La tele más Real del año
Pierrot iluminado
Zahir Ensemble | Crítica
La ficha
ZAHIR ENSEMBLE
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XV Festival Zahir Ensemble de Música Contemporánea. Solistas: Christina Baader, mezzosoprano; Eberhard Lorenz, tenor. Zahir Ensemble: Alfonso Rubio, flauta y piccolo; Gustavo Domínguez, clarinete y clarinete bajo; Bozena Angelova, violín; Aglaya González, viola; Aldo Mata, violonchelo; Beatriz González, piano. Director: Juan García Rodríguez.
Programa: Pierrot Lunaire / Solaire
Arnold Schoenberg (1874-1951):Pierrot Lunaire Op.21
Reinhard Febel (1952):Pierrot Solaire [estreno mundial]
Lugar: Espacio Turina. Fecha: Viernes, 23 de mayo. Asistentes: Unas 60 personas.
En el último de los conciertos de su ciclo anual, Zahir Ensemble volvió a demostrar su firme compromiso con la música de los siglos XX y XXI en un ambicioso programa que dialogaba con el legado de Arnold Schoenberg desde una perspectiva actual. La velada, dividida en dos partes claramente delimitadas, ofreció primero una interpretación del Pierrot lunaire de Schoenberg y culminó con el estreno mundial de Pierrot Solaire, obra del compositor alemán Reinhard Febel que, más que dialogar, se refleja casi miméticamente en la del maestro vienés.
Christina Baader asumió con autoridad el desafío vocal y expresivo del Pierrot lunaire, obra de culto cuya dificultad técnica y ambigüedad expresiva sigue desconcertando más de un siglo después de su creación, tan fieramente moderno como entonces, cuando Schoenberg diseñó la obra para una cantante de cabaret berlinesa. La mezzo alemana apostó por una interpretación contenida, sobria, muy controlada en el uso del Sprechgesang, reduciendo los aspectos más teatralmente grotescos que recorren estos pequeños melodramas. Esta austeridad, apoyada en una cierta lentitud del tempo escogido, sirvió para una visión posible de la obra, la que apunta a una lectura introspectiva, de un dramatismo seco y elegante, que subraya la modernidad casi clínica, trazada con bisturí, del discurso musical.
La segunda parte del concierto estuvo dedicada a Pierrot Solaire, una nueva obra de Reinhard Febel que se levanta sobre las huellas –o quizá las cenizas– del Pierrot lunaire. Febel reproduce casi al detalle la instrumentación del original, con la única omisión de la viola, y estructura su ciclo en veintiún números, al igual que Schoenberg, añadiendo una especie de epílogo a modo de propina final. Los poemas, firmados por el propio compositor, evocan el mismo simbolismo fragmentario que los textos de Albert Giraud, pero presentan a un Pierrot bañado por la luz, en contraste con el personaje espectral y lunático, casi enfermizo, del modelo. El reparto vocal está cuidadosamente equilibrado: seis piezas para el tenor, cinco para la mezzo y el resto concebidas como dúos, subrayando así el carácter dual de esta relectura contemporánea.
Sin embargo, si en Schoenberg cada gesto instrumental parece afilarse hasta lo espectral y cada número afirma su independencia, en Febel el conjunto resulta más homogéneo, dentro de una voluntad que se percibe más narrativa, menos abstracta. Una gran diferencia radica también en el tratamiento vocal: Febel prescinde del Sprechgesang y opta por el canto lírico, lo que ofrece una textura sonora más convencional, restando parte del carácter ambiguo, casi delirante, del modelo. A cambio, la presencia del tenor Eberhard Lorenz junto a Baader permitió explorar esa dualidad expresiva para enriquecer la propuesta: frente a cierto hieratismo controlado de la mezzo, Lorenz ofreció una interpretación más extrovertida, incluso histriónica en algunos momentos, contrastando vivamente con la sobriedad de su compañera. Pierrot Solaire es, en última instancia, una obra de eco y de sombra, que se enfrenta al peso del original sin traicionarlo ni subvertirlo, pero tampoco sin igualarlo. Más que una reinvención, se trata de una glosa, una escritura en los márgenes de uno de los monumentos sonoros del siglo XX.
Juan García Rodríguez dirigió el conjunto instrumental con claridad y precisión, para moverse con soltura tanto en el tejido nervioso del Pierrot original como en las nuevas texturas de Febel. La música, en ambos casos, exige precisión quirúrgica y una flexibilidad expresiva que el conjunto sevillano dominó con brillantez. Una interpretación comprometida y de alto nivel, que confirmó la solvencia de Zahir Ensemble en un Espacio Turina que volvió a confirmarse como un centro de referencia en la creación camerística (y contemporánea) española.
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