Danza

El Maestranza revive el carisma de ‘La Bella Otero’ de la mano del BNE

  • Rubén Olmo dirige este montaje que se representa el jueves y el viernes en Sevilla y en el que Patricia Guerrero da vida a la musa de la 'belle époque'

El equipo de 'La Bella Otero', en la entrada del Maestranza.

El equipo de 'La Bella Otero', en la entrada del Maestranza. / Aníbal Díaz

El bailarín y coreógrafo Rubén Olmo sitúa al principio de su carrera el descubrimiento de La Bella Otero. "Estaba de artista invitado con Ramón Oller y la compañía Metros en Barcelona, y daba un paseo por las Ramblas cuando me metí en una tienda de antigüedades y una postal me llamó la atención, el retrato de una mujer vestida de goyesca", recuerda el intérprete. La atracción que ejerció sobre él aquella imagen se transformó en asombro cuando Olmo empezó a indagar en la prodigiosa vida de esa artista que pese a sus orígenes humildes en una aldea de Galicia había conquistado los salones y escenarios de París, la historia de esa mujer que había amado a reyes y hombres poderosos y había muerto nonagenaria en la ruina más absoluta. El sevillano intuía que aquella semblanza en la que convivían la gloria y la miseria era un material extraordinario para un espectáculo, pero discernía también que debía esperar a las condiciones oportunas, "a estar en una compañía grande, con recursos", para llevar a escena un proyecto de tal envergadura, para poder hacer justicia a "una biografía tan intensa". Olmo fue "conviviendo" con ese fantasma mientras daba forma a otros montajes, pero cuando llegó a la dirección del Ballet Nacional de España entendió que ya sí se daban las circunstancias para abordar esa idea tantas veces aplazada. Ahora, el BNE desembarca en el Maestranza, este jueves y viernes, con La Bella Otero, su mirada a ese irresistible y enigmático icono de la belle époque.

Olmo ha encargado la dramaturgia de este proyecto al actor Gregor Acuña-Pohl, vinculado últimamente a la danza gracias a sus colaboraciones con coreógrafos como Johan Inger o Isabel Vázquez. El autor concibe a su protagonista como una persona dominada por la amargura, incapacitada para amar. "Como soy actor, me gusta entender al personaje, saber por qué se comporta así, soy muy psicológico", explica. "Nunca juzgo, a los personajes no hay que juzgarlos, lo que tienes es que preguntarte por qué han llegado a esa situación". Y en el caso de La Bella Otero había un episodio traumático: la brutal violación que sufrió a los diez años. Los destellos de "la reina de los diamantes, del glamour, la estrella más deslumbrante y cotizada en París y en medio mundo" partían de esa oscuridad. "Mi interpretación es que a esa niña que estuvo un mes en el hospital tras aquello, que no pudo tener hijos después, la destrozaron. Ella convierte a los hombres en un medio para alcanzar lo que quiere, conseguir dinero, conseguir poder. Es ambiciosa, porque sin ambición no podría haberse  codeado con tantos reyes y tantas celebridades", asegura Acuña-Pohl, que  ha buscado la verdad en una mujer que se inventó a sí misma y que se comportó siempre de manera esquiva. "Cuando querían entrevistarla, mentía diciendo que se equivocaban de persona, que ella era su hermana gemela".

El dramaturgo se apoya en algunos pilares para su recreación de La Bella Otero. "En primer lugar", detalla, "el mito de Carmen, con el que se siente identificada. Llega a decir que su madre era una gitana andaluza que se había quedado embarazada de un príncipe heleno. Ella quiere ser Carmen, quiere ser libre, dueña de su vida y sus decisiones. Hasta el punto le obsesiona esta historia que, sin ser cantante de ópera, se paga una producción para interpretar Carmen de Bizet", apunta Acuña-Pohl, que retrata también la ludopatía del personaje.  "Otro eje en la obra serían los casinos. Hay tres escenas ambientadas allí: una en que ella descubre las ruletas y queda deslumbrada por ellas; otra, en la cumbre, en que ella juega y lo gasta todo allí; y la última, en la que la echan del casino, una escena muy triste. En sus buenos tiempos, a ella le regalan yates y villas, y los apuesta. El tercer vértice que quería explorar es el Folies Bergère, que fue su casa, donde triunfó".

"Ella quiere ser una mujer libre, como Carmen, dueña de su destino", dice el dramaturgo Gregor Acuña-Pohl

La agitada biografía de La Bella Otero permite a Rubén Olmo desplegar un amplio abanico de bailes, "desde el folclore gallego hasta la danza estilizada española, contemporánea, y también podemos ver a los bailarines de la Folies Bergère de la época". El montaje recluta a un buen número de compositores –Manuel Busto, Alejandro Cruz, Rubén Díez, Agustín Diassera, Diego Losada, Víctor Márquez, Pau Vallet, Enrique Bermúdez–, y ha sido Manuel Busto, que ejerce de director musical junto a la ROSS, el que ha dado "forma y unidad, ha redondeado" todas esas partituras. La complejidad de la producción también afecta a otros departamentos, como el vestuario del que se encarga Yaiza Pinillos. "No es lo más habitual en un ballet, pero en La Bella Otero de Rubén Olmo hay barbas, pelucas y sombreros de sobra. La caracterización de los personajes y la época en la que transcurre la historia así lo pedían", contaban desde el Ballet Nacional de España el otro día en un tuit. Olmo, que interpreta a Rasputín en la obra, señala que se usan más de 280 piezas de vestuario que ayudan a recorrer los exteriores e interiores y las distintas épocas por las que se movió su heroína, "de los bailes gallegos de Pontevedra a los trajes de la belle époque. Yaiza ha hecho un trabajo de investigación maravilloso".

Dan vida a La Bella Otero Patricia Guerrero, en su juventud y esplendor, y Maribel Gallardo, maestra del BNE que vuelve a los escenarios con esta propuesta, en su madurez. Guerrero se reencuentra con Olmo tras haber sido su alumna y haber colaborado con él en el Ballet Flamenco de Andalucía o en su propia compañía. Ambos, por cierto, han sido galardonados en estos años con el Premio Nacional de Danza. "Ha pasado mucho tiempo, pero la complicidad que tenemos ella como intérprete y yo como coreógrafo sigue ahí", opina Olmo, "y Patricia tiene ese magnetismo especial, ese carisma, que derrochaba La Bella Otero y que necesitábamos", concluye el director del Ballet Nacional de España, que casi tres años después de estrenarse en el cargo se siente "con la misma ilusión del primer día; todos los bailarines están conmigo, vamos de la mano, algo que sé que no siempre ocurre en un ballet institucional".

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