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Verso libre | Crítica de flamenco

Al alba, por soleá

En el principio eran tres, cante, guitarra y baile.

En el principio eran tres, cante, guitarra y baile. / Lolo Vasco

Lo primero que ha hecho María Moreno o, en este caso, Rafael R. Villalobos, el director de escena de su último espectáculo y responsable del concepto escénico de este, es dibujar en el suelo un gran círculo de sal.

Es sabido que los círculos de sal protegen lo que se considera valioso y María, ya en plena madurez artística, tiene claro que en el próximo trabajo que ha empezado a crear con la complicidad del Festival de Itálica, quiere dejar solo unas pocas cosas esenciales.

De este modo, a pesar de que ella lo ha definido como work in progress, está claro que su nueva pieza comenzará con uno de los puntales del flamenco. Una solea con la que, en More (no) More, el espectáculo que estrenó en la pasada Bienal, obtuvo el Giraldillo al Momento Mágico.

En el alba de esta nueva aventura, Moreno se presenta sola y completamente vestida de blanco, mantón incluido, porque como ella misma nos diría luego, “este es el comienzo, así que ya se verá si aparecen más colores”.

Muy pronto invitará a entrar en su círculo a dos grandes aliados: la guitarra precisa y profunda de Juan Requena y la voz magnífica, siempre cargada de verdades y sentencias, de Pepe de Pura. Desde el patio de butacas, una Carmen Ledesma convertida en la Gran Madre, la chamana de la ceremonia, les recuerda y nos recuerda que la soleá es también madre y columna portante del flamenco, antes de entrar en el círculo y dejar un breve, pero sabrosísimo apunte de la misma.

Así, en una noche mágica de verano, en un círculo mágico y protector, Verso libre se abrió con una larguísima soleá de Alcalá en la que cada uno de los tres pilares centrales del flamenco -cante, baile y guitarra- dio lo mejor de sí, llegando al alma, arrancando algunos ‘oles’ -tan escasos últimamente-, y recordándonos que, por muchos caminos que emprendan los nuevos artistas, la esencia permanece y sigue nutriendo con una savia que nunca se agota.

Más tarde, animada desde el fondo por el oráculo Ledesma –“Sigue tu camino y no renuncies a nada”, le dice a la gaditana-, María da rienda suelta a sus inquietudes de joven creadora. Improvisa con la luz en un cubo, repite frases coreográficas desde una silla con los poéticos acordes de Requena y deja entrar en el círculo a su última invitada: el flamenco del siglo XXI en la figura de Rosario La Tremendita.

Con el arte sin prejuicios de esta personal cantaora, pegada últimamente a su bajo eléctrico, Moreno estableció un diálogo lleno de complicidades al que las letras y el buen cante de Rosario aportaron una rara profundidad.

Apuntes, o versos, todos ellos muy libres, que nos depararon una magnífica velada, y que presagian un poema de gran calado. Ojalá que sea así.

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