El vuelo del espíritu

La obra de una vida | Crítica

Ediciones del Subsuelo da a conocer otra recopilación de ensayos del escritor y filósofo húngaro Béla Hamvas, caracterizados por la claridad y la transparencia de una prosa esencial

Béla Hamvas (Presov, 1897-Budapest, 1968).
Béla Hamvas (Presov, 1897-Budapest, 1968).

La ficha

La obra de una vida. Béla Hamvas. Selección y traducción de Adan Kovacsics. Ediciones del Subsuelo. Barcelona, 2022. 240 páginas. 19 euros

Volcada en el estudio, la meditación y la escritura, la vida de Béla Hamvas no fue ajena a las catástrofes de su tiempo, una edad en la que no se reconocía pero que lo llevó a participar en las dos guerras mundiales, a perder la biblioteca y parte de sus manuscritos en un bombardeo y a padecer el ostracismo durante la dominación soviética de Hungría. En parte por su defensa del surrealismo y el arte abstracto, condenada por su célebre compatriota György Lukács, y también por su conocida desafección hacia el nuevo régimen, Hamvas fue desposeído de su puesto de bibliotecario municipal por las autoridades comunistas, que sumaron su nombre a la lista B de autores silenciados, sometidos a la prohibición de publicar. Lector y traductor en inglés, francés, alemán y griego antiguo, buscó entonces trabajo en el huerto de su cuñado y después como obrero no cualificado en diferentes centrales térmicas, durante un largo periodo en el que no dejó de estudiar –aprendió en esa época sánscrito y hebreo– ni tampoco de escribir, narraciones y sobre todo ensayos que en buena medida no se difundieron hasta mucho después de su muerte. Considerado hoy como uno de los grandes escritores húngaros de su siglo, Hamvas fue un heterodoxo en su tiempo y no ha dejado de serlo en el nuestro, pero merece la pena acercarse a los tres libros traducidos al español por el siempre impecable Adan Kovacsics: un luminoso breviario de la inmediata posguerra, Filosofía del vino, disponible en Acantilado, y dos excelentes recopilaciones de ensayos publicadas por Ediciones del Subsuelo, La melancolía de las obras tardías y la más reciente La obra de una vida.

Frente al 'agon' de la vida pública, Hamvas elige el "anonimato de renombre"

El pensamiento y la escritura de Hamvas parten de la nostalgia de un tiempo primordial en el que el hombre podía conectar con el mundo sin interferencias, percibir su carácter sagrado y adivinar en lo íntimo el reflejo de una realidad que trasciende la vivencia. Paradójicamente, su caída en desgracia no le quitó libertad sino al contrario, le dio aún más fuerza para encontrar en la soledad el centro desde el que transmitir los fundamentos de la "vida iluminada". Sus ensayos tratan de arte, naturaleza, música, literatura, filosofía o historia de las religiones, pero lo hacen de un modo que no deja fuera al autor, involucrado en la materia de un modo personalísimo e intransferible. Si en la recopilación anterior encontrábamos textos sobre Heráclito, Beethoven o Kierkegaard, sobre los árboles, el canto de los pájaros o la recogida de cerezas, en esta los hay sobre Montaigne, Wordsworth, Schumann o Bartók, sobre la figura de Orfeo, el "platonismo de la escritura" o el templo griego de Afaya, sobre las labores del huerto o los "días dorados" de septiembre. En el ensayo así titulado, que comienza con una bella descripción del final del verano, Hamvas deja constancia, aun antes de su exclusión oficial, de su renuncia al agon de la vida pública en favor de una no-situación –del todo ajena a "ideologías, posicionamientos, votos emocionales motivados por asociaciones de intereses"– que lo convierte, según sus propias palabras, en un personaje intempestivo, impopular e incómodo. De este modo ha llegado, nos dice, al "anonimato de renombre", en el que vive "el mirlo igual que la cigarra, el sabio o el santo, el benefactor anónimo o el artista solitario".

Su ensayismo tiene un tono característico, sereno y a la vez apasionado

Al margen de los temas abordados, destacan en Hamvas la claridad y la transparencia de una prosa esencial, de muy alta calidad lírica, que le da a su ensayismo un tono característico, sereno y a la vez apasionado, elegante y a veces irónico, no exento, como la propia experiencia a la que remite, de paradojas y disonancias. En su declarada poética del aislamiento –el texto que abre la serie, "Arlequín", ejemplifica muy bien su desconfianza del poder– hay una radical defensa de la intimidad, desde la que el autor reflexiona con brillantez y originalidad sobre las manifestaciones predilectas de la cultura o vuelve los ojos a lo inmediato, sin desentenderse de lo humano y lo divino. Es la suya una manera que alterna o aúna la extrema sensibilidad, proyectada a ras de tierra, con el alto vuelo del espíritu. Por esa razón los ensayos de Hamvas, como ha escrito Kovacsics, "son una afirmación de la vida y de lo que está más allá de la vida".

La unidad perdida

"El mundo moderno está en quiebra y vive en el apocalipsis", escribió Hamvas ya en 1933, refiriéndose a una "crisis mundial" –expresión que dio título a su primer libro– cuyas implicaciones eran también o sobre todo espirituales. Introductor del tradicionalismo de René Guénon en las letras húngaras, y cercano en ese sentido al humus intelectual de la revolución conservadora, Hamvas se mantuvo al margen, como apunta Kovacsics, de la peligrosa lectura ideológica en la que incurrieron coetáneos como Giulio Evola, oscuro referente del fascismo. Cofundador del círculo Sziget (Isla) junto con el filólogo e historiador de los mitos Károly Kerényi, sintió como él una perdurable fascinación por el mundo antiguo, en particular la Grecia clásica, pero sus intereses se extendían en muchas otras direcciones y perseguían una fusión del conocimiento de Oriente y Occidente, a partir de los libros sagrados o de la pervivencia de sus enseñanzas en la literatura mística. Los títulos de sus enciclopédicos proyectos, como Anthologia humana, recopilación de cinco milenios de sabiduría, La gran sala de los antepasados o Scientia Sacra, dan fe de su ambiciosa indagación en la "tradición espiritual de la humanidad arcaica", gracias a la cual podría accederse, como fue siempre su empeño, a la unidad perdida.

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