RAFFAELE PE & LA LIRA DI ORFEO | CRÍTICA
Hacer cantar a la palabra
CONCIERTOS
Ahora que de casi todo hace 30 años, de Los Chichos hace 50. La banda madrileña que lideró musicalmente el movimiento quinqui a principios de los años 70 sigue girando con dos de sus componentes originales, los hermanos Julio y Emilio González Gabarre, y el hijo de éste, Emilio González García. Anoche recalaron en Mairena del Aljarafe en la segunda cita del Cabaret Festival 2024, ante un público mayoritariamente maduro, aunque no faltaban jóvenes seducidos por esta piedra angular de la música española, aprovechando quizás la antepenúltima oportunidad de verlos en directo, ya que el concierto forma parte de su muy estirada gira de despedida, Hasta aquí hemos llegado. ¿Se sabe una pandilla de quinceañeras Quiero ser libre? Se la sabe, esa y todas.
Hasta Mairena llegaron con ese destilado de rumba gitana con arreglos roqueros, salpicado de colores latinos, uno de los inventos más fértiles de la música española, si atendemos a la cantidad de seguidores que ha cosechado. En la lírica del desaparecido Juan Antonio Jiménez, Jeros, líder y compositor del grupo hasta su escisión en 1990, cristalizó una épica suburbial, fiel retrato de una España que entraba con paso tambaleante en la modernidad, cuando los hijos de los campesinos trasladados a las grandes ciudades protagonizaban pequeñas historias de desamor tóxico -Amor de compra y venta-, delincuencia de bajo perfil -La historia de Juan Castillo, El Vaquilla, "piloto como ninguno"-, y también, lamentablemente, los imprevisibles abismos de la adicción.
Todas esas canciones pudieron escucharse anoche. Juntas, forman un ramillete de himnos que suponen un verdadero ejemplo de la contracultura de nuestro país, underground patrio: surgió de la nada entre las capas más desfavorecidas de la sociedad y cosechó el éxito hablando de traición, chabolo, desesperación... Los Chichos han vendido 50 millones de copias, y lo que quizás nos importa más, han sobrevivido largamente a su propia época. Cabe preguntarse si los líderes de las músicas que ahora representan la rebeldía de la juventud urbana -el trap, el reggaetón- tienen tanto futuro.
Catorce músicos sobre el escenario y una batería "de más de trescientas canciones" con la que "os vamos a llevar a vuestros viajes en coche con el casete de Los Chichos". Fueron menos, una veintena, casi todos sus éxitos de su primera época. Pero con Yo quiero a mai lloró más de uno, también con el homenaje a la familia Farruco: Farruquito donde estás... En la pantalla que cubría el fondo del escenario, imágenes de los motines de la cárcel de Carabanchel. Esas cositas pagan la entrada. Los frontmen de los Chicos pertenecen a una generación incombustible. Es verdad que cantan poco, pero no hace falta, para eso están "los chicheros". Cuando, después de todo esto, parece que no puede venir un hitazo más, suena Bailarás con Alegría. Qué pellizcazo tiene esto: tres acordes, una lírica amarga y sencilla como la vida misma y Mairena desgañitándose. Parece fácil, pero no lo es. En el dj set previo a su actuación sonó Las Grecas, Los Chunguitos, Manzanita, Parrita... La crónica sentimental de una España que sigue viva en los corazones de los barrios. Ni más ni menos.
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