Homenaje al Lebrijano | Crítica

Fuerza totémica por seguiriyas

Inés Bacán y Antonio Moya participaron en este homenaje a Juan Peña 'El Lebrijano'.

Inés Bacán y Antonio Moya participaron en este homenaje a Juan Peña 'El Lebrijano'. / Grupo Joly

Impresionante la fuerza totémica de llorona medieval de Inés Bacán por seguiriyas. Es indiferente que elija un tema, Me vienen siguiendo, que ha sonado minutos antes en la garganta de Diana Navarro. Lo que en la malagueña es preciosismo gutural en Bacán es un llanto prolongado que nace de las entrañas, tan sereno como inconsolable. Un monumento, cada vez que se sube a la escena la cantaora. Navarro cantó a capela y recitó el desconsolador texto de Félix Grande. Los universos de Juan Peña están poblados, también, de poetas: Grande, Caballero Bonald, Lorca, García Márquez. Se trata de elegir un tema del vasto repertorio del de Lebrija pero José de la Tomasa prueba a homenajear a su amigo y maestro con un cante por soleá. Y le sale redonda. En la misma línea Tomás de Perrate canta "unas letritas por  bulerías que solía hacer mi tía La Perrata". Dorantes también se acuerda de su abuela con Los gitanos, tema favorito de la cantaora, madre del homenajeado. Y luego asombra con unas Bienaventuranzas rotundas, incontestables en la voz de José Valencia, sin duda el heredero espiritual de Juan Peña. Con su prima Anabel Valencia saltamos de La palabra de Dios a un gitano a Persecución con los cantes por galeras que siempre mantuvo El Lebrijano en su repertorio. En la misma línea La Macanita se vuelca en el éxito de aquella obra Libres como el aire. María Peña se va a Lágrimas de cera con la bulería Del cielo al Rocío mientras que nos recuperamos del reencuentro con la voz de Pepe de Lucía, que fue el primer prodigio de su casa, haciendo Sangre, sangre, otro tema de Persecución. Etcétera.

La puesta en escena no está a la altura, con tiempos muertos interminables y proyecciones repetitivas y triviales. El lío de los vídeos supuso la pérdida de 20 minutos preciosos de un espectáculo de tres horas, un espacio escénico embarullado y caótico en el que el público no entendió nada. Un teatro no es un festival de verano.

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