Aquellos que desean mi muerte | Crítica

Redención de Angelina Jolie en un ‘thriller’ extremo

Angelina Jolie y el niño Finn Little, en 'Aquellos que desean mi muerte'.

Angelina Jolie y el niño Finn Little, en 'Aquellos que desean mi muerte'.

Al más que apreciable guionista (Sicario de Villeneuve y Comanchería de McKenzie) y director (Wind River) que es Taylor Sheridan le van los dramas policiales ambientados en paisajes extremos. Variantes casi western del thriller. Así lo hizo al dirigir la muy interesante Wind River (2017), investigación de un asesinato en los helados paisajes de una reserva india del norte de los Estados Unidos. Y así lo vuelve a hacer en esta historia clásica de persecución de quienes –en este caso un padre que arrastra con él a su hijo– han descubierto algo que más les valdría no haber sabido (recuerden, entre otras muchas películas de niño o adolescente que sabe más de lo que otros están dispuestos a tolerar, Único testigo, El cliente o Mercury Rising).

Un punto de partida argumental muchas veces usado por su eficacia que aquí se une a otro tema igualmente clásico: la persecución a muerte en un entorno extremo, en este caso los espléndidos y salvajes paisajes de Montana, que, y en ello se reconoce al Sheridan de Wind River, son mucho más que un fondo. Cuando los dos fugitivos se reduzcan a uno aparecerá para ayudarle Angelina Jolie. Pero no se me vengan abajo. Es la mejor película que ha interpretado desde que Eastwood la dirigió en El intercambio, Winterbotton en Un corazón invencible y De Niro en El buen pastor… ¡Y de eso hace entre 13 y 16 años! Está Angelina Jolie, sí, y además es una guardia forestal experta en supervivencia traumatizada por un fracaso pasado pagado en vidas, pero las dirige, a ella y a la película, Sheridan; logrando una perfecta combinación entre la profundidad dramática y el tiempo tensamente lento de la minoritaria Wind River y el cine de mayor impacto comercial. Jolie, aquí, no es una heroína recortada en papel de tebeo o digitalizada como un muñeco de videojuego.

Sheridan no se traiciona: no desatiende el estudio de personajes ni renuncia a controlar el ritmo narrativo

Sheridan no se traiciona a sí mismo. Hay acción, y mucha. Hay violencia, y bastante. Hay espectáculo, sobre todo en su parte final, e impactante; y, como se ha dicho ya, una soberbia utilización dramática y espectacular del paisaje. Pero no se desatiende el estudio de personajes, no se renuncia a controlar el ritmo narrativo (desarrollo) y visual (montaje) de la película para no incurrir en los defectos del actual cine de acción comercial.

Además de esta Angelina Jolie recuperada y/o redimida está muy bien el joven Finn Little como el perseguido y los perversos –pero no monolíticos, son también personajes bien trabajados– perseguidores interpretados por Aidan Gillen y Nicholas Hoult. Excelente thriller. Tenso, emocionante, con buen estilo cinematográfico, perfecto dominio de los tiempos y ese equilibrio entre lo personal y lo comercial que hizo la grandeza del cine americano.

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