El Festival Turina no celebrará su séptima edición este año

Música

El certamen de música de cámara venía realizándose en Sevilla desde 2007 con carácter bienal pero su directora artística, Benedicte Palko, opta por "congelar" la cita ante los riesgos financieros

Ensayos del Festival Turina en el Patio del Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo en 2017.
Ensayos del Festival Turina en el Patio del Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo en 2017. / Belén Vargas
Charo Ramos

06 de septiembre 2019 - 20:00

Sevilla/El Festival Internacional de Música de Cámara Joaquín Turina, que venía desarrollándose en Sevilla con carácter bienal desde 2007, no celebrará este mes de septiembre su séptima edición. La capital andaluza pierde así, al menos este año, un certamen que había enriquecido su calendario cultural y que ofrecía una estimulante asociación de músicos veteranos y emergentes con las composiciones de Joaquín Turina como hilo conductor.

La propuesta había llamado la atención del público especializado en España y también internacionalmente. En su última edición, celebrada en varias sedes de la ciudad en septiembre de 2017, el Festival Turina consiguió que la reina doña Sofía, una reconocida melómana e intérprete de piano, uniera su nombre al certamen y aceptara asumir la Presidencia de Honor.

La decisión de "congelar" esta séptima edición del Festival Turina la tomó meses atrás su directora artística y fundadora, la pianista noruega Benedicte Palko (Stavanger, 1972), pero no había trascendido. Ella, según recordaba a este medio, creó el Festival Turina hace ahora 12 años "con la idea de unir el nombre del más ilustre compositor local del siglo XX con la música de cámara y la formación de los jóvenes".

El certamen arrostró problemas de financiación desde prácticamente sus comienzos y llegó incluso a estar oficialmente cancelado entre mayo y julio de 2016. Sin embargo, ofrecía desde su primera convocatoria una explosión de actividades en sólo siete días que logró dinamizar la ciudad y despertar el entusiasmo de estudiantes, micromecenas y benefactores, pues la cita se nutrió sobre todo del apoyo privado.

Las dificultades para acompasar las necesidades artísticas con los ritmos y plazos de la burocracia administrativa habían lastrado el desarrollo de un evento que fue pronto muy apreciado en el ámbito de la música clásica, donde los calendarios y agendas se cierran generalmente con varios años de antelación dado el nivel de exigencia internacional de los artistas convocados.

En 2015, en declaraciones con este medio, Palko reiteraba que si lo económico no estaba solucionado como mínimo medio año antes de la celebración del festival no repetiría, "porque el desgaste y la presión son enormes". El Festival Turina estuvo contra las cuerdas en varias ediciones y su fundadora lamentaba que "Sevilla no sabía aprovechar el potencial de marca que significa un festival que, con un presupuesto y un tamaño modestos, pasea con grandeza por el mundo el nombre de uno de sus mejores compositores".

La oboísta Cristina Gómez Godoy encabezó el cartel en 2017.
La oboísta Cristina Gómez Godoy encabezó el cartel en 2017. / Belén Vargas

El proyecto del Festival Turina se llevaba a cabo gracias a una entusiasta red de apoyos privados y a una tímida aportación pública. El Ayuntamiento, por ejemplo, ofreció una ayuda hasta la tercera edición de 25.000 euros en tanto que el Ministerio de Cultura, a través del Inaem, y la Junta de Andalucía, fueron más reticentes a apoyar el proyecto.

Esto obligaba a Palko a presentar su cartel sin haber comprometido toda la financiación, lo que le generaba un estrés constante a la pianista, que este otoño retomará sus compromisos artísticos en el extranjero y la carrera como intérprete y docente que había ido dejando de lado por la obligatoriedad de ser no sólo directora artística del Festival sino también su gestora y responsable económica.

En la última edición celebrada, la sexta, resultó decisiva la implicación personal del delegado municipal de Cultura Antonio Muñoz, y de su directora general Isabel Ojeda. Su departamento aportó 30.000 euros de subvención que permitieron despejar el horizonte y hacer posible el certamen, retomándose la línea de apoyo municipal de los primeros años, interrumpida en 2013 y 2015.

Benedicte Palko soñaba con que el Festival Turina se alternara en los años impares con la celebración del festival sevillano por excelencia, la Bienal de Flamenco, que se extiende durante casi un mes en los años pares y concentra gran parte de los presupuestos municipales en Cultura. Pero esa pretensión no encontró eco en las administraciones, o al menos una respuesta ágil que permitiera desarrollar el potencial de la cita, cuyos conciertos grabó Radio Nacional de España (RNE) y despertaban la atención en España. Entre sus patrocinadores se contaban principalmente empresas de fuera de Sevilla, con excepciones como la Fundación Cruzcampo, Inés Rosales o la academia ELI que dirige la canadiense Victoria Stapells, una de las mecenas más implicadas en la vida musical sevillana.

Una de las bazas de la cita era su celebración en espacios singulares de la ciudad que difícilmente abren sus puertas con fines culturales al público, como ocurrió con la Casa Salinas o la Capitanía General. La posibilidad de ver en formaciones de cámara a solistas de renombre internacional poco conocidos hasta entonces aquí, como el pianista Bengt Forsberg, los violonchelistas Gary Hoffman e István Várdai o la violinista Esther Hoppe era otro atractivo de un festival que supo atraer a talentos españoles que triunfan en el extranjero, como la oboísta jiennense Cristina Gómez Godoy.

La cita llegó incluso a crear la Banda Sinfónica del Festival para promover la música de banda escrita por Turina. Pero fue sobre todo su compromiso e interés con la formación musical de los jóvenes -a través de becas y clases magistrales- lo que la singularizó. El tiempo dirá si toda esa actividad echó raíz y reverdecerá en el futuro o engrosará la lista de los festivales que Sevilla no pudo salvar.

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