, la sintonía entre Abascal y Serrano es perfecta de momento. El tiempo dirá si se armoniza la ambición del primero, orgulloso de haber dado el pelotazo en la plaza más difícil (Andalucía), con el carácter libre del segundo, acostumbrado a encarnar un poder del Estado, con la seguridad de haber aprobado muy joven dos oposiciones (judicatura y fiscalía) y con la experiencia de estar curtido en el sufrimiento.

Albert Rivera tiene claro que su partido ha obtenido un resultado extraordinario pese a las dudas que generaba –y sigue generando– la figura de Juan Marín, que estará sometido a la vigilancia de su partido con más intensidad que antes. Vox tiene claro que su enemigo directo es el PP, donde todavía está la gran bolsa de votos de la derecha, la cabra más gorda de la manada. Y Ciudadanos navega entre su pasado (apoyó la investidura de Susana Díaz), el presente (quiere manejar ya cuota de presupuesto, por lo tiene que tomar partido y en ningún caso puede ser de nuevo por el PSOE) y el futuro (que son los intereses de Albert Rivera para alcanzar la Moncloa).

Moreno no tiene muchos apoyos en la sede de Génova, donde la noche del 2 de diciembre todo se preparaba para el asalto de la sede regional con Zoido como manijero, desplazado sorprendentemente hasta allí, pues lo lógico hubiera sido que el número uno por Sevilla estuviera en... Sevilla. ¿Por qué estaba Juan Ignacio en la hora clave junto al líder nacional y no al lado del candidato a presidente de la Junta? Es la prueba evidente de que Zoido era la punta de lanza para acabar con Moreno a la misma hora del recuento. Al mismo tiempo que el recuento hubiese informado del enésimo batacazo del PP andaluz, el manijero hubiera ido cantando la necesidad de hacer los cambios.

En Andalucía cuentan que se vive un final de ciclo. Al PSOE le ha bastado con tener el motor al ralentí tras los años grandes de Felipe. Ahora es cuando en Andalucía se notan de verdad los efectos de la radicalización y de la pérdida de rumbo que sufren los socialistas desde que Zapatero se hizo cargo del partido y, de forma inesperada, logró la Presidencia del Gobierno. Nunca ha dado muestras el PSOE de volver a ser lo que fue desde aquel 2004. Desde entonces ha ido perdiendo tanto fuerza como identidad. Pero Andalucía, hasta ahora, seguía con su propia velocidad. El PSOE andaluz perdía votos, se le escapaba la mayoría absoluta, cambiaba de líder (Chaves, Griñán y Susana), se sorteaban como se podían los efectos de la corrupción, pero siempre se conservaba San Telmo. Nunca se ponía en duda el mantenimiento del poder, razón por la cual la derecha (salvo el período de Arenas) resultaba cada día más pastueña e indolente. 

El segundo gran reto de Moreno es asumir que le ha tocado gobernar en un contexto donde no sólo se ha acabado el ciclo del PSOE de 36 años en el poder, sino que comienza un nuevo ciclo para la derecha. Moreno es el primer dirigente del PP en mover ficha en un tablero donde ha irrumpido Vox.

En cuestión de meses se verá hasta qué punto el PP, y sobre todo Ciudadanos, asumen con naturalidad el establecimiento de relaciones propias con este partido, y tratan, en el fondo, de ponerse de perfil para no confundirse con la derecha pura y dura. Andalucía, siempre la última en asumir los nuevos cambios, es la primera región donde se verán las formas de hacer política de Vox. Por ahora asistimos a un teatro forzado de guiños, ofrecimientos y postureo que hasta hacen pensar a alguno que el PSOE todavía tiene opciones de retener la presidencia, con ayuda de Ciudadanos naturalmente. Pero en Ciudadanos saben que los socialistas no gobernarán en ningún caso porque ellos jamás harán presidenta a Susana.

El PP vivirá la paradoja de alcanzar San Telmo mientras el águila bicéfala de Ciudadanos y Vox lo agarra y lo condena a una dolorosa caída. En el escrutinio se ha visto de quiénes se nutre Vox fundamentalmente. Es la ley de la política. El objetivo siempre es llegar al poder y perpetuarse. Sobrevive el más fuerte, el más rápido, el más ágil. El hombre y la tierra. El hombre y la política. La cabra y la rapaz. Andalucía, imparable hacia dos nuevos ciclos. El propio y el de una derecha obligada de pronto a dejar de ser pastueña... La política, como la naturaleza, ofrece tantos pasajes de belleza plástica como de tragedia.

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