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Asier Etxeandia. Músico y actor

"Un artista debe ser generoso. Si algo te arde por dentro es para que lo compartas"

  • El intérprete bilbaíno cierra hoy el Singular Fest, en la Plaza de España, con Mastodonte, una propuesta "sin prejuicios" que lidera junto al instrumentista italiano Enrico Barbaro

Asier Etxeandia, en una actuación.

Asier Etxeandia, en una actuación. / Virginia Barrero

Hace unos años, Asier Etxeandia (Bilbao, 1975) giró por los escenarios españoles con una propuesta personal y emocionante, El intérprete. Quienes lo habían visto ya en teatro –en una nueva versión de Cabaret o en sus montajes con Tomaz Pandur o Blanca Portillo– conocían su talento, pero aquella pieza en la que el vasco hablaba con el niño inadaptado que fue, un muchacho que en la soledad de su habitación cantaba a sus amigos invisibles, mostraba el carisma de un monstruo de la escena. Películas como La novia, La puerta abierta o Dolor y gloria –un celebrado papel por el que estuvo muy cerca del Goya– y la serie Velvet reafirmaron después a Etxeandia como uno de los actores del momento. Pero él, inquieto y osado, quería seguir cantando y arriesgándose, y montó Mastodonte con el napolitano Enrico Barbaro. Un grupo que se resiste a las etiquetas y que desembarca hoy en la Plaza de España (22:15, entradas entre 25 y 30 euros) para cerrar el Singular Fest y presentar La transfiguración del mastodonte, que sus artífices definen como "un viaje emocional en forma de concierto". Antes de desplazarse a Sevilla, Etxeandia nos atiende al teléfono en una pausa del rodaje de Sky Rojo, una serie que produce Netflix.

–Enrico Barbaro y usted coincidieron en El intérprete, y se reconocieron como músicos capaces de apostar por lo imprevisible...

–Él era el bajista de aquel espectáculo y, sí, entre nosotros hubo una gran comunicación. Hablábamos mucho de música, podíamos improvisar, nos entendíamos. Escribo canciones desde siempre, pero interpretaba el concepto o el repertorio de otros, y me ardía por dentro algo, lo que yo quería contar. Yo llevaba toda mi vida buscando un músico con el que poner en escena el universo que había imaginado. Y a Enrico le sucedía algo parecido.

–Y la intuición no les falló.

–No. Empezamos a trabajar y descubrimos que había un mundo alucinante por explorar en los sonidos, en la emocionalidad que provocaban. Comprobamos también que a los dos nos gustan los álbumes conceptuales, esos grandes discos que casi guardan mensajes encriptados y cada canción tiene un arco narrativo. Algo que huyera de lo lógico y que activara la imaginación de los oyentes. Y, sobre todo, queríamos hacer un show. Todo empezó a cuajar. Hicimos un álbum que es nuestro hijo, pero es un disco creado para el directo, para propiciar un encuentro con el espectador. Llevamos dos años y estamos orgullosos de lo que hemos conseguido. Hay un público que nos entiende.

–La web Jenesaispop dijo de su directo que "supera cualquier expectativa", y que son "como Queen, pero más bailables y electrónicos".

–[Ríe al oír la comparación] Este show está hecho por y para el público, claramente. Tenemos claro que queremos ser generosos. Lo que debería buscar un artista es conmover, y, si no te interesa eso, quédate en casa y hazte una paja. Si tienes algo que te quema por dentro no es para ti, es para el otro. Esa es nuestra máxima. Nuestra mayor ilusión es hacer volar al público, que los espectadores salgan emocionados del concierto, queriéndose más a sí mismos, creyendo que pueden con todo, que la vida es como te la tomes. Ese es nuestro discurso: que puedes convertir el carbón en diamante.

Enrico Barbaro y Asier Etxeandia. Enrico Barbaro y Asier Etxeandia.

Enrico Barbaro y Asier Etxeandia. / Son Aoujil

–Hay algo muy hermoso en el nombre de Mastodonte. Con él se refieren al fardo de miedos e inseguridades que todos arrastramos. Pero también defender un grupo así es dar un paso adelante, es decir: Somos diferentes, pero a nuestro modo somos bellos...

–Siempre, de alguna forma, yo he sentido que la identidad de cada uno es su mejor arma. Nos intentan meter a todos en un redil, y juegan mucho con el sentido del ridículo para que no salgamos de ahí. Por eso, la libertad radica en no tener miedo. Sobre todo en estos momentos, en los que debemos ser responsables porque hay una pandemia mundial, pero tampoco podemos vivir atemorizados. Yo me enamoro de la gente única, auténtica. Gente con empatía, no egoísta. Si tienes luz, oye, que sea para alumbrar y no para cegar, ¿no?

–En las notas promocionales se dice que si El intérprete trataba sobre "lo que los adultos le hacían al niño, Mastodonte habla de lo que el adulto se hace a sí mismo".

–Bueno, sí, aunque ambas propuestas son muy distintas realmente, salvo que en las dos estoy yo y está mi imaginario. Mastodonte es una banda con más gente, y a mí me emociona mucho cuando la banda tiene más entidad que el hecho de que viene Asier Etxeandia. Yo estoy un poco cansado de eso, porque lo importante no es quién eres, sino qué es lo que haces. En El intérprete contaba el bullying que le hacían al niño; con Mastodonte hablo del bullying que el adulto se hace a sí mismo: todos los miedos, las inseguridades. Superar eso depende de la inteligencia emocional, de la madurez, y es un trabajo de por vida.

"Me cabrea que Spotify te pregunte si haces rock, electrónica o funky. ¡Vete a la mierda, si yo lo hago todo!"

–Ustedes combinan todo tipo de referencias, desde la electrónica o el punk o la música barroca. Algo insólito en un mercado discográfico y en un tiempo en el que tienes que etiquetarte todo el tiempo...

–¿Sabes lo que pasa? Que nos ha pillado ya mayores. Hemos pasado por todas las tribus, luego te das cuenta de que es una gran falta de personalidad, porque realmente en todo arte, en todos los estilos, hay una gran verdad, que tiene que ver con el momento en el que se escribió, con la situación política o econónica... Enrico y yo nos juntamos porque no tenemos prejuicios. Podemos amar a Los Ramones y a María Dolores Pradera por igual, nos gusta la música electrónica más rotunda o una balada de Madonna de los 80. Nuestro referente, sí, es David Bowie, que aunó todo eso para crear una identidad única en la que no se le podía clasificar. Mira, yo creo que el artista tiene que buscar lo inclasificable. A mí me ponía de muy mala leche el hecho de que Spotify te obligara a definirte. ¿Qué hacéis, rock, funky, electrónica? ¡Vete a la mierda, pero si lo hago todo! ¡Si estoy en búsqueda!

–El concierto de hoy en la Plaza de España, ¿será el primero de Mastodonte tras el coronavirus?

–Tuvimos uno en Madrid y fue muy emocionante. La gente aún tiene miedo, pero debe saber que en los conciertos todo está muy medido, que hay una seguridad y una limpieza increíbles, que es más peligroso meterse en un tren o en un avión. Y no debemos dejar de promocionar la cultura. A mí me parece un sueño, algo simbólico, actuar en un espacio como la Plaza de España después de una pandemia. En el concierto anterior se notaba que el público necesitaba algo así, un subidón después de vivir todo lo que hemos vivido. Lo que ocurre en un directo no lo sientes con las redes sociales, no se da en algo que ves en la televisión. Tenemos que mantener esa magia del aquí y el ahora.

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