literatura

Esa anomalía llamada vida

  • Xenia García publica su primer libro de cuentos, 'El trigo que cae', habitado por personajes que se preguntan y buscan conseguir algún tipo de felicidad

Xenia García defiende un cuento marcado por la sugerencia, "que complete el lector".

Xenia García defiende un cuento marcado por la sugerencia, "que complete el lector". / josé ángel garcía

En Buenas razones, una de las historias que abre El trigo que cae, el primer libro de cuentos de Xenia García, una mujer que lo tiene todo y que en consecuencia debería ser feliz se abandona con insospechado deleite a oír canciones tristes. Los personajes que habitan este volumen, publicado por la editorial Talentura, se buscan a sí mismos por caminos no siempre paralelos a la lógica: vivir, tal vez, no sea sino una perturbadora anomalía. "Es una constante que no se sientan satisfechos con lo que tienen, que se hagan preguntas", dice la autora (Sevilla, 1975) sobre los hombres y mujeres que deambulan por su obra.

Parejas cuyos miembros no empiezan a verse el uno al otro hasta que irrumpe en sus cuerpos un nuevo lunar, individuos habituados a envolverlo todo en plástico para protegerlo del paso del tiempo que emplean una precaución similar en su trato con los otros... En sus diferentes relatos, El trigo que cae ahonda en el problema de la incomunicación. "Es un asunto que siempre me ha fascinado, no sólo en las relaciones de pareja", afirma García, periodista que llevaba años escribiendo literatura sin atreverse a dar el salto a publicar sus textos. La autora observa cautivada todo lo que tiene de espejismo la convivencia. "Me interesa mucho, por ejemplo, cómo en los diálogos alguien dice algo cuando en realidad quiere decir otra cosa. O esa falsa certeza de que conocemos a quien está a nuestro lado cuando no sospechamos lo que se cuece en su cabeza y, es más, tampoco nos conocemos siquiera a nosotros mismos", sostiene García.

La incomunicación, no sólo en las relaciones de pareja, es un tema que siempre me ha atraído"

El libro reflexiona también sobre cómo se encara hoy la maternidad, una reflexión que atraviesa varios relatos pero que García dispone con una inteligencia e imaginación impropias de una escritora inédita hasta ahora. El león dormido, por ejemplo,retrata los sinsabores de una mujer que se coloca "el disfraz de la maternidad" cuando en realidad querría escribir, pero el cuento avanza por territorios imprevisibles. "Me llamó la atención la historia de los encamados, de esa gente que sin estar enferma prefiere estar tumbada, decide un día dejar de levantarse. Me cuestionaba si era posible eso en el contexto de alguien que es madre".

Así, García concibe el relato como una fórmula que no tiene miedo de adulterar con elementos extraños. "Siempre he tenido ese interés por integrar una parte mágica o insospechada de la realidad con un plano más cotidiano. Ángel Zapata habla de colocar un cocodrilo en una cama como una manera de escapar de lo previsible. Pero, cuando planteo el cuento, a mí me surge eso de manera espontánea", confiesa.

La última pieza, Cosas que pasan cuando vas a por el pan, la peripecia de una niña que se siente un niño y que afronta "la primera gran tarea que te ponen los padres cuando tienes esa edad, que es ir a comprar el pan, una especie de viaje del héroe", está dedicado a Sara Mesa -"ella leyó esa historia y me animó a que publicara"-, que en la contraportada del volumen aplaude que Xenia García maneje "los ingredientes básicos de un buen cuento: concisión, sugerencia y perspicacia". ¿Cuáles serían los componentes idóneos que deben armar un cuento, para García? "No sabría decir", admite encogiéndose de hombros. "Yo huyo mucho de las definiciones. En mis relatos, de hecho, me costó eso de introducir el conflicto. Mis personajes no se movían, yo no quería que se movieran. Lo que sí tengo claro es eso de la sugerencia. Yo intento no dar nada por cerrado, busco que el lector complete la narración".

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