'Solar', del mito al logos y viceversa
Exposición
El artista sevillano Cachito Vallés propone en una exposición en la Sala Atín Aya una reflexión sobre la estrecha grieta abierta entre las antiguas creencias míticas y el conocimiento científico
La ficha
'Solar'. Cachito Vallés. Sala Atín Aya (calle Arguijo, 4), Sevilla. Hasta el 21 de noviembre
Cuenta el mito egipcio que la deidad femenina del cielo, Nut, tragaba cada noche al dios solar, Ra, provocando la oscuridad, la noche, en toda la Tierra. Cada amanecer, Nut alumbraba a Ra y la sangre del parto teñía el cielo de colores rojizos, las tonalidades del alba. Este hermoso relato egipcio testimonia cómo el ser humano, desde sus orígenes, ha tratado de entender y explicar los fundamentos del universo. En el tiempo del mito, las narraciones ficticias darían sentido a ciertos fenómenos naturales, y así a la propia existencia humana. Tiempo después, el mito dejaría paso al logos, y el logos a la ciencia moderna, introduciendo en la "ecuación del conocimiento" la investigación, la experimentación y la razón.
Las piezas que componen Solar, la nueva exposición de Cachito Vallés (Sevilla, 1986) en la Sala Atín Aya, nos sitúan, precisamente, en ese intersticio, en la estrecha grieta eternamente abierta entre las antiguas creencias míticas y el conocimiento científico, descubriéndonos como seres dotados de avanzadas habilidades intelectivas, pero también de un sentir espiritual cargado de oscuras incógnitas y creencias singulares. Un anillo lumínico rojizo dibuja sobre la pared un eclipse solar cuyo efecto tintineante nos traslada a escenarios apocalípticos.
Ante la instalación lumínica Eclypse, uno puede imaginar la fascinación y el pánico que el pueblo maya experimentaba al observar cómo la luz del sol, fuente máxima de vida, se extinguía poco a poco. "Lo absolutamente grande", diría Kant, aquellas fuerzas de la naturaleza que nos sobrepasan como contempladores, causándonos una sensación de displacer. Otra pieza en esta línea es Infinite, una pequeña ventana al cielo que es proyectada dentro de la sala y nos permite observar el cambio de tonalidades celestes a lo largo de un día. Esta especie de abertura virtual tiene la capacidad de trasladarnos frente a un cielo despejado y de hacernos reflexionar sobre las ilimitadas capacidades poéticas de la naturaleza, a través de una paleta de azules matizada e infinita (como su propio nombre indica) que se repite cíclicamente, día tras día.
El ser humano no se contentó con dar nombre a un millón de dioses y relatar las historias que entre ellos acontecían. Quiso ir más allá y luchó por conocer su hábitat a través de las leyes de la naturaleza. Ello requería de una observación paciente, un estudio pormenorizado y una descripción teórica valiente. Esta exposición no deja de ser también un homenaje a las figuras que se enfrentaron a la dificultad de entender y describir modelos astronómicos. De hecho, instalaciones lumínicas como The Wrong Box o Trails (I y II), que reproducen movimientos planetarios, podrían considerarse casi monumentos tecnológicos a la memoria de estudiosos como Galileo o Kepler. Son las descripciones astronómicas de estos y otros investigadores las que han inspirado el discurso y la forma de parte de las piezas que componen Solar y, por ello, el artista sitúa una vitrina de publicaciones, compendios teóricos, tratados y algunas láminas, al final del recorrido.
Pero quizá uno de los aspectos más interesantes y destacables de la exposición no sea tanto la descripción de modelos del pasado, como la proyección de lo que la ciencia podría conseguir en un futuro: la comunicación interplanetaria.
Signal
, dos módulos inspirados en las balizas interplanetarias que emiten una señal alterna de luz, tratan de comunicar un complejo mensaje más allá de nuestras fronteras, o quizá susurrar al vacío "Estamos aquí". Dichos esfuerzos comunicativos nos trasladan a la experiencia de los discos fonográficos enviados por la NASA al espacio en 1977 con el objetivo de darnos a conocer como especie. Más allá de nuestro intento de presentación, hasta ahora no logrado, nos toparíamos con la dificultad de comprender otras estructuras lingüísticas o hacer comprender la nuestra. De ello habla Decode, una instalación compuesta por un enorme lienzo sobre el que una maquinaria trabaja incesantemente en la decodificación de una extraña lengua. Las sofisticadas unidades geométricas que componen dicho mensaje suponen un punto de conexión entre el pasado y el futuro, ya que su forma sencilla y agrupada podría encontrarse en un templo azteca o provenir de seres de otra galaxia.
En Solar, Vallés ha encontrado un modo efectivo de materializar artísticamente algunas incertidumbres que han acompañado siempre al ser humano. A través de un lenguaje que se aproxima a Olafur Eliasson o James Turrell, el sevillano logra describir en cada sala un viaje que va del mito al logos y viceversa, concertando en el mismo espacio las más antiguas creencias con los últimos descubrimientos astrofísicos, el dogma religioso con la incredulidad de quien se aferra a las leyes de la naturaleza.
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