Ovejas negras, pestes contemporáneas
El hijo zurdo / Estreno en Movistar+
En una escena del tercer episodio de los seis de El hijo zurdo, nueva serie creada y escrita por Rafael Cobos (guionista habitual del cine de Alberto Rodríguez) para Movistar+ a partir de la novela de Rosario Izquierdo, el personaje del padre de familia (Alberto Ruano), político municipal con aspiraciones a ser el próximo alcalde de Sevilla, corre por el paseo junto al río. Una llamada de trabajo, porque recibe muchas, claro, interrumpe su carrera. Mientras habla ve pasar una rata y tras colgar mira hacia el lugar donde se ha escondido. Allí la ve de nuevo, rodeada ya de otras ratas que se comen lo que parece un gran barbo muerto en la orilla.
Aunque su asunto central no es otro que el de la relación de una madre (María León) con un hijo (Hugo Welzel) que ha canalizado su rebeldía y su malestar adolescente hacia la violencia neonazi, El hijo zurdo no renuncia, en esa escena y también en muchas otras, a elevarse como nuevo relato colectivo y multicapas de una ciudad y sus dinámicas, recordándonos tal vez con demasiada insistencia y subrayado excesivo que aquellos juegos de poder y clase en la Sevilla de la Peste del XVI siguen siendo los mismos después de otra gran pandemia en pleno 2023.
Nos interesa mucho más la mirada cercana a ese otro meollo intrafamiliar en el que se cuece el (melo)drama que articula la serie, a saber, el dibujo zigzagueante de la relación entre esas dos ovejas negras que son madre e hijo en el seno de un clan rico y acomodado que representa a las capas altas de la sociedad que siguen siendo, junto a las hermandades de Semana Santa, la política o la empresa, se insistirá mucho en ello, las que manejan los hilos del poder local.
Cobos ha sabido articular bien esas dinámicas más íntimas de la disidencia y la cárcel interior, el estar fuera de sitio o el gesto rebelde y radical como gritos de atención en un entorno que sólo consiente las adhesiones incondicionales y la fidelidad a las leyes de la tribu. Con todo, su serie se sigue resintiendo de esos tics que nos vienen molestando desde propuestas previas, a saber, esa manera de escribir diálogos para los personajes, sean estos un alcaldable, una niña bien de los Remedios o una limpiadora de las 3.000 (Tamara Casellas), que siempre tienen una réplica ingeniosa o una sentencia elocuente que decir o responder, líneas a través de las cuales se insiste, por si quedaba algún rezagado, en recordarnos que, en realidad, estamos en un contexto más grande y, sobre todo, más importante, que el que afecta a las pequeñas vidas, contratiempos y miserias de nuestros protagonistas.
El hijo zurdo nos pone el cebo a las primeras de cambio, con ese hijo que ha decidido emprender el camino de la violencia racista como forma de ruptura familiar con una madre en crisis y un padre ausente, para abandonar sus motivaciones por otros asuntos adyacentes. Se siente así algo artificial o demasiado didáctico ese descenso de la madre rica a los barrios y rincones marginales de la ciudad (donde también se cuece el germen del odio en sus paredes: “España Blanca”), no digamos ya todas esas escenas protagonizadas por el padre donde las ambiciones políticas pasan por encima de la menos exigente de las lógicas respecto a la situación que vive el hijo en el hospital después de una paliza de vuelta, todo sea por insistir una vez más en ese gran marco general de este retrato de grupo en descomposición.
El hijo zurdo descansa también sobre una operación narrativa, estética y formal destinada a atraer a nuevos públicos más jóvenes a las ficciones en serie de plataformas. Los episodios focalizados en personajes, las músicas electro-flamencas con letras alusivas o el uso del formato de pantalla y aplicaciones de teléfono móvil para algunas escenas responden sin duda a una vocación de integración posmoderna que, sin embargo, no puede competir con la solidez del pulso más clásico en la puesta en escena, la cercanía a los rostros en intensos primeros planos o el excelente trabajo de localizaciones, que vuelven a explorar una ciudad bastante alejada del tópico y, sobre todo, de su centro histórico, como potente paisaje urbano que dota a la serie de una fuerte identidad.
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