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Rafael Riqueni | Crítica

Forever young

Rafael Riqueni en la presentación de 'Herencia'

Rafael Riqueni en la presentación de 'Herencia' / Óscar Romero/ICAS

Conoce los secretos de las íntimas relaciones de las notas pero sabe darle a cada una de ellas su espacio. Es el más joven de la familia jonda. ¿Quién se atreve hoy a dar un concierto de dos horas prácticamente solo sobre las tablas? Fue un Viaje a la semilla o El curioso caso de Benjamin Rafael Riqueni Button: del repertorio actual, las nuevas composiciones que presentaba, al de principios de los ochenta. Solo que los fandangos dedicados al Niño Miguel suenan de una actualidad pasmosa, una vez desaparecido el mítico tocaor onubense y que Riqueni haya tenido que seguir un destino similar al de aquel, aunque no tan dramático y con un hermoso final feliz que es la segunda juventud de la que está gozando el de Sevilla. También fue ganando confianza técnica conforme avanzaba la noche porque Riqueni, como los verdaderos maestros, atesora un enorme respeto a su público. En Riqueni vemos su pasado, lo que fuimos, y su futuro, lo que seremos. Pero su música será siempre joven, tendrá ese marchamo de lozanía sentimental o tristeza rítmica. Nos romperá por dentro, otra vez, con esas armonizaciones sorprendentes, prodigiosas, naturales, y será infinitamente elegante, sutil, sencilla, comedida. Este músico es barroco y austero, sentimental y natural. Pero con toda la conciencia de lo que está haciendo. La música de Riqueni llega a todos los públicos porque es diáfana, porque sale de lo que nos une e iguala, del corazón, de la emoción: no es un intelectual de lo jondo ni tampoco un atleta. Nunca lo fue, menos lo va a ser hoy. Su música es fresca y al mismo tiempo ha patentado una forma morosa, pastueña, de componer y de tocar. Y de apoderarse de composiciones ajenas como Romero verde de Manuel Molina o Amargura de Font de Anta en la que se refleja en las mismas virtudes que adornan su propia obra. También ofreció pinceladas de Parque de María Luisa, esa obra infinita, su última obra maestra. Y el trémolo Cogiendo rosas que no entró en el disco, por el respeto del que hablábamos antes, pero que pertenece a la misma inspiración y que quizá forme parte de la nueva entrega disquera que prepara el guitarrista. Pura miel para cerrar un recital con el subrayado colorido, pleno de sensualidad e intimismo, de Rubén Olmo.

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