Magnifiques | Crítica de danza
Una huida hacia el color y la unidad
Penélope Martín | Hija de 'Toño' Martín, cantante de Burning
Bendita sea la rama que al tronco sale. Penélope Martín ha salido a su padre, Juan Antonio Toño Martín, cantante y miembro fundador, junto a Pepe Risi, de Burning, una banda de rock, de ese que se interpreta por la cara, que tiene estatus de mítica. Ya no están entre nosotros ninguno de los dos y, como buenos compadres, hermanos en realidad, que eran, fallecieron el mismo día, aunque de diferentes años. Pero Toño -en adelante Antonio, porque “fuera del mundo musical, él era Antonio para todos. Y yo Penny”- dejó aquí tres copias grabadas en cintas de una maqueta con canciones que apenas nadie conocía y han permanecido inéditas hasta hoy, que salen a la luz en un magnífico disco libro, Muerde la bala, editado por Subterfuge Records, gracias al amor de su hija, que rescató la única copia de ellas que no estaba perdida del todo y ha luchado contra viento y marea para que se conociese el legado póstumo de un “ser maravilloso”, del que solo pudo disfrutar en los primeros 11 años de su vida, antes de que se despidiese de ella -ahora lo comprende así- diciéndole que “aunque naciésemos siete veces más nunca viviríamos esto con tanta intensidad”.
-Penny, ¿qué recuerdos guarda de su padre? Aunque lo perdió siendo una niña…
-Exacto. Pero tuve una vida junto a él muy intensa. Demasiado intensa, quizás, porque él invadía de tal manera mi mundo y el de todos los demás, que mi madre, siendo el pilar frontal de la familia, empezó a tomar figura real cuando mi padre falleció. Los recuerdos que tengo son los de un ser humano excepcional que me hizo ser quien soy. Me hizo ser responsable y autónoma; él era muy de decirme lávate los dientes, ponte a estudiar, me enviaba cartas en las que me hacía preguntas: ¿cuál es el océano más grande, el continente más grande?, y recuerdo cómo yo buscaba las respuestas. Era muy motivador, muy culto. Y era un cielo, me hablaba mucho del día de mañana: cuídate de ser siempre tú misma, que nada te influya; quiérete mucho, sé humilde y cultívate, lee, escribe. Y él me servía de ejemplo. A mí me dejó hecha y derecha con 11 años.
-Dibuja usted una persona muy distinta a la figura de una rock star.
-Nos vinimos a Briviesca en 1984, a la casa de mi madre, para que él se alejase de esta vida del rock and roll; pero nunca pudo dejarla porque él era rock and roll puro. Pero aún así, para mí fue el mejor padre que alguien puede tener; era una fantasía de padre; tan duro por un lado como juguetón y onírico por otro; era un crío, capaz de montarme en la cama matrimonial una tienda de campaña con un palo de escoba el domingo por la mañana. Luego me llevó a Nueva York con nueve añitos y me hizo crecer, me llevó al MoMA, me hablaba de Basquiat, al Metropolitan, a mil sitios que en su momento yo no entendía, pero que me dejaron un poso de sabiduría, una semilla tremenda. Yo creo que él sabía que no iba a tener mucho tiempo conmigo y en la forma en que me hablaba, me trataba, en sus escritos, sus cartas, me estaba formando para el después. Para el ahora.
-¿Y ahora, de mayor, cómo ve a aquel Antonio? Como persona y como músico.
-No son desligables la figura de músico y de padre. Recuerdo que cuando venía enfada del colegio con alguna amiga, él cogía la guitarra y se ponía a cantar: Leticia, eres tonta si no me dejas jugar; le daba un giro a la historia que me sacaba una sonrisa y la relativizaba. Cariño, me decía, esto te va a pasar siempre, es ley de vida; te dolerá, por supuesto, pero tienes que madurarlo; tú tranquila. Como músico me dejaba mil papeles que yo no entendía, me despertaba con una frase que luego aparecía en alguna canción, como Ángel caído. Ahora lo entiendo todo. Cuando grabábamos la maqueta en el sótano de Queens, que tenía una acústica muy buena, nos decía a mi primo Jean Paul y a mí: aplaudid ahora, o silbad ahora, o decid oh yeah. Aparte de lo que hiciese luego, en el estudio se centraba y era un músico de pies a cabeza.
-¿Cuándo fue usted consciente de lo que su padre significaba para los demás músicos y para los amantes de Burning y del rock?
-Si le soy sincera, de pequeña tenía algún destello porque a casa venía algún personaje raro; que yo veía raros, pero eran artistas: Antonio Vega, Johnny Thunders, y mi padre me decía que eran igual que yo. Veía que papá era alguien especial, distinto, en su forma de ser, en todo; cuando entraba en un cuarto con mi familia, para él no había nadie más; pero entraba en una habitación de artistas e invadía la sala. Empecé a estudiar Historia del Arte por él, fui maestra de inglés por él. Haciendo el master en Barcelona, con 20 años ya vi su verdadera dimensión. A mi madre le dolía mucho hablar de él; se quedó viuda enamoradísima y muy joven; pero ya se acercaba a mí y me contaba cosas la viuda de Pepe Risi, también los managers en los conciertos, que me reconocían como su hija; se me acercaron Alberto García Alix, Ana Curra y otros amigos que no llegaron a la fama. Cuando vi la tremenda envergadura de mi padre empecé a reaccionar. Empecé a leer otra vez sus escritos de cuando era pequeña y, de pronto, esas cartas cobraron vida propia.
Él las dejó registradas y todo meticulosamente atado. La maqueta ardía en un cajón y tenía que salir”
-¿Qué encuentra en sí misma que sea de Antonio?
-Todo el mundo me dice que la fuerza, la alegría de vivir, que ante una adversidad me levante con más ganas. Los dos somos muy animales, en el sentido puro; honestos; nos agarramos a la vida, nos gusta lo real. Tenemos en común el hambre de conocimiento, querer viajar, adquirir cultura. Y mucha sensibilidad; demasiada, en realidad; el mundo nos desilusiona a causa de ella, las injusticias nos matan; la hipocresía y la manipulación nos dañan seriamente; no tenemos dobleces. Y somos felices, aunque esa palabra no existe; le damos la vuelta a la vida y nos reímos de nosotros mismos. Por lo demás, él era un animal escénico y a mí me dicen que la fuerza no la tengo en el escenario, sino abajo.
-¿Usted ha ido escuchando estas canciones a lo largo de su vida o se las ha reencontrado ya mayor? ¿Su madre las escuchaba? Una incluso está dedicada a ella, por lo que sé.
-Sí, y es la más bonita de todas, la joya de la corona, Fría de un pálido azul. Me la sé de memoria desde que tenía nueve años. Me sé todas las de la maqueta de pé a pá; me he criado con esas canciones, me he dormido con esas canciones; he visto cambiar algunas líneas de ellas, pero la de mi madre se nos ha quedado grabada a fuego a las dos, de ahí que ella no la pudiese escuchar; la mataba, echaba de menos a mi padre tanto… él era culto y así son sus letras, no son banales, son preciosas, de una gran cadencia fonética. También me conmueve Todos tus trucos; recuerdo a mi abuelo viendo muchas películas del Oeste y mi padre sacó esa canción de un dialogo de Joan Crawford en Johnny Guitar.
-Estuvo trabajando esas letras mucho tiempo.
-Hay algunos temas que son cien por cien Antonio Martín, pero hay otros que hizo con Pepe. Mi padre y él fueron íntimos hasta el final. En esa época, cuando mi padre todavía cantaba en Burning y estaba creando algo nuevo, lo metía en los bises de los conciertos y eso hizo con Mala chica. Si se da cuenta, en el disco Atrapado en el amor ya están tomando otra dirección, son más crooners, más maduros, la voz está más curtida y está más acorde con la que suena en esta maqueta. Después de los problemas en la banda, mi padre trabajó en más música de la que tenía con Pepe; compuso estas canciones en distintas épocas. Cenizas en el mar tiene una letra muy actual, hoy la gente ya no quiere salir, se queda sentada en casa viendo televisión; era un visionario en 1991. Él las dejó registradas y todo meticulosamente atado. La maqueta ardía en un cajón y tenía que salir.
Cuando entendí la figura de Antonio, el poliedro que era, descubrí un personaje que me fascinaba”
-Cuénteme la génesis del proyecto. Ya sabemos el motivo de sacarlas. ¿Por qué con Subterfuge? ¿Quería alguien más el disco? ¿Lo rechazó alguien?
-Ha sido una Odisea digna de mi nombre de Penélope. Pero una lucha bonita. Surgió del mejor amigo de mi padre, Rafael, de El Tiemblo; una brutalidad de amistad de treinta años hizo que guardase el secreto de estas canciones a pesar de haber recibido mil ofertas por ellas. La suya era la única de las tres cintas que no se había extraviado. Cuando entendí la figura de Antonio, no ya como padre, sino el poliedro que era: como músico, creativo, amigo, amante, esposo, descubrí un personaje que me fascinaba más allá de ser mi padre, supe que el material que tenía era increíble. Comprobé los registros, todo en orden, lo actualicé, pasé a partituras. Llamé a puertas y desde otras puertas me llamaron a mí, pero yo quería una discográfica que cuidase el proyecto, que lo mimase, y nunca se materializaba nada. Hice muchísimos viajes y pensaba que esto iba a ser eterno; no tenía medios, pero supe tener temple hasta que apareció la pareja de baile perfecta cuando ya lo daba todo por perdido, con la familia en contra, que pensaba que esto era una locura. Pero también tuve a gente muy grande detrás de mí: Alberto García Alix ha sido mi ángel custodio, mi fuerza cuando ya no podía más. Aquí en el Sur debéis saber que también Lola Muñiz de Mier -Lolita MuMi, sevillana, residente en Punta Umbría- fue la estrella de este proyecto en el inicio duro. Se avecinaba el 50 aniversario de Burning y todo cuadraba; era ahora o nunca, y en Subterfuge no han podido entenderlo mejor. Se ha hecho todo desde el corazón y fue uno de los apoyos que me cayó del cielo. Ahora tenemos hasta ofertas de biografías.
-¿Qué hay en el libro que acompaña al disco?
-Sus escritos de puño y letra; sus composiciones de estas canciones; cartas que me escribía de forma tan creativa que lo mismo usaba una servilleta que un cartón que hubiese por ahí. Y de ahí salían estrofas de No tengo nada, de Demasiado orgulloso para pedir perdón. Hay fotos de Alberto García Alix; también las póstumas de Timoteo Galán que mi padre nunca llegó a ver porque falleció mientras las revelaba. Timoteo decía que él se limitaba a ponerle un flexo y mi padre era otro; de repente era un ángel, luego un diablo; él era así, a mi me parecía Marlon Brando. Hay fotos de Ouka Leele, porque mi padre no era como Pepe, que después de un concierto cogía la guitarra y se iba a casa. Mi padre hurgaba en el arte, con El Hortelano, con Ceesepe, tocando con Javier Iturralde. También hay fotos de su archivo personal que se hacía él mismo y Alberto decía que eran mejores que las suyas. Ahora que se está perdiendo el papel es muy bonito. Y porque no han cabido mas cosas, porque él escribió incluso un cuento.
-Cuando su padre grabó estas canciones las guardó para que no las grabase Burning. ¿Él quería que estas canciones fuesen los cimientos de una nueva carrera al margen de la banda?
-Totalmente. Pepe y él tenían ya el proyecto, con otra deriva, sin tanto teclado, más maduro; un rock and roll más férreo, más auténtico, con la lírica más fuerte y muchas ganas. Mi padre era la cabeza y Pepe era la música, el que lo embellecía todo. Amigos desde los siete años, eran hermanos, un tándem muy especial. Cuando mi padre murió le decíamos a Pepe que se pusiese como Antonio Vega, él solo, que era quien lo hacía todo en la banda.
-En las canciones no solo se oye a Antonio y Pepe ¿quiénes son los otros músicos?
-En las grabadas en Madrid son los músicos de Miguel Ríos de aquellos años. En Bilbao, el bajista Manuel Pombo toca los teclados. En Nueva York eran chicos de Queens que conoció a través del fotógrafo de Thunders. Muchas de las guitarras no son de Pepe Risi; él metió todas las guitarras en las composiciones de mi padre, pero muchas veces no estaba en condiciones de tocarlas y, aunque está presente su sonido, quien las tocaba era Paco Palacios.
-Todo el periodo de tiempo y la forma de componer y cantar las canciones, en diferentes condiciones física y mentales, ya se aprecia incluso solo en las dos que conocemos, las que Subterfuge ha ido adelantando. En Ángel caído escuchamos a un Antonio más potente y en forma que en Demasiado orgulloso para pedir perdón.
-Claro. Y en Cenizas de rock and roll verá que su voz no está bien. También es culpa de que la maqueta no se ha podido limpiar porque no está grabada en cuatro u ocho pistas, sino en una sola, pero igual ese día él no estaba muy bien. Solo he querido sacar las nueve canciones inéditas, pero en la cinta estaba también Loco por ti (Penny), que ya había salido en Atrapado en el amor. Meterla también aquí creo que fue un guiño a mí: Yo ya no estoy. Pero estás tú, amor mío.
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