Silencioso y cubierto de polvo
BERNARD FOUCROULLE | CRÍTICA
La ficha
*****Programa: Obras de A. Valente, A. de Cabezón, G. Frescobaldi, P. Cornet, J. Bull, F. Correa de Arauxo, J. S. y C. Ph. E. Bach y W. A. Mozart. Organista: Bernard Foucroulle. Lugar: Iglesia del Salvador. Fecha: Jueves, 15 de mayo. Aforo: Casi lleno.
Así, de su dueño tal vez olvidado, ha permanecido durante muchos años el magnífico órgano del Salvador construido a finales del XVIII por Juan de Bono y que sufrió a mediados del XIX una importante mutilación al trasladarlo desde el coro que entonces existía a la tribuna sobre la puerta principal donde ahora se ubica. Y gracias a una esplénddia restauración a cargo de Óscar Laguna que le ha devuelto sus colores, su brillo y su magestuosa presencia. Y nadie mejor para abrir este ciclo de conciertos conmemorativos de la recuperación del órgano (lo último que quedaba tras la restauración del templo) que Bernard Foucroulle, que además de un organista de fama mundial es uno de los mejores especialistas en la obra de Correa de Arauxo, quien fuera el organista del Salvador durante casi cuarenta años a principios del siglo XVII. Claro que ya no es ni el mismo templo ni el mismo órgano en el que vivió tantas horas, pero la ocasión lo merecía.
Planteó Foucroulle un paseo por la Europa hispánica de los siglos XVI y XVII, con una coda germánica dieciochesca en las últimas piezas. El organista belga se planteó exhibir toda la gama de colores y timbres de este instrumento a través de mixturas y registraciones diversas en cada pieza. Así, se pudo escuchar un sonido como de realejo en Lo ballo dell'Intorcia de Valente, recordando esos órganos cortesanos propios del Renacimiento. Pero para La Romanesca del mismo autor planteó un sonido más denso y solemne para una interpretación que, como en el resto del programa, se caracterizó por el perfecto equilibrio entre las dos manos, de manera que se pudieran seguir las rápidas figuraciones de la derecha sobre el denso bajo de la izquierda. La misma claridad y transparencia de texturas que caracterizó su delicada versión del Ave Maris Stella de Cabezón, rico en ornamentación de la mano derecha. Para las diversas secciones de la Toccata settima de Frescobaldi Foucroulle estableció registraciones diferentes para cada una, jugando con las sonoridades diferentes pero complementarias de los flautados y la lengüetería. Y, como en el Capriccio sopra la Bassa Fiaminga también de Frescobaldi, sin que las combinaciones de registros enturbiasen el discurso de las voces. La trompetería interna (no la horizontal, creo) estuvo presente la sección final del Salve Regina de John Bull, no sin que antes hubiese lucido un muy redondo registro de bajón ("Eia ergo"). Y llegamos a Correa de Arauxo con tres de los tientos recogidos en su publicación Facultad Orgánica, que el año que viene cumplirá cuatrocientos años. Con tempo solemne y sonido ampuloso y brillante en el tiento 2, agilidades y agilidad en las profusas lineas ornamentales del tiento 39 y con bellos juegos entre registros en el 26, Foucroulle recreó la música del sevillano en el espacio para el que fue creada.
Como era de suponer, para las obras de padre e hijo Bach Foucroulle optó por sonoridades más densas, más "germánicas", sin esos timbres netamente ibéricos de nuestros órganos históricos. Para el coral Aus der Tiefe planteó un sonido íntimo, casi místico y penitencial, no en vano es la versión alemana del salmo 129 De profundis clamavi ad te Domine; pero para la fuga Wq 119/5 de Carl Philipp Emanuel y, sobre todo, para la Fuga sopra il Magnificat BWV 733, explotó al completo el lleno del instrumento, con toda su densidad de colores, en unas versiones no exentas de perfiles dramáticos. Antes, sin embargo, Foucroulle recreó con los flautados el sonido quebradizo y delicado, pero también ensoñador, de la armónica de cristal para la que Mozart escribió su Adagio KV 356.
En una ciudad como Sevilla, con un panorama desolador en materia de conservación de su rico patrimonio organístico, la vuelta a la vida de un instrumento como éste es una feliz noticia. Ahora hay que sacarle partido con conciertos y su deseable incorporación a los espacios del Festival de Música Antigua (que tan poca por no decir nula programación organística ha tenido siempre), especialmente para la próxima edición y en recuerdo de los cuatro siglos de la publicación de las obras de Francisco Correa de Arauxo.
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