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La artista vuelve a Sevilla, la mujer nunca se fue

Junto a la danza y a su familia, el otro gran amor de Merche Esmeralda (1950) es su Sevilla. Esa Sevilla que la niña Merceditas Rodríguez Gamero recorría canturreando todos los días -su abuela la enseñó a cantar desde niña-, desde su casa de la Puerta Osario hasta la calle Jesús del Gran Poder, para acudir a las clases de Adelita Domingo. Las mismas clases a las que, durante los años 60 y 70, asistieron otras muchas artistas sevillanas (Cristina Hoyos y Ana Mª Bueno entre ellas) antes de aparecer en las Galas Juveniles para llegar, poco después, trucando a veces la fecha de nacimiento y siempre acompañadas de sus madres, a los muchos y prestigiosos tablaos que proliferaron en la España de Franco.

Tras algunas incursiones puntuales, con apenas 16 años la llamaron de El Duende de Madrid para sustituir a Rocío Jurado (de baja por una operación de garganta), y a partir de ese momento no paró de trabajar. Sus cuarteles generales: Las Brujas, en Madrid, y en Sevilla Los Gallos, cuya dueña, doña Queti, se convirtió casi en su segunda madre.

Por aquellos años, a esta joven bailaora de físico portentoso, que respetaba el cante y la guitarra por encima de todo, le cantaron los mejores (Antonio Mairena, La Paquera...) y le tocaron figuras como las del añorado Paco, Serranito o Manolo Sanlúcar, su gran compañero de tablao, con el que montó su célebre garrotín y el que compuso para ella las guajiras tituladas en su primer disco Las Mercheleras.

Y entre tablao y tablao, fiestas privadas como las de antes, las que organizaban por todo lo alto reyes y señoritos, o esas otras, más espontáneas, en las que siempre se aprendía algo porque siempre estaban los mejores. Pero también madrugones, porque cuando le supo a poco su vocabulario y se hartó de las críticas sevillanas (con 13 años tenía ya 1,70 de estatura y unos brazos largos y rompedores que algunos se negaron a asimilar), decidió desterrarse artísticamente a Madrid, el centro del flamenco en aquellos momentos, y cursar la carrera de Danza Española. En ella, con Mariemma, Pedro Azorín y otros grandes maestros, se forjó un lenguaje que, además de femenino y flamenco, se hizo estilizado, elegante y altamente expresivo.

No le fue difícil entonces dar el salto a los grandes escenarios de varios continentes, ya con su propia compañía (aunque su talón de Aquiles ha sido siempre el aspecto empresarial), ya como invitada de otros artistas o con el Ballet Nacional de España con el que, entre otras cosas, interpretó aquella Medea que coreografiara el maestro Granero, con música de Manolo Sanlúcar y dirección escénica de Miguel Narros, que puso de pie al público sevillano que llenaba el Alcázar en la Bienal, con José Antonio en el papel de Jasón y Victoria Eugenia en el del Aya.

Este inmortal personaje, trágico entre los trágicos, la hizo merecedora de algunos premios y, lo que es más importante, de la admiración y el respeto de los grandes popes de la danza universal. Martha Graham sin ir más lejos (la fundadora de la Danza Moderna americana), después de ver el espectáculo en el Metropolitan de Nueva York, puso la foto de la bailaora en su estudio, al lado de los más grandes intérpretes de la danza del siglo XX.

Además de Medea, la sevillana ha interpretado otros personajes de piezas como El amor brujo, Los tarantos, Don Juan, El cielo protector (este último con el Ballet de Murcia, del que fue fundadora y directora, y con un jovencísimo Joaquín Cortés en el elenco). Con estos y con las películas de Saura, Sevillanas y Flamenco, Merche Esmeralda se ha ganado un lugar de honor en la historia del flamenco y un buen número de galardones y medallas (el Premio del Concurso de Córdoba y la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes entre ellos) entre los que, curiosamente, no se encuentra el Premio Nacional de Danza.

Pero la carrera de Merche Esmeralda aún no ha terminado como demuestra cada día en los ensayos de Última parada. Y cuando se le pregunta por su vuelta definitiva a Sevilla, responde: "Yo soy de Sevilla y siempre he tenido aquí mi casa. Lo que no he hecho ni nunca haré es venir a mi tierra a pedir trabajo".

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