Jesús Gonzalo | Obituario

Muerte de un crítico

La última foto subida por Jesús Gonzalo a su Facebook (27 de junio)

La última foto subida por Jesús Gonzalo a su Facebook (27 de junio)

Me entero por una nota del compañero Manuel Lombardo en Facebook. Ha muerto Jesús Gonzalo. Y me cuesta reaccionar. Conocí a Jesús hace cerca de veinte años, en aquel suplemento cultural que tuvo en sus inicios este diario y al que él llegó para escribir de jazz. Venía a sustituir a Ángel Gómez Aparicio, lo que significaba que no lo iba a tener nada fácil, porque Ángel –fallecido también muy prematuramente, en mayo de 2018, ¿qué macabra fatalidad es esta?– era uno de los grandes críticos españoles del género. Me reconoció que sentía la presión que eso significaba, pero no pareció afectarle mucho. Con sus primeras colaboraciones (que fueron también las últimas, porque lamentablemente nuestro querido Culturas no duró mucho más) demostró sobrado conocimiento del tema y un estilo ágil y profundo, que creo es la seña fundamental de su tarea como crítico y divulgador.

Sus intereses iban más allá del jazz. Jesús Gonzalo era en realidad un apasionado de toda la experiencia cultural del último siglo, singularmente de la musical, pero demostró también, por ejemplo, ser un agudo comentarista cinematográfico. Su personalidad intelectual sintonizaba bien con la de un Manfred Eicher o la de un Stefan Winter, productores y fundadores de sellos discográficos (ECM y Winter & Winter, respectivamente) de mirada ancha y desprejuiciada sobre la música contemporánea, el jazz y las renovadas formas de interpretación del repertorio antiguo y clásico.

No fuimos ni mucho menos amigos íntimos, ni siquiera llegué a conocer detalles elementales de su vida personal, pero mantuvimos contacto a través del correo electrónico, las redes y algunos encuentros casuales, siempre en teatros y auditorios. Hace unos años me llamó. Tenía unos artículos que pensaba encajaban bien con Scherzo, y quería que yo le hiciera de presentador. Lo puse en contacto con Luis Suñén, que era entonces el director de la revista, seguro de que veríamos pronto su firma en ella. Y así fue. Que sus colaboraciones estuvieran dedicadas a Frank Zappa, la música de Henri Mancini para Sed de mal, John Cage o Lou Harrison hablan a las claras de la amplitud de su mirada crítica, una mirada que fue también cultivando y puliendo en el personalísimo proyecto de su blog, convertido luego en mucho más que eso.

Noiself es en realidad una de las más lúcidas ventanas abiertas desde España a la creación musical contemporánea. Leo ahora sus últimas entradas, en especial la dedicada el 1 de julio al pianista Herbert Henck e identifico al crítico exhaustivo y escrupuloso, esforzado en la documentación, tan cuidadoso del fondo de sus artículos como de los detalles y de la forma (la composición de los textos, la tipografía, las fotos…), un espíritu creativo, enemigo de las prisas, las chapuzas y la mediocridad, para quien la claridad expositiva no estaba reñida ni con la elegancia expresiva ni con la poesía.

En los últimos años, Jesús se había embarcado además en otras experiencias. Primero, la producción de festivales de jazz (Jerez, Bahía de Cádiz, Ronda). Después convirtiéndose desde 2015 en mánager de MAP, el trío formado por el pianista Marco Mezquida, el saxofonista Ernesto Aurignac y el baterista Ramón Prats. Con ellos había recorrido toda la geografía de festivales españoles y viajado al extranjero en giras diversas, la última en marzo pasado por Rumanía. Todo ello está documentado y puede verse y seguirse en las redes, en su web.

Paradójicos tiempos los que vivimos, en los que la globalización ancha de las relaciones se hace compatible con el funesto cultivo de las segregadoras identidades grupales y colectivas de todo tipo. Pero al fin es posible también esto: el convencimiento de que la identidad siempre es personal y uno la construye durante toda su vida a base de afinidades electivas. Un tipo al que conocí someramente y que escribía sobre música ha muerto demasiado joven. Pero ahí deja su trabajo (sensible, apasionado, hondo) sobre algunos intereses compartidos, suficiente para sentirme más cerca de él que de la inmensa mayoría de la gente con la que me cruzo a diario. Séale la tierra leve.

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