Honores a Juanita Reina, honores a la copla
Lola Reina homenajeó la noche del sábado a su tía, Juanita Reina, en un concierto en Cartuja Center donde revalorizó el repertorio coplero en su versión más clásica
Lola Reina: "Lo que cuenta la copla es atemporal"

Ante unas quinientas personas, entre las que se encontraban familiares, amigos y admiradores, Lola Reina glosó la noche del sábado en Cartuja Center la figura de su tía, la incomparable Juanita Reina, en un concierto de dos horas en el que estuvo acompañada por la Orquesta Clásica de Huelva. Diez músicos que arroparon a la cantante durante un recital en el que se recrearon las formas clásicas de la copla, en los arreglos, la interpretación vocal, y por supuesto, la elección del repertorio, cuando se cumplen cien años del nacimiento de Juanita en la calle Parra del sevillano barrio de la Macarena.
Lola Reina tiene un timbre parecido al de su tía pero, sobre todo, una admiración descomunal hacia ella. Desde ese respeto reverencial, pero sin falso pudor e impulsada de una sincera alegría, Lola acometió la labor de alumbrar la grandeza de las canciones que hicieron célebre a una mujer que lo supuso todo en el mundo coplero, cuando este género era la encarnación de la España de posguerra. No se cansó Lola de alabar a los maestros Quintero, León y Quiroga, que compusieron la mayoría de los 300 títulos que se escribieron para Juanita Reina. Fruto de ese descomunal ejercicio de inspiración colectiva queda un catálogo inabarcable. Quizás el mayor acierto de Lola fue detallar la intrahistoria de cada una de esas canciones, que escogió con esmero, guiada por un espíritu didáctico que pone a la copla en contexto y la hace sentir más rica. Así, el homenaje trascendió de lo personal y abarcó todo el corpus coplero, en lo que acabó resultando un manifiesto de amor a esta música.
Arrancó con Francisco Alegre y el público saltó de sus asientos para vitorear a los intérpretes, que supieron recoger ese ambiente casero en el que iba a transcurrir la noche. Como dos barquitos, perteneciente a aquel Rosa Espinosa, fue una oportunidad de apreciar la sutileza de la lírica coplera, sus lugares comunes, pero también la viveza con la que se narraban las historias de amor con un punto cándido: "tu bandera y la mía no han de volverse a ver". Dolores la Golondrina fue donde Lola dejó más desgarro, enfrascada en ese verso que dice "martillo, clavo y cordeles no tienen comparación / con estos celos que siente mi corazón". Ofreció además una canción inédita, Basura, protagonizada por una mujer burlada que maldice con una contundencia que desmiente el tópico de la mujer sumisa: "Basura la calentura del pulso de tu pasión". Yo soy esa, Virgencita del Rocío -una marcha que Juanita no llegó a estrenar en Sevilla- o Las cinco Farolas fueron completando una actuación que alcanzó su culmen con Y, sin embargo, te quiero, con una Lola especialmente inspirada, matizando a base de interpretación una historia que es patrimonio de todos los hispanohablantes. Ese momento dejó además una estampa que define el signo de los tiempos: fue entonces cuando un público mayoritariamente anciano sacó sus móviles para grabar.
La Virgen de la Macarena, a la que Juanita estuvo muy vinculada -le donó su cabello- fue protagonista durante todo el recital, y en su honor se cantó Silencio por un torero -dedicada a Joselito el Gallo, otro insigne macareno- y Suspira la Macarena, una versión de Suspiros de España remozada para venerar a la Señora de San Gil. Para despedirse Lola eligió Yo voy cantando, dedicada a su compañera, la gran María Vidal, presente en el público. Todo el recital transmitió un regusto clásico, con arreglos muy comedidos por parte de la orquesta, y una Lola inmersa en una actitud de lo más costumbrista, siempre motivada por la cercanía del respetable, que le dedicaba continuos piropos, y al que ella correspondía saludando a todos y hasta contando una anécdota relacionada con la dureza de un pulpo.
Más allá de lo entrañable o no que resulte ese ambiente, lo cierto es que el sábado hubo ocasión de reivindicar un género, la copla, que pugna por despejar su inmensa riqueza por entre la aparente caducidad de su imaginario: las mantillas, la virgen, la luna, los toreros, los puñales... Todo ello puede resultarnos trasnochado, pero lo cierto es que su lirismo, su tremenda agilidad para contar historias sigue nutriendo nuestra manera de escribir canciones, si no, que le pregunten a una mega estrella pop como Rosalía. Quizás es que, simplemente, deberíamos dejar de preocuparnos por su supervivencia, ya que, como todas las bellas artes, será siempre una fuente a la que volver, al menos mientras el ser humano tenga la necesidad de narrar el misterio del amor, el desgarro de los celos, el asalto del deseo... siempre que queramos sentirnos salvajemente vivos y digamos por ejemplo "que se me paren los pulsos / si te dejo de querer".
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