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Cultura

'Última parada', el doble regreso de la bailaora Merche Esmeralda

  • El montaje, que se estrenará el 18 de septiembre en el Teatro Central, dentro de la XVIII Bienal de Flamenco, es un proyecto de la ex bailarina y directora de escena Juana Casado.

Si algo define a la bailaora sevillana Merche Esmeralda es su profundo amor por la danza. Un amor apasionado y exigente del que nunca se ha podido librar, por poco favorables que soplaran los vientos en algunas ocasiones. Por eso, aunque se ha pasado los últimos años intentando alejarse de ella por la puerta principal, son muchas las puertas y ventanas por las que puede colarse la danza flamenca y, sobre todo, en el caso de una artista de su trayectoria y de sus registros expresivos.

Las últimas veces que pisó un escenario andaluz (de vuelta también de un obstinado y largo retiro) fue en la clausura del Ciclo Flamenco Viene del Sur en 2006 y, la temporada siguiente, en el espectáculo que, curiosamente, tomó el nombre de un trabajo que ella creara para su compañía en 1996: Mujeres, dirigido en esta ocasión por el inolvidable Mario Maya para el USA Festival, y protagonizado por bailaoras de tres generaciones: Esmeralda, Belén Maya y Rocío Molina.

El éxito del espectáculo fue enorme, dejando la sevillana por los escenarios de medio mundo no solo su famoso cambré, sino una sabiduría que se manifestaba, por ejemplo, en una hermosa y delicada media granaína, muy difícil de ver en la actualidad. Pero, poco después, su decisión de abandonar la danza activa fue tajante. "Para mí fue muy bonito, pero en ocasiones me sentía muy mal. Y no por mis años porque, gracias a Dios, siempre he tenido un buen físico, que yo he cuidado trabajando día tras día en una barra, pero el cambio generacional que se ha producido en el flamenco ha sido tan grande que todo lo que no vaya al compás, al ritmo que marcan los nuevos artistas es visto como algo viejo; no antiguo sino viejo. Y yo tengo otra forma de bailar y de sentir. Mi baile es más pastueño, más de decir que de correr. Además, hay personas que me hicieron mucho daño con sus comentarios y sus críticas veladas y pensé que la mejor forma de no molestarme era dejar de exponerme a ellas", cuenta la artista.

A partir de entonces, la bailaora se centró en otra de sus pasiones: la enseñanza. Como maestra, su presencia ha sido siempre requerida en los más prestigiosos festivales (el de Jerez, entre otros), amén de la labor docente llevada a cabo en su propia escuela y en el Conservatorio de Madrid, donde impartió sus clases durante nueve años -hasta su reciente prejubilación-, convencida de que la batalla por llevar un buen flamenco a los conservatorios hay que librarla desde dentro. Tal era su sentimiento y su determinación que, a pesar de las ofertas, no hubo forma de hacerla bailar durante la pasada Bienal y solo la muerte de su primera maestra, Adelita Domingo, la llevó a intervenir -si bien no para bailar, sino para cantar las cancioncillas que esta le enseñaba- en el espectáculo homenaje a los maestros sevillanos con que se clausuró la última edición.

Sin embargo, ella misma suele repetir que uno debe hacer lo que le guste y a Merche Esmeralda lo que más le gusta es bailar, de modo que los rescoldos, aún no apagados del todo, han vuelto a reavivarse gracias a Juana Casado, antigua bailarina de la compañía de Antonio Gades y directora de escena, cuyo primer montaje flamenco, Aleluya erótica (con Rosario Toledo, José Valencia y Dani de Morón), obtuvo el Giraldillo al Mejor Espectáculo en la pasada Bienal de Flamenco.

La madrileña, que fue alumna suya cuando tenía 15 años, ha logrado convencerla a base de cariñosa paciencia de que no se trataba de bailar sino de interpretar una historia sencilla y llena de humanidad en la que la protagonista, una presa política de la guerra de España o de cualquiera de las muchas guerras que siguen asolando el planeta, víctima de una injusticia universal, se enfrenta a su oscura soledad aferrándose a sus recuerdos. De este modo, la mujer sin esperanza emprende un onírico viaje por su memoria, con el eco de los poemas de Miguel Hernández como fondo, guiada por la imagen metafórica de un tren que, como la vida, nunca se detiene.

Respecto a este doble regreso, a los escenarios y a su ciudad natal, puntualiza: "Juana me convenció porque se trataba de una historia creíble en la que yo tenía que interpretar a una mujer de mi edad. Es cierto que esa mujer se expresa bailando, pero su baile entra dentro de mis posibilidades porque yo aún me encuentro con reflejos y con la potencia física y psíquica necesaria para hacerlo. Y aunque con muchos nervios, al final me decidí a aceptar este bonito reto que me tiene muy ilusionada" .

Y en esta aventura de trincheras, melancólica y musical, la acompañan otros tres artistas: el veterano cantaor Diego el Boquerón, sevillano que se prodiga poco en su tierra porque lleva 29 años desplazándose -dos veces por año- a Japón, en donde, como tantos otros flamencos, ha podido desarrollar una digna carrera profesional; el joven guitarrista gaditano Jesús Guerrero, auténtica revelación del pasado Festival de Jerez y autor de la música del espectáculo y Lidia Mauduit, una actriz de la compañía Atalaya que, con su canto y su acordeón, sirve de contrapunto al devenir flamenco de esta Última parada. El espectáculo, que al igual que Aleluya erótica está producido por el TNT (el Centro de Investigación Teatral situado en el Distrito Norte que dirige Ricardo Iniesta), se encuentra en período de ensayos para llegar a punto al escenario del Teatro Central, donde se presentará, dentro de esta XVIII Bienal de Flamenco y con carácter de estreno absoluto, el próximo 18 de septiembre. La expectación es muy grande y las localidades están prácticamente agotadas.

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