Contra el flamenco | Crítica

Flamenco e ideología

  • El presente volumen reproduce 271 textos aparecidos en la prensa española hace 100 años con motivo del Concurso de Cante Jondo

Federico García Lorca, izquierda, La Argentinita y Rafael Alberti.

Federico García Lorca, izquierda, La Argentinita y Rafael Alberti.

La clave del Concurso de Cante Jondo queda expresada por el joven Federico de esta manera: salvar "el tesoro artístico de toda una raza" de "la avalancha grosera y estúpida de los cuplés". Samuel Llano y Carlos García Simón explican el Concurso de Cante Jondo de 1922 en clave social: es una respuesta al antiflamenquismo del momento, así como una consecuencia del andalucismo y del "castellanismo del 98". En definitiva, de los movimientos regeneracionistas decimonónicos. Falla y los demás promotores del Concurso asumen las críticas del antiflamenquismo y tratan de poner a salvo al flamenco: el problema no es la música sino el entorno. Recurren a una vieja idea de Machado Álvarez, y que hoy día goza de estupenda salud: existe un flamenco bueno y otro malo, uno rico y otro pobre, uno decente y otro indecente, uno puro y otro lúbrico, uno privado y otro público. A uno lo llamaron, Falla y compañía, cante jondo, y al otro flamenco, que era un nombre que estaba contaminado por la noche, el alcohol, las peleas y hasta, según señala Llano en su estudio, el crimen.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro.

Si lo explicamos en clave flamenca, resulta que el flamenco del momento, el de los Cafés Cantantes, era un artefacto artístico promiscuo que se mezclaba, a principios del siglo XX, con el cuplé que viene de Francia. Creo que otros prejuicios de carácter moral, los relativos al sexo, naturalmente, no deben ser obviados en absoluto en la consideración de las motivaciones del Concurso. Aunque el regeneracionismo de Falla y Lorca son cuentos de niños si lo comparamos con el de hoy. Creo que a Falla, que era un puritano en su vida privada, no, mayormente, en su obra, le disgustaba la erotización que se estaba produciendo en la escena flamenca del momento en las voces y los cuerpos de Pastora Imperio, con la que colaboró en El amor brujo (1915), Dora la Gitana, la Malagueñita, Lolita Astolfi, Romero de Torres, La Argentina, con la que colaboraría en la segunda versión de El amor brujo (1925), La Argentinita, etc.

La antología de textos del presente volumen, con el de Lorca mencionado arriba, incluye dos estudios interpretativos a cargo de sus editores. La mención a Machado Álvarez que hacíamos arriba no es casual porque esta segunda generación de intelectuales regeneracionistas que representan Falla y compañía asume los valores de la primera, agrupada en torno a la Institución Libre de Enseñanza, según nos narra en su estudio uno de los editores de esta obra, Carlos García Simón, y que, además del padre de los poetas, integrarían, en lo que a lo jondo se refiere, plumas de la trascendencia de Rodríguez Marín o Luis Montoto. Todos ellos ven en lo jondo la encarnación de un ideal patrio. Y el flamenco siempre se escapa de esta, como de otras visiones. Por eso hay una diferencia abismal entre las coplas que recogen estos folcloristas y las que, ciertamente, cantaban los flamencos en los primeros discos registrados, según señala García Simón. No es una casualidad que la mayoría de las letras que se incluyen en Colección de cantes flamencos (1891) se cantaran, no en la época en la que se publicó esta obra, sino en la de Antonio Mairena. Fue, con otras colecciones decimonónicas, una de las columnas en las que se asentó la obra ingente del cantaor de los Alcores. Como he señalado en multitud de ocasiones el flamenco, la música popular española, siempre se escapa de lo que pretenden conceptualizarla en una ideología. Porque el flamenco es un ente vivo y las ideologías, por su propia naturaleza, son una cosa muerta.

Señala García Simón que el Concurso no acabó con las variedades. Ciertamente no de un plumazo, pero es verdad que pocos años después Vedrines creó el concepto de Ópera Flamenca. A raíz del concurso, en una medida mayor que en la etapa anterior, el flamenco pudo programarse sin recurrir a los tragafuegos, los magos y las señoritas sicalípticas. Quizá el origen de la Ópera Flamenca de Vedrines sea este Concurso. Vedrines pensó: "si ustedes quieren flamenco elegante, flamenco culto, qué más elegante que la ópera: viva la Ópera flamenca" en la que el cartel al completo estaba compuesto por artistas jondos, más algunos "bailarines excéntricos" y "charlistas cómicos" como reminiscencia de la etapa anterior. Aunque la Ópera Flamenca fue estigmatizada en la etapa siguiente, el Concurso de Cante Jondo también fue el origen de los concursos y festivales que proliferaron a finales de los años 50 y en las décadas siguientes. Es decir que Ópera Flamenca y la llamado por sus propios promotores "etapa de rehabilitación" tienen un mismo padre en el Concurso, aunque en el caso de la Ópera Flamenca, "contaminada" de comercialidad, fue un ardid de un empresario, quizá podamos considerarlo sólo como padre putativo. Y, sin duda, el Concurso fue el origen del mairenismo, como ideología regeneracionista (esto es un pleonasmo, claro, toda ideología es regeneracionista) del flamenco. Por eso el revival del Concurso tuvo lugar a los 50 años de su celebración, en 1972, al final de la dictadura. Hay una línea, en definitiva, que recorre la historia del purismo flamenco. Una línea que arranca con Antonio Machado Álvarez, alias Demófilo, y llega hasta el mairenismo, pasando por el Concurso de Cante Jondo de Granada. Línea que, no pocas veces, como toda ideología, da la espalda a la realidad: las letras que en definitiva sí cantaban los intérpretes del siglo XIX, el profesionalismo en el caso del Concurso o el ninguneo de artistas como Marchena y Valderrama en los años 60 y 70, véase el programa Rito y geografía del cante, a pesar de que fueran aclamados por el gran público. Y en todas las épocas esta línea obvia el baile, por supuesto, que es, en todas las épocas, el vehículo favorito de expresión del carácter sexual del flamenco. Ver, tan sólo, una parte de la realidad, la que interesa, es la especialidad de las ideologías. Una línea que es fruto, como el resto de los nacionalismos europeos, del romanticismo decimonónico. Lo que más nos choca de la vitalidad actual de esta ideología es su intransigencia xenófoba. Pero luego, miramos el panorama actual de las ideologías y nos damos cuenta de que dicha intransigencia no es exclusiva de purismo jondo. El concepto de pureza goza de predicamento también en muchos sectores de nuestro entorno político.

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