Iberian & Klavier Piano Dúo | Crítica

Rebeldes contra el destino

Laura Sierra y Manuel Tévar forman el Iberian & Klavier Piano Dúo

Laura Sierra y Manuel Tévar forman el Iberian & Klavier Piano Dúo / P. J. V.

En la segunda entrega de su ciclo Beethoven para Juventudes Musicales, Laura Sierra y Manuel Tévar elevaron la intensidad de su primera comparecencia. Como si la enojosa situación actual les hubiera desatado una furia, una rabia interior, una rebeldía, sus interpretaciones crecieron en contrastes, en tensión y en decibelios, e incluso, en algunos momentos, pareció que sacrificaban la finura del sonido al ardor, el arrebato, el grito de furia.

Así en el Allegro con brio que abre la 2ª sinfonía tras una introducción lenta de acordes violentos y dinámicas extremas. El tiempo rápido llegó jovial, refrescante, y se hizo fulgurante en su despliegue, sin que ello hiciera perder claridad a las texturas. En el Larghetto el relieve textural y dinámico se hizo compatible con un tratamiento agógico muy flexible, una de las marcas de estas versiones, que en momentos parece que fueran improvisadas. Tras el saltarín Scherzo, la potencia sonora se impuso en un Finale en el que casi todo sonó por encima del mezzoforte, se jugó con algunas retenciones sugerentemente expresivas y se culminó con una coda vibrante.

No deja de resultar curioso que el motivo inicial de la 5ª sinfonía de Beethoven apareciera ya esbozado en el arranque de una de las raras obras escritas por el compositor para esta especialidad del piano a cuatro manos, la Sonata Op.6. El destino llamó a la puerta de Beethoven con ese motivo de la . Eso dice la leyenda. Pero venía anunciándose desde antiguo, y la sinfonía fue el campo de batalla con el que el músico lo esperaba. El Iberian & Klavier se acercó a él con una variedad extraordinaria de matices, en las dinámicas, en los tempi, enfatizando acentos y sforzandi en un Allegro con brio de colosal vigor. El contraste con el delicadísimo comienzo del Andante con moto resultó de enorme expresividad, reforzada, una vez más, por el flexible tratamiento del tiempo. Un tiempo estirado hasta el más misterioso Scherzo que yo haya escuchado nunca, basado además en una pulcra articulación en staccato. La energía desatada del Finale hizo retumbar la sala. Fue el último grito contra el bicho. Después, en la propina, quedó flotando Bach como un canto de esperanza. Que buena falta nos hace.

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