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Femás'22 | Concierto de Clausura

Un Bach católico para cerrar el Femás

  • El Festival de Música Antigua de Sevilla se clausura este sábado en el Maestranza con la ‘Misa en si menor’ de Bach interpretada por Ton Koopman y sus grupos de Ámsterdam

La Orquesta Barroca de Ámsterdam en una imagen promocional.

La Orquesta Barroca de Ámsterdam en una imagen promocional. / Marco Borggreve

Ton Koopman (Zwolle, 1944) es uno de los más ilustres bachianos del mundo. No en vano fue el primero en registrar en disco todas las cantatas (sacras y profanas) y las grandes obras corales de Bach (Leonhardt y Harnoncourt se le adelantaron con las sacras, pero en un proyecto repartido entre los dos), una magna tarea que empezó en 1995 en el sello francés Erato y terminó justo una década después en su propia marca, Antoine Marchand, división del sello holandés Challenge que el músico bautizó con la versión afrancesada de su propio nombre.

Cuando en 1979 fundó la Orquesta Barroca de Ámsterdam, Koopman era ya un organista y clavecinista ampliamente reconocido en el activo mundo historicista de los Países Bajos. En 1992, en mente ya el enorme proyecto dedicado a Bach, creyó llegado el momento de añadir el Coro, y desde entonces con ambos conjuntos se ha paseado por los mejores teatros del mundo, incluidos los sevillanos, pues Koopman no es debutante en el Femás, además de haber participado también como organista en los ciclos de la Fundación Focus en los Venerables.

El maestro holandés Ton Koopman. El maestro holandés Ton Koopman.

El maestro holandés Ton Koopman. / Camile Schelstraete

Esta vez llega para clausurar el Festival con una de las partituras más monumentales de la Historia de la música, la Misa en si menor de Bach, “la más grandiosa obra de arte musical que ha visto el mundo”, en palabras de Carl Friedrich Zelter, quien fuera director de la Singakademie de Berlín y amigo personal y consejero musical de Goethe. Para cuando Zelter hizo este juicio, la obra no había sido aún ni siquiera publicada (no lo fue por primera vez hasta 1845) y había sobrevivido entre las pertenencias de Carl Philipp Emanuel, hijo del compositor, en cuatro fascículos que habían sido recogidos en su inventario postmortem como Gran misa católica.

Pese a su extraordinaria significación, la Misa no fue concebida de forma unitaria y Bach recurrió para ella a procedimientos paródicos, es decir, empleó música anterior (con certeza en ocho de sus veintisiete números, aunque puede que sea en más). La investigación musicológica ha ido aclarando muchas de las incógnitas que pendían sobre la obra. Hoy sabemos que en julio de 1733, Bach envió al príncipe elector de Sajonia Federico Augusto II el Kyrie y el Gloria, los dos números del Ordinario que seguían utilizándose con cierta normalidad en el culto luterano, con la intención de unirse a la extraordinaria capilla musical de la corte sajona en Dresde, pero su nombramiento de Compositor de la corte llegó de forma tardía (1736) y sólo honoraria. El Sanctus había sido escrito en 1724, al poco de recalar en Leipzig, y fue reelaborado tres años después. Al final de su vida (posiblemente en 1748), Bach juntó las partes, completó la misa y la fasciculó.

Johann Sebastian Bach. Johann Sebastian Bach.

Johann Sebastian Bach. / D. S.

El título de Misa en si menor se lo puso alguien en el siglo XIX y responde a la tonalidad de su primer número, pero en realidad la mayor parte de la composición está en re mayor, que es como terminan las cuatro partes. La obra es una suma antológica de procedimientos antiguos y modernos, entre grandes coros polifónicos, algunos con un acompañamiento de carácter concertante, y arias y dúos en un estilo que no está lejos de la música operística. Bach persigue la unidad mediante recursos armónicos (como ese re mayor de referencia), formales (por ejemplo, los nueve números del Credo se organizan simétricamente en torno al conmovedor Crucifixus central) y cíclicos (el Dona nobis pacem final es parodia de un coro de la propia misa, el Gratias agimus tibi del Gloria).

La más ortodoxa interpretación de la misa obliga a cinco voces de solistas (dos de ellas de soprano), un coro de al menos ocho voces (ya que el Osanna in excelsis es de carácter policoral) y la orquesta. Koopman viaja a Sevilla con sólo cuatro solistas y parece haber decidido que el dúo del Christe, originalmente escrito para dos sopranos, lo asuman la soprano y el alto, un hecho que yo no recuerdo haber visto nunca en ninguna interpretación de la obra. De los cuatro solistas, el bajo Klaus Mertens es una autoridad absoluta en la materia, uno de los más insignes intérpretes bachianos de las últimas décadas, mientras los otros tres (Ilse Eerens, Clint van der Linde y Tilman Lichdi) son cantantes aún jóvenes, y aunque no especialmente célebres, tienen ya una sólida trayectoria detrás.

Cierre pues monumental, y como suele ser habitual en el Teatro de la Maestranza, que coproduce el espectáculo, para la trigesimonovena edición del Femás, que ha sido la de la recuperación tras la pandemia (de hecho, muchos de los recitales habían sido programados para la edición de 2020, finalmente no celebrada), una edición con un muy apreciable nivel artístico, pero que también ha conocido la cancelación de dos conciertos (los que tendrían que haber ofrecido el Ensemble Brudieu el 27 de marzo e Ian Bostridge y Juan Pérez Floristán el 7 de abril), un hecho insólito en la historia del certamen. En 2023, el Festival de Música Antigua de Sevilla, la más importante muestra de música clásica de la ciudad, cumple cuarenta ediciones. Quizá merezca ya una infraestructura administrativa más poderosa y eficaz, como, por ejemplo, una oficina permanente. Aunque lo más seguro es que haya que seguir esperando.

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