La Hispaniola | Crítica

Diálogos entre Bach y su sombra

Leo Rossi, Ventura Rico y Mercedes Ruiz, La Hispaniola en el Alcázar.

Leo Rossi, Ventura Rico y Mercedes Ruiz, La Hispaniola en el Alcázar. / Actidea

Las tres sonatas para viola da gamba y clave de Bach no nacieron como una serie, sino que fueron trabajos aislados (y posiblemente tardíos: Leipzig, en torno a 1740) realizados a partir de obras preexistentes. De hecho, de la se conserva una versión más antigua para dos flautas y bajo. Es muy posible que la derive también de una sonata en trío, mientras que para la se ha propuesto algún concierto perdido, no sólo porque su estructura tripartita es la del género concertístico y no el de la sonata, sino también por la aparición de los característicos ritornelli en los tiempos extremos.

Bach escribió estas sonatas para viola y clave obbligato, lo que significa que son en realidad tríos, con el clavecinista llevando dos voces. Ventura Rico ha traspasado la mano derecha del teclado al violín y la izquierda (la del bajo) al violonchelo para presentar las obras en el Alcázar junto a Leo Rossi y Mercedes Ruiz, compañeros como soportes esenciales de la Orquesta Barroca de Sevilla desde sus inicios.

Como estas sonatas no son obras especialmente virtuosísticas para la viola y la separación de las manos del clavecinista en dos intérpretes diferentes facilita también la ejecución de las otras dos partes, la interpretación no resulta muy exigente en el terreno puramente mecánico, por lo que los tres solistas pudieron centrarse en profundizar en la riqueza de detalles de una música que tocaron con exquisita sensibilidad. De sus versiones cabe destacar la mesura de los contrastes, la sinuosidad de un fraseo en el que los acentos no fueron forzados en ningún caso y la claridad del tejido polifónico, apoyada en un gran equilibrio entre los tres instrumentos (especialmente afortunada me pareció en este caso la amplificación), sostenidos por un bajo de notable solidez, y en un rigor rítmico que no supuso ni mucho menos rigidez.

En el terreno expresivo, llamaron la atención los tempi escogidos para los movimientos lentos, que fueron muy lentos, lo que creó en algunos momentos una tensa sensación de estatismo, como en el tercer movimiento de la o en el primero de la . Especialmente contemplativo resultó el tiempo intermedio de la . Más curiosos me parecieron los imitativos tiempos rápidos, en los que el timbre cobró un papel protagónico en el juego de diálogos cruzados: la dulzura aristocrática de la viola pareció estar calmando siempre el carácter más agreste y rústico del violín.

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