NATALIA LABOURDETTE & HELENA RESURREIÇAO | CRÍTICA

Nostalgias y sueños de España

Soriano, Labourdette y Resurreiçao recreando la música de Viardot.

Soriano, Labourdette y Resurreiçao recreando la música de Viardot. / Antonio Hernández Moliní

Manuel García salió de España en 1807 para nunca más volver. De sus hijos, Manuel pisó suelo español durante unas horas y Pauline hizo una breve gira de pocos meses por Madrid y Granada. Y, sin embargo, lo español, sus ritmos, su poesía popular, sus evocaciones teñidas del color de la nostalgia, afloran en esta familia durante tres generaciones.

Y nada mejor que el programa de este concierto para corroborarlo, la primicia mundial de un conjunto de canciones en español de Viardot que la acompañaron a lo largo de su vida como cantante y que han sido recientemente rescatadas desde la ciudad que dio origen a esta saga de artistas.

Viardot recibe de su padre la herencia de los aires españoles, de los fandangos, boleros, seguidillas, cañas, tangos, rondeñas, jotas y los reviste de un aire cosmopolita a la vez que las vuelca sobre una brillante y comprometida escritura vocal. Por ello era todo un reto para los intérpretes abordar estas piezas, un reto resuelto de la forma más brillante posible. Labourdette, con ese cascabel de oro que tiene en la garganta, dio soberbias lecturas llenas de agilidades, de reguladores, de fraseo cadencioso y de espectaculares ascensos al sobreagudo En El corazón triste se instaló en un fraseo melancólico, con largas frases reguladas y rematadas con ayeos muy precisos. En la marzurca De qué sirve que te olvide consiguió conjugar el ritmo cambiante con la inteligibilidad del texto castellano, algo nada fácil. Y espectaculares sus saltos interválicos, limpios y precisos, en Me mandas que te olvide. Agilidades remachadas con los picados y las escalas descendentes de El amor de mi mozuelaResurreiçáo, por su parte, fue todo sensualidad y morbidez en el fraseo, con ese profundo color oscuro de su timbre, puesto al servicio de una línea de canto llena de seducción. Fueron de gran calidad sus juegos con el color vocal, con subidas al registro superior bien sostenidas y sin que la voz perdiera calidad ni definición. Al fraseo dramático y pasional de la Caña (espectacular el ostinato lleno de regulaciones de Soriano) le sucedía la línea querenciosa, cambiante y flexible de La tortolilla triste, rematando con los juegos de colores de Les filles de CadixLos dúos fueron ya un derroche de energía vocal, de escalas y de agilidades entrelazadas realmente apabullante, especialmente en el caso del Fandango del diablo y de la Jota de los estudiantes, auténticos duelos vocales que levantaron al público de sus asientos.

Soriano estuvo asimismo excepcional, más allá del acompañamiento, sobre todo en las mazurcas, el fandango, la jota y el Duo à la hongroise.

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