Arte

Sorolla y la importancia del instante

  • Cristina Carrillo de Albornoz presenta su libro sobre el maestro valenciano en el Palacio de Dueñas

Cristina Carrillo de Albornoz con el Duque de Alba y el retrato pintado por Sorolla.

Cristina Carrillo de Albornoz con el Duque de Alba y el retrato pintado por Sorolla. / José Ángel García

"Al rememorar la exposición de 1909 de Sorolla en la Hispanic Society of America", escribe la crítica de arte Cristina Carrillo de Albornoz, "no es difícil imaginar la revolución que produjeron estas pinturas. Durante un triste invierno neoyorquino, ¿cómo no se iban a extasiar los visitantes a la exposición ante la vibrante luz mediterránea y la belleza de ese misterioso mar interior, con elegantes damas envueltas en delicados vestidos de gasa blanca y velos agitados por la cálida brisa marina? ¿Qué pensarían de las niñas de Sorolla, envueltas en túnicas rosas, que evocaban el atavío de las antiguas esculturas grecorromanas mediterráneas? ¿Y los lazos sueltos de las chicas corriendo por la playa, saltando ante sus reflejos en las aguas traslúcidas?".

Carrillo de Albornoz y la editorial Assouline, con sede en Nueva York, presentaron este viernes en el Palacio de Dueñas el volumen Sorolla. A vision of Spain, una publicación que se suma al centenario del fallecimiento del pintor valenciano y que repasa, con textos de la autora pero también con un generoso y cuidado despliegue gráfico, la fecunda trayectoria del maestro de la luz: sus delicadas escenas junto al litoral, esos jardines en los que a menudo se detenía su paleta, sus sofisticados retratos o los ambiciosos lienzos que Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society, le encargó para que retratara el alma española son algunas de las joyas de un recorrido que incorpora igualmente fotografías de José Ortiz-Echagüe en las que figura Sorolla trabajando.

‘Clotilde y Elena en las rocas’, uno de los cuadros que recoge el libro. ‘Clotilde y Elena en las rocas’, uno de los cuadros que recoge el libro.

‘Clotilde y Elena en las rocas’, uno de los cuadros que recoge el libro. / D. S.

La obra incluye asimismo un prefacio de la bisnieta del artista, Blanca Pons-Sorolla, que destaca la revalorización que ha experimentado la pintura del autor. "Nadie, ni siquiera los detractores que tuvo Sorolla, ha dejado de reconocer las características esenciales de sus obras: sus dominios de las técnicas y su capacidad para reproducir la luz del sol. Sus obras irradian luminosidad, la luz que existía en el preciso momento en que fueron creadas por el artista, esa luz solar generadora de vida, de belleza, alegría y bienestar, que en buena parte son las responsables del optimismo que transmiten sus creaciones". En su texto, la bisnieta apunta la sensibilidad extraordinaria, cercana al éxtasis, que poseía el maestro: "Joaquín Sorolla se entregó con la pasión del enamorado a cada obra que pintó. En las cartas íntimas a su mujer, su adorada Clotilde, ya le comentaba cómo se le escapaban las lágrimas de emoción al pintar lo que le llegaba al alma, y las dos horas que necesitaba para calmar los temblores que sufría tras una intensa y feliz sesión de trabajo a pleno sol".

Para Carrillo de Albornoz, la irrupción de Picasso y las vanguardias relegó a Sorolla. El artista que había alcanzado la cima del arte mundial, atraído en 1909 a 160.000 visitantes y vendido más de 150 pinturas en una exposición en Nueva York, caía en las décadas posteriores, lamenta la investigadora, en un injusto olvido. El final del siglo XX lo restituyó como uno de los "pintores capitales de la Historia", un creador que desde sus comienzos pretendió "tener un estilo propio" y "romper las convenciones". El libro analiza cómo el genio de Velázquez, por el que sentía devoción, y sus estancias en Italia y París van calando en su visión del arte.

Carta del secretario del Duque de Alba a Sorolla. Carta del secretario del Duque de Alba a Sorolla.

Carta del secretario del Duque de Alba a Sorolla. / D. S.

La experta añade que la fotografía tuvo además un gran peso en la estética de Sorolla. "Cada cuadro, de hecho, es como una fotografía", considera Carrillo de Albornoz, para quien parte del hechizo que desprenden los cuadros del valenciano se deben a que "sabe captar el instante. Y si no lo captaba, él, que era un perfecccionista, destruía esa obra. Más allá de la luz, Sorolla celebraba la alegría y el optimismo, celebraba la vida", opina esta ex diplomática de las Naciones Unidas y comisaria independiente para museos de todo el mundo.

La elección del Palacio de Dueñas como escenario para la presentación, a la que asistieron también los editores Prosper y Martine Assouline, tiene un motivo, más allá de que Sevilla fuera uno de los destinos más importantes de la serie Visión de España: la Fundación Casa de Alba atesora el retrato del Duque de Alba que Sorolla pintó en 1908 y se exhibió en la exposición individual del artista en las Grafton Galleries de Londres. Una carta de Fernando Paz, secretario del Duque de Berwick y de Alba, a Sorolla da testimonio de la recepción de este cuadro tras la exhibición londinense. Carlos Fitz-James, actual jefe de la Casa de Alba, posaba este viernes junto a Cristina Carrillo de Albornoz y ese retrato que se erige ahora en un símbolo del aprecio que Sorolla sentía por la luz embriagadora de Sevilla.

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