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Living | Crítica

Un Kurosawa con bombín

Bill Nighy, en 'Living'.

Bill Nighy, en 'Living'. / D. S.

En 1952, el mismo año que el éxito de su Rashomon abrió al cine japonés, hasta entonces desconocido en Europa y Estados Unidos, las puertas de la distribución internacional, Kurosawa rodó Ikuru (Vivir) libremente inspirada en La muerte de Ivan Illich de Tolstoi. Basándose en ella el novelista y premio Nobel Kazuo Ishiguro ha escrito el guión de esa película que ha dirigido el sudafricano Oliver Hermanus. Demasiados grandes nombres -Kurosawa, Tolstoi, Ishiguro- para lograr un producto solo correcto.

La corrección y las buenas maneras están siempre muy bien, y las aprecio mucho en la mesa y en el cine. Pero volver a filmar una película consagrada por el tiempo como una obra maestra (aunque en mi opinión inferior a los Kurosawa de época como Rashomon, Los siete samuráis, Trono de sangre, La fortaleza escondida o Ran, que son mis favoritas) exige una labor de reinterpretación creativa que aquí no se produce. Se ha respetado, quizás como muestra de respeto al original, hasta la ambientación en tiempos de posguerra para contarnos otra vez cómo un funcionario cambia su rutinaria y gris vida al saber próxima su muerte. Se hacen cambios, por supuesto, eliminando algunas subtramas y personajes, pero el respeto hacia el original quita originalidad y creatividad a esta muy nipona reverencia al genio de Kurosawa.

Tras esta película late el conflicto de las nuevas versiones. Los grandes textos están siempre abiertos a ellas. Filmar una vez más una obra maestra no es hacer un remake. Y en este caso está el original de Tolstoi tras la película. Pero ni Ishiguro ni Hermanus regresan a la obra que inspiró Ikuru para hacer su propuesta, sino que se basan en la película de Kurosawa. Y, dado que las películas de los genios -y Kurosawa lo era- son mucho más que su argumento y las obras en que estos se inspiran, más vale no hacer nuevas versiones de ellas. Porque les faltará siempre lo que las hacía únicas: el estilo, la impronta, la personalidad de su autor. Sobre algunas películas del director japonés se han rodado segundas versiones como Por un puñado de dólares o Los siete magníficos, basadas en Yojimbo y Los siete samuráis, pero las propuestas de Leone y Sturges, al convertirlas en westerns, las reinventaron. Ishiguro y Hermanus se limitan, además de los pequeños cambios ya aludidos, a trasladarla de la posguerra japonesa a la inglesa. Kurosawa con bombín... Y sin su genio.

La gran aportación de esta correcta película -que tiene momentos de emoción- es la interpretación de Bill Nighy, uno de esos grandes de la interpretación británica cuyo nombre tal vez no suene al gran público, pero su cara sí, desde luego, curtido en escenarios teatrales, series televisivas de prestigio y papeles secundarios en cine, que de pronto parecen estallar en la pantalla cuando se convierten en secundarios que devoran al protagonista o cuando, por fin, son ellos la estrella. Hermanus no es Kurosawa desde luego. Pero Nighy nada tiene que envidiar al Takashi Shimura que interpretó Ikuru.

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