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Rafaela Carrasco | Crítica

Reloj molesto

Un momento del espectáculo en el Teatro de la Maestranza.

Un momento del espectáculo en el Teatro de la Maestranza. / Antonio Pizarro

Una mala noche la tiene cualquiera. Pero no todas son tan provechosas como esta. Todo lo que ocurre por la noche, tanto en el sueño como en la vigilia, es provechoso. El insomnio nos avisa de algo y el sueño también, alguien dijo que era un mensajero de los dioses. Porque, como señala uno de los pasajes culminantes de esta obra, ese en el que la bailaora se enfrenta a sus fantasmas, es el momento en el que estamos solos. Es el momento en el que descubrimos que estamos solos. Es lo que más me emociona de la obra, cuando Gema Caballero le canta, con su voz rota pero impoluta, a la bailaora que está sola. También ha representando Carrasco en su propuesta a la conciencia que nos acribilla de madrugada.

Asimismo las ensoñaciones, a veces plenas de colorido, otras oscuras ... como la noche. Como los sueños. El espectáculo presenta un equilibrio ejemplar entre lo que se propone y lo que obtenemos. Es, como resulta habitual en Carrasco, de una limpieza absoluta. Una obra elegante, de un gusto exquisito. Muy variada porque son muchos los elementos que aglutina: poemas y textos compuestos para la ocasión por Álvaro Tato, la música flamenca en directo de Gema Caballero y las grabaciones de Jesús Torres o Pablo Suárez, de inspiración bachiana. Y las Variaciones Goldberg, también enlatadas, a cargo de Marta Estal. Los recitados de Aitana Sánchez Gijón. Unos decorados tan sencillos como efectivos, muy dinámicos y variados.

Y una puesta en escena de bailes cortos que se suceden sin solución de continuidad en forma de números de grupo, dúos y solos que protagonizan Rafaela Carrasco, Alejandra Gudí, Carmen Angulo y Carmen Coy, deliciosas cada una en su papel, en un íncubo o súcubo de distinto sabor y color. Hay pavor y hay desesperación, simbolizada en las agujas del reloj que corren lentas e irreparables. Y la alegría final con la llegada de la luz, del sol. Los números de grupo son una delicia y saben sacar partido con originalidad a las técnicas y complementos flamencos:zapateado, braceo, castañuelas, abanico, etc. Y los solos: me quedo con los dos mano a mano de la cantaora con Rafaela Carrasco por soleá, el momento más emotivo de la noche, y por milonga, solemne, quintaesenciada.

Y, en esto, llegó el alba.

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