MDR-MUERTE DE RISA | Crítica de Circo

Aquí no muere nadie

Marcel Escolano, Anicet Leone y Gabriel Agosti en 'MRD-Muerte de risa'

Marcel Escolano, Anicet Leone y Gabriel Agosti en 'MRD-Muerte de risa' / Klara Pedrol

La impresionante programación de Circada tuvo ayer uno de esos momentos en los que se para el tiempo ante un espectáculo lleno de riesgo, que hace zozobrar al espectador y que une la profesionalidad de sus artistas con la libertad absoluta del creador.

MDR llega a las orillas del Guadalquivir con todos los premios posibles, incluido el recién nacido Talía al mejor espectáculo de circo otorgado por la Academia de las Artes Escénicas de España. Los Galindos, compañía que Gonzalo Andino, director de Circada, ha conseguido traer a Sevilla nace en 1991 y en estos más de treinta años se han convertido en un referente mundial del circo contemporáneo. Acróbatas, equilibristas, payasos consumados se enfrentan en Muerte de risa a un espectáculo inclasificable que tiene que verse y vivirse ante la imposibilidad de contar de qué se trata.

Nuestros protagonistas, Melon, Rossinyol y Mardi, acaban de terminar una de sus funciones en las que una espectadora ha muerto, literalmente, de risa. Rossinyol decide que hay que castigar a Melon, presunto culpable, y organiza un juicio, totalmente injusto, que llevará a Melon a la  pena de muerte.

Con esta ‘atrevida’ excusa comienza una aventura inenarrable llena de Slapstick clásicos como las bofetadas pero que van adoptando en un ‘in crescendo’ imparable una sofisticación digna de una película gore (siempre desde la comedia) que aúna ahorcamientos, fuego real, equilibrios a más de 6 metros, motosierra, desfribilador y un número con una hormigonera digno de la mejor película de terror.

Marcel Escolano, Anicet Leone y Gabriel Agosti demuestran un estado físico sobrenatural. La cercanía de los espectadores a todo lo que está ocurriendo crea una adrenalina que acaba desconcertando al público  que sabe que está asistiendo a una experiencia única. La crítica a la pena de muerte, a la que llegan a comparar con los fallecimientos en las pateras, es tan atroz que MDR, aún utilizando la violencia como vehículo, es un verdadero ejercicio de paz.

La dirección de Bet Garrell  y la escenografía de Stephnae Filloc, aparentemente, un desorden, funcionan como  una maquinaria de relojería al servicio de sus intérpretes, los maravillosos Escolano, Leone y Agosti.

Todavía se puede ver esta tarde. Si te gustan las experiencias fuertes ponte en la primera fila.

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