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Teatro

Marco Layera reflexiona sobre los mecanismos de la violencia del Estado

  • Tras el éxito de 'La dictadura de lo Cool', el director chileno regresa al Central con su compañía La-Resentida para presentar su último trabajo 'Oasis de la impunidad'

Marco Layera reflexiona sobre los mecanismos de la violencia del Estado / Juan Carlos Vázquez

En marzo de 2019 tuvimos ocasión de conocer y de aplaudir su obra La dictadura de lo Cool, que llegaba al teatro Central tras dos años de éxitos, entre otros, en el Festival de Aviñón.

En ella, con seis personajes en el escenario entre los que se encontraba un Ministro de Cultura, la ironía y la sátira política y social brillaban por encima de todo.

Una ironía que ha desaparecido casi por completo en Oasis de la impunidad debido sin duda a lo acontecido con posterioridad. Como recordarán, el 18 de octubre de 2019 estalló una revuelta social de terribles consecuencias en las calles de Santiago de Chile.

Una difícil situación a la que seguiría una pandemia especialmente dura para el teatro y, recientemente, el pasado 4 de septiembre –día en que, en 1970, Allende accedía al poder- se rechazaba una nueva Constitución que debía sustituir a la vigente desde la dictadura de Pinochet.

Este Oasis de la impunidad, la pieza que se presenta esta noche en el Teatro Central es, sobre todo, el resultado de ese momento terrible que atraviesa Chile y, de un modo u otro, todo el planeta.

Así lo contaba el director chileno Marco Layera en un camerino del teatro Central: “Desde el 23 de octubre de 2019 teníamos toque de queda; luego siguió la pandemia y, lo peor, ha sido el fracaso a la hora de intentar cambiar la Constitución ya que, a pesar de la tremenda campaña transversal que han llevado a cabo para satanizarla, era una Constitución comprometida y bellísima que ampliaba extraordinariamente los derechos sociales, amén de brindar una plena paridad de género y asignar puestos para representantes indígenas”.

Layera (1977), que además de teatro estudió Derecho y se especializó en Criminología, fundó en 2008 la compañía chilena La Re-Sentida con un grupo de actores que comparten, como otros muchos jóvenes de su país, el sueño de modificar las estructuras sociales.

Gracias a sus éxitos internacionales, además, Layera ha encontrado nuevos cómplices en Alemania, donde ha tenido la oportunidad de trabajar con compañías tan emblemáticas como la Shaubühne am Lehniner Platz de Berlín o la Münchner Kammerspiele de Munich, coproductoras, entre otras, de este espectáculo.

“En Oasis de la impunidad queremos proponer una reflexión sobre la naturaleza de la violencia estatal, con la enorme militarización que se está produciendo en el país, y cómo los militares –que tampoco son personas libres- ven a la población civil como si fuera el enemigo. Por dar un solo ejemplo, diré que hay 400 personas ciegas como consecuencia del estallido de octubre. Nos preguntamos cómo esta violencia, este terror, habita y desborda los cuerpos. ¿Cómo puede una sociedad democrática legitimar el uso de la violencia? ¿Es que no existen otras prácticas?”, se pregunta el director artístico de la Re-sentida.

Y si en su obra inmediatamente anterior, Paisajes para no colorear, había mucho texto y culminaba en un manifiesto feminista, en Oasis de impunidad el grupo se basa casi exclusivamente en el teatro de imágenes.

Hay, en efecto, pocos textos en la obra, ya que, según Layera “no queríamos que la palabra fuera el eje de la puesta en escena porque después de la pandemia ha habido una discursividad terrible. Pero sí hay un texto final que, sin ser didáctico, explica un poco la intención del espectáculo; para que no se quede en una abstracción excesiva. No quería hacer algo intelectual sino un teatro que dialogue con la mayor cantidad de público posible”.

Cuenta también el director que sí hay, en cambio, una coreografía muy compacta, obra de dos compañeros que proceden del campo de las danzas urbanas, del hip-hop, aunque la danza no se vea abiertamente en la obra.

Todo comenzó con un laboratorio escénico, facilitado por el Instituto Goethe, al que acudieron más de 500 personas de todo Chile. De estos se eligieron 200, “con los que estuvimos trabajando ocho días de una manera horizontal en un proceso muy bello y muy catártico en torno a nuestras vivencias; nos preguntábamos cómo representar un estado que puede hacer contigo lo que quiere y a partir de ahí, cómo pantear cortocircuitos, callejones sin salida que nos permitan discutir con los espectadores.”, sigue contando Layera.

Y a pesar de reconocer –añade- que lo que se ha vivido en la calle en estos últimos años es mucho más fuerte e interesante que cualquier ficción, el director afirmó que no le parecía ni ético ni estético pretender trasladar al escenario lo que ocurre en la calle y que no le debe nada a la realidad, a pesar de su compromiso con ella.

“Sencillamente utilizamos los lenguajes del teatro para ver cómo se va construyendo la violencia estatal y cómo influye en los ciudadanos. Es cierto que el público percibe la violencia, el culto al miedo que estamos sufriendo en todas partes –resabios del autoritarismo-, pero también hay una gran belleza. Intentamos hacer un teatro que sea una experiencia total. Esta obra es muy teatral, no en el sentido convencional del término sino en un sentido atávico si se quiere. Es una obra que no deja indiferente a nadie”, sentenció para terminar.

Con ocho intérpretes en escena y un invitado de un grupo teatral sevillano Oasis de la impunidad estará hoy y mañana a las 21:00 en el Teatro Central.

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