La caja negra

La fiesta de los pavos

Los pavos del Real Alcázar junto a Casa Román

Los pavos del Real Alcázar junto a Casa Román / M. G. (Sevilla)

NOS falta media hora para volver a sufrir la tabarra catalana, para exigir aire acondicionado en todas las aulas y para recaer en los dimes y diretes del famoso pin parental, el dinero que el Estado debe Andalucía o si en los pliegos de matriculación se habla del progenitor A y del progenitor B. Los datos de la pandemia en la región son tan favorables que ya vamos a estar con los mismos asuntos de siempre. Al tiempo.

Como esto siga así, con una tasa de contagiados de 1,6 por cada cien mil habitantes, nos volverán a marear con los debates de siempre más los que generen las comisiones de reconstrucción. Unas comisiones que no sirven para absolutamente nada, tal como demuestra la historia del parlamentarismo español. Nos vamos a echar de nuevo a la calle en menos que canta un gallo. Y por no dejar de hablar de animales, se van a terminar los paseos de los pavos del Real Alcázar por Santa Cuz, la Judería y otras proximidades. Los pavos aguardan la reapertura de Casa Román, pero el gran tabernero Antonio Castro todavía anda con reformas y limpieza. El jamón ha de esperar. Prisas las justas, que las cosas hay que hacerlas bien.

Los pavos quieren pata negra del bueno y esperan mesa. Siguen de fiesta, pero nos tememos que les queda poco jolgorio. Estos días hay quien celebra en las redes sociales haber encontrado un velador libre. ¿Pero qué me dicen de las criaturas que se quedan de pie a la espera de que usted termine su desayuno, su almuerzo o su cena? ¿No se les corta el cuerpo de estar sentado al mismo tiempo que ve gente esperando más firmes que un soldado en Capitanía? Algunos no podemos con esa sensación. Nos ocurre como le pasaba al matador de toros Juan Antonio Ruiz Espartaco, que un día confesó que si la dependienta de un comercio se hartaba de enseñarle camisas, siempre compraba una aunque no le gustara ninguna. Pues eso nos ocurre hoy con los veladores. ¿Cómo pedir postre, café o copa viendo a familias que esperan de pie con la misma paciencia que lo hacen con una cofradía? Imposible. Es tan desagradable que has de ir a una terapia.

Productos higiénicos junto al altar de la Virgen del Rocío Productos higiénicos junto al altar de la Virgen del Rocío

Productos higiénicos junto al altar de la Virgen del Rocío / M. G. (Sevilla)

En la iglesia de Santiago se ha vivido un Pentecostés muy distinto. No ha habido flores a los pies de la Virgen del Rocío, sino productos higiénicos con destino a la Parroquia de la Blanca Paloma. Ha sido un acierto de la junta de gobierno que preside Manuel del Cuvillo. Todos los gestos que tengan las hermandades son pocos.

Marín, imparable en los medios

Y de las cosas del cielo a las de la tierra. Porque el vicepresidente de la Junta protagonizó ayer su particular hat-trick en los medios de comunicación. Tres apariciones el mismo día. Se ve que siente pelusilla del sermón dominical del presidente Moreno y el sanluqueño lo da todo cada lunes de pandemia. Marín en un desayuno, Marín en un encuentro digital y Marín en Canal Sur Radio. Ya está tardando el vicepresidente en explotar el horario vespertino y, por cierto, en enseñarnos alguna receta de helado, que la de las torrijas queda ya muy atrás en el tiempo. Si por Marín fuera lo veríamos en aquel mítico Últimas Palabras que daban en la televisión en blanco y negro. ¡Al final hasta logró una entrevista radiofónica nocturna! Marín está convencido de que él y sólo él hace política en Ciudadanos en Andalucía. Y no está dispuesto a dejarse fagocitar por el PP andaluz. Distinto es el riesgo que asume con semejante sobreexposición.

Los grandes almacenes funcionan con absoluta normalidad. Se llaman El Corte Inglés, pero se dicen grandes almacenes. Se accede con facilidad a los centros de la Magdalena y el Duque. Un poquito de gel hidroalcohólico y a gastar. En vez de guantes te ofrecen pequeñas bolsas de plástico para cada mano para manejarte en el supermercado, lo cual es mucho más cómodo. Porque a poco que tengas los dedos como morcones no te caben los guantes de la mayoría de los comercios. La clientela guarda la distancia. La alegría no se ha recuperado, pero lentamente se aprecia un rebrote de vitalidad en la ciudad. No están los cuponeros y sí está el cartel de San Antonio Abad que recuerda la obligación de acceder con mascarilla. Y a la salida con el antifaz puesto en cierta noche del año. Los zapateros han reabierto, al igual que las peluquerías. El Gobierno que reguló hasta las peluquerías no ha dicho esta boca es mía sobre el próximo comienzo de curso escolar en 17 comunidades autónomas. Esperando estamos, como los que esperan mesa.

El teletipo del persianazo informa de negocios que no reabrirán. Es una letanía dolorosa, agravada con los comentarios sobre los detalles del cierre, como cuando el personal pregunta cómo murió Fulanito y qué dijo antes de expirar. ¡Qué morbo! Los mas avispados preguntan quién se queda el local, como el que se cuestiona en un velatorio si el muerto dejó arreglados los papeles. Sentido práctico.

Si los pavos desaparecen perderemos belleza, pero la microeconomía ganará. Los pavos en esta ciudad siempre esperan mesa. Nos referimos a los animales, absténganse los retorcidos.

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