Feliz paseo por la fantasía

El Felicissimo | Crítica

Alba García, Laura Mingo y Marino González: El Felicissimo en el Espacio Turina
Alba García, Laura Mingo y Marino González: El Felicissimo en el Espacio Turina / Luis Ollero

La ficha

EL FELICISSIMO

*** Sevilla HIP Ensembles. Pre-FeMÀS'24. El Felicissimo: Alba García, violín; Marino González, viola da gamba; Laura Mingo, clave y órgano.

Programa:

Johann Jakob Froberger (1616-1667): Toccata III para clave en sol mayor FbWV 103 [Libro secondo, 1649]

Dietrich Buxtehude (1637-1707): Sonata para violín, viola da gamba y continuo en do menor Op.2 nº4 BuxWV 262 [1696]

Johann Jakob Froberger: Plaincte faite à Londres pour passer la Melancolie FbWV 630

Johann Michael Nicolai (1629-1685): Sonata a 2 para violín, viola da gamba y continuo en la menor

Anónimo de Lübeck: Sonata para viola da gamba y continuo en re menor

Johann Heinrich Schmelzer (c.1620/23-1680): Sonata quarta para violín y continuo

Dietrich Buxtehude: Sonata para violín, viola da gamba y continuo en fa mayor Op.1 nº1 BuxWV 252 [1694]

Lugar: Espacio Turina. Fecha: Miércoles 21 de febrero. Aforo: Media entrada.

Da gusto ver a jóvenes músicos tocar con esta pasión y este entendimiento del estilo. El Felicissimo escogió el camino del Phantasticus, música centroeuropea del siglo XVII, anterior a la formalidad corelliana, de una espontaneidad y una fantasía insinuantes, y ofreció un recital breve (acierto, es lo que les toca ahora), con un programa bien escogido, impecablemente explicado (algo poco frecuente) y mejor interpretado.

Laura Mingo empezó tocando una tocata de Froberger con notable claridad en las secciones imitativas y cierta rigidez rítmica en las partes en recitado, pero luego, un poco más rodada, haría el famoso lamento londinense del músico con mucha más libertad, saboreando cada disonancia y cada gesto retórico. En las tres sonatas en trío (dos de Buxtehude y una de Nicolai), se alcanzó un completo sentido dialógico y un perfecto equilibrio instrumental. El violagambista Marino González mostraría luego sus progresos como solista con una pieza anónima en que la buena línea y la afinación destacaron sobre un sonido que resulta aún demasiado igual y tirando a opaco (¿el instrumento?) y sobre una articulación que se resintió un tanto en las partes más ágiles. Alba García, sin mentonera, con el violín apoyado entre el cuello y la parte alta del pecho, estuvo sensacional toda la noche, bien afinada siempre, con un arco relajado, que le permitió un fraseo de extraordinaria fluidez, y una claridad y distinción soberbias en todas las notas en los exigentes pasajes disminuidos. Como solista tocó además de manera excelente, tan delicada como intensa, una de las más populares sonatas de Schmelzer. Amor a primera vista.

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