Un panfleto sobre la identidad

Margen | Crítica

Un momento de Margen en el Espacio Turina
Un momento de 'Margen' en el Espacio Turina / P.J.V.

La ficha

Margen

*** Banco de Proyectos. ICAS. Solistas: Álvaro Romero, cantaor; Antiel Jiménez, performer. Proyecto Ocnos: Pedro Rojas, guitarra eléctrica; Gustavo A. Domínguez, clarinetes. Escenografía: Cachito Vallés. Vestuario: Rafa Garhés. Producción y vídeos: Abelardo Castro. Sonido: Javier Mora. Concepto, iluminación y dirección: Rafael R. Villalobos.

Programa: Obras de Helmut Lachenmann, Pietro Antonio Giramo, Richard Wagner, Álvaro Romero y Proyecto Ocnos.

Lugar: Espacio Turina. Fecha: Martes, 11 de enero. Aforo: Media entrada.

Proyecto Ocnos sigue participando de las más interesantes experimentaciones musicales que pueden seguirse hoy en Sevilla. Otra vez de la mano de Rafael R. Villalobos (como en Hafune o Marie, espectáculos que se vieron el curso pasado en la ciudad), el dúo insufló aire (nunca mejor dicho) y vida a un proyecto asentado en textos del poeta y performer granadino fallecido en 2018 Miguel Benlloch, de Alex Espinoza y del propio Villalobos, que volvió a recurrir a las más que discutibles y acientíficas teorías de Foucault sobre la construcción cultural de la orientación sexual para montar una hora de teatro de muy calculada ambigüedad, difícil de descifrar en todos sus detalles, pero al que las costuras panfletarias sobre la identidad masculina vista en clave posmoderna se le notaron demasiado.

El cantaor gaditano Álvaro Romero recitó casi en forma de rap flamenco muchos de los textos de Benlloch e incluso se atrevió con La pazza, un lamento barroco de Pietro Antonio Giramo, con la guitarra de Pedro Rojas haciéndole un singular ostinato. Ocnos aportó acompañamientos que, aun en su heterodoxia normativa, funcionaron más que correctamente, gracias al estupendo control del ritmo, las dinámicas y el uso ocasional de la disonancia.

Todo terminó con una grabación del Liebestod de Isolda distorsionada electrónicamente (algún wagneriano podría cortarse las venas, ciertamente) mientras Antiel Jiménez se duchaba en espuma, un símbolo críptico más. Desde el punto de vista musical lo más impactante fue la extraordinaria interpretación que hizo Gustavo A. Domínguez de Dal niente de Lachenmann, una obra para clarinete solo de 1970 y casi un cuarto de hora de duración que explora también márgenes, los del sonido, el silencio, el fluir del aire y el ruido. Música inquietante, interrogante, aún más en el tratamiento escénico de Villalobos, con el clarinetista persiguiendo por la escena al performer semidesnudo que le ofrecía la partitura en una tablet. Un momento de fascinación entre tanto follaje.

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