¿Con qué racionalidad opera la sociedad tecnológica?

La racionalidad tecnológica se ha convertido en la racionalidad social de nuestra época.

18 de marzo 2009 - 16:01

RAMÓN QUERALTÓ Catedrático de Filosofía Contemporánea.

Universidad de Sevilla

Resulta ya indiscutible que un hecho básico de nuestro tiempo es el cambio social inducido por el desarrollo de las llamadas "nuevas tecnologías", en especial las tecnologías de la información y de la comunicación (TICs) y las biotecnologías. La dirección de este cambio social ha traído como consecuencia fundamental la instauración de lo que se llama sociedad tecnológica, para identificar el tipo específico de sociedad en la que actualmente vivimos. La sociedad tecnológica es una realidad consolidada en los países del llamado primer mundo, y los países no pertenecientes a él caminan también en esa dirección casi de forma ineluctable, pues también en ellos se considera al desarrollo tecnológico como eje vertebrador de su futuro. Así, una sociedad tecnológica quiere decir una sociedad que ha hecho del desarrollo e innovación tecnológicos el instrumento central de su estructura dinámica de presencia histórica. No en vano las siglas I+D+i aparecen hoy por todas las instancias sociales y políticas más características de nuestro entorno. En este sentido, la tecnología ha adquirido un protagonismo histórico de primer orden, en buena medida parangonable al que tuvo la ciencia respecto de la Modernidad en sus comienzos. Del mismo modo que la racionalidad científica vertebró el desenvolvimiento histórico de la Modernidad con una influencia generalizada en todos los campos del saber, igualmente la tecnología actual –y especialmente las TIC– está cumpliendo un papel histórico similar al principio del siglo XXI, vertebrando la cultura, la sociedad, los saberes, la política, la economía, etc. Por eso, al igual que se convirtió en un lugar común hablar de la racionalidad científica para nombrar la forma de racionalidad propia de la Modernidad, hoy día podemos hablar ya sin recelo de una racionalidad tecnológica que se ha convertido en la racionalidad social de nuestra época.

Por todo ello, actualmente la instauración de la sociedad tecnológica supone una "novedad" histórica, sobre todo por lo que se refiere al influjo social de las TIC. Ahora bien, esto trae consigo un conjunto de consecuencias de todo tipo para la vida humana, tanto a nivel individual como social. Analizaremos brevemente algunas de ellas.

Quizás la más destacada modificación que se pudiera señalar, desde el ámbito concreto de su influencia en los modos de pensar del hombre contemporáneo –por tanto, en una cuestión substancial de fondo–, es que esa forma de racionalidad social de nuestra época adquiere sus rasgos característicos inspirándose en la propia racionalidad interna del fenómeno tecnológico como tal. En otras palabras: que la forma de racionalidad social, con la que se abordan los problemas de la vida humana, individual y colectivamente, sigue hoy las pautas de una racionalidad propia de las acciones y actividades tecnológicas. ¿Cómo podrían describirse los rasgos de esa racionalidad social de nuestro mundo marcada "tecnológicamente"? Su descripción contribuiría especialmente a comprender (aunque no necesariamente a justificar éticamente) nuestra sociedad tecnológica.

Un primer rasgo a reseñar es que la racionalidad social de nuestro tiempo no trata primariamente de responder a la pregunta clásica de los modelos de racionalidad precedentes, o sea, a la pregunta esencialista ¿qué es esto o qué es ese objeto?, sino a la cuestión ¿para qué sirve esto?, siendo tal criterio su criterio constituyente. Lo que busca primariamente la tecnología es construir un artefacto-herramienta que muestre inmediatamente en su aplicación la eficacia para la que ha sido diseñado. Así, su criterio de justificación –si se quiere, de validez– es precisamente el criterio de eficacia operativa, lo cual implica que los fines pragmáticos del conocimiento primen sobre los fines teóricos (respuesta al ¿qué es?). Así, los fines teóricos del conocimiento humano quedan subordinados a los fines pragmáticos. Esto supone una inversión de la relación clásica entre los fines del conocimiento: mientras que en los modelos anteriores la pregunta por el ¿qué es?, era el punto de partida del ejercicio del conocimiento y después se investigaban sus posibles aplicaciones buscando el beneficio humano, ahora, en el modelo contemporáneo de racionalidad social, son éstas últimas las que pasan a primer plano y a ellas se subordina la indagación teórica. Tal cambio supone un giro copernicano respecto de veintiocho siglos de historia cultural.

Un segundo rasgo a señalar es que esa forma de racionalidad posee por sí misma una capacidad indefinida de autoexpansión. Esto es consecuencia inmediata de su criterio constituyente de eficacia operativa, pues, ¿qué mayor eficacia que abarcar el máximo posible de la realidad bajo sus pautas propias? La racionalidad social inspirada en un modelo de racionalidad tecnológica tratará siempre de abordar la realidad a la que se enfrente en función de dicha eficacia, por eso tanto la tecnología y su modelo de racionalidad como la racionalidad social inspirada en ella, no pueden sino crecer espontáneamente. Obsérvese entonces, por ejemplo, que no sólo habrá cada vez más tecnología por la demanda social de nuestro mundo (factor externo de crecimiento) sino por la estructura interna misma del fenómeno tecnológico y su racionalidad implícita (factor interno). De ahí que dicho fenómeno tecnológico contemporáneo sea naturalmente autoexpansivo con todas sus consecuencias, y una consecuencia de ello se constata en el descenso de la valoración social de las materias humanísticas actualmente.

Y un rasgo final se deduce de los dos anteriores: el fin general de esa forma de racionalidad es buscar la transformación y manipulación de lo real. Actúa así como una voluntad de poder sobre la realidad. De ahí que, desde este modelo de racionalidad, se induzca necesariamente ese cambio social acelerado, pues sus rasgos quedan enraizados como factores vertebradores significativos, los cuales la convierten en una sociedad tecnológica.

Un resultado decisivo se deriva de esta descripción, a saber, que esta forma de racionalidad produce un acusado pragmatismo social. Se trata de una racionalidad pragmática fuerte, que busca la eficacia operativa en su ejercicio. De este modo, la mentalidad del hombre contemporáneo se ha vuelto recelosa frente a los saberes teóricos cuyos efectos culturales y sociales no son especialmente cuantificables, y mucho menos inmediatamente.

Es esta forma de racionalidad social uno de los caracteres básicos de la sociedad tecnológica actual, que se refleja en múltiples planos: con un cambio en las actitudes éticas, políticas, culturales, económicas, etc. De particular importancia es su influjo en la ética social, lo cual he tratado en mi último libro La Estrategia de Ulises o Ética para una Sociedad Tecnológica, Doss Ediciones/CICTES, 2008; descargable libremente en pdf.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Father mother sister brother | Crítica

Destilación de la esencia de la vida

Lo último