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Jazz | Crítica

De ayer a hoy

  • El norteamericano Christian McBride publica un segundo y excelente álbum a la cabeza de su proyecto New Jawn

Christian McBride's New Jawn.

Christian McBride's New Jawn. / D. S.

Suele decir Christian McBride (Filadelfia; Pensilvania, 1972) que inició su carrera porque deseaba tocar el bajo junto a aquellas grandes leyendas del jazz de las que se enamoró cuando era adolescente. Y en realidad, si se observa con detenimiento su apreciable trayectoria, se puede afirmar que su música ha supuesto tanto un brindis a la obra de aquellos venerados colosos como un trampolín desde el que proyectar su propio carácter. Ganador en ocho ocasiones del premio Grammy, la crónica de McBride ha venido expresando desde su debut como líder en 1995 un equilibrio entre su formación jazzística, deudora de clásicos de la talla de Ray Brown o Paul Chambers, y una vocación contemporánea encauzada recientemente a través de formaciones como su trío junto a Christian Sands y Ulysses Owens, la reivindicación racial plasmada en el conceptual The Movement Revisited (2020) – “Un retrato musical de cuatro iconos”: Rosa Parks, Malcolm X, Muhammad Ali y Martin Luther King - o su aclamada big band, cuyo premiado disco For Jimmy, Wes and Oliver (2020) rindió tributo ídolos de su juventud, como Jimmy Forrest, Wes Montgomery u Oliver Nelson.

Al igual que ocurrió a otros tantos creadores, la pandemia vino a establecer un ciclo de reflexión para el músico estadounidense a partir del cual evaluar y replantear su futuro más o menos inmediato. Y nada mejor que retomar el proyecto New Jawn, a la cabeza del cual ya había expuesto en su álbum homónimo de 2018 su facultad para oxigenar su obra de la mano de un remozado escenario instrumental. Y tan satisfecho quedó McBride con ese resultado inicial que este nuevo Prime (Mack Avenue Records / Distrijazz; 2023) se sustenta ahora en la misma y brillante nómina que mostró su predecesor, con McBride al contrabajo, la trompeta de Josh Evans, saxo tenor y clarinete bajo de Marcus Strickland y la batería de un Nasheet Waits a partir del cual se cimentó el grupo.

Portada del disco. Portada del disco.

Portada del disco. / D. S.

Si aquel debut se nutrió de composiciones suscritas por los miembros del cuarteto, con la única inclusión de Sightseeing del recientemente desaparecido Wayne Shorter, Prime arroja ahora oblicuas adaptaciones de partituras de Ornette Coleman (The Good Life a ritmo de calipso), Larry Young (Obsequious) o Sonny Rollins (East Broadway Rundown), así como un guiño de Evans al gigante Eric Dolphy con Dolphy Dust. Aunque el disco arranca con un compartido bramido de atonalidad que puede aterrorizar a los oídos más mesurados, el groove comienza a imponer su ley desde la inicial Head Bedlam, firmada por el propio líder. La disposición instrumental, liberada de marco armónico, permite una abierta conjunción de desenvuelta cadencia y precisa melodía, realzando tanto la compacidad del conjunto como la naturalidad de unos solos que contribuyen a crear atmósferas ahora contagiosas, después introvertidas (como en la emotiva Moonchild de Nasheet Waits), siempre lúcidas. Así las cosas, Prime supera con creces los perfiles de la mera reverencia para erigirse en excelente obra de pulso actual, sincronizada con el dulce estado de un jazz que sabe honrar a su grandioso pasado para construir un presente radiante.

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