Teodoro León Gross

¿Apoyará Espadas a Juanma frente a Vox?

Diez negritas

Juanma Moreno y Juan Espadas, entonces alcalde de Sevilla, en un homenaje a los sanitarios.
Juanma Moreno y Juan Espadas, entonces alcalde de Sevilla, en un homenaje a los sanitarios. / Juan Carlos Vázquez

20 de marzo 2022 - 06:00

Mientras el Gobierno andaluz mantiene un tono bajo de gestión, incluso demasiado bajo, a la espera del congreso popular de Sevilla, el carrusel de ministras se ha repetido esta semana para vender a Juan Espadas; al cabo Cómo se vende un presidente es la pregunta de toda campaña desde que McGinnis escribió The selling of the president en la de Nixon 68 diseñada por el genio Roger Ailes que después alcanzaría la gloria y el desastre en la FOX. Es lo que hacía Isabel Rodríguez identificándolo como línea Maginot frente a Vox:

–Tenéis que parar los pies a Vox para conseguir parar a la ultraderecha en España... servir de dique de contención.

La campaña aún parece lejana como para tocar tanto a rebato, pero seguramente no acaban de confiar en que no se llame a urnas a final de junio, fecha teóricamente mejor que un otoño lleno de incertidumbres, con al menos algunas pes amenazantes: paro, quizá pandemia... y seguramente Putin. El PP está tomando oxígeno en su tregua orgánica, Juan Marín se aferra a su espacio centrista ("ahora todo el mundo quiere ser como Juan Marín" ironiza sobre PP y PSOE, con el encanto de la orquesta del Titanic), Vox mantiene el ritmo y en la trinchera socialista, como era previsible, Espadas y sus portavoces siguen exigiendo al PP que responda con claridad “si pactaría con la extrema derecha de cara a unas próximas elecciones, siguiendo la línea marcada por Mañueco en Castilla y León".

Es una pregunta lógica en la táctica de presión, aunque el PP prefiera evitarla con el regate canónico de salimos a ganar y gobernar en solitario. Vox hace circular que entrarán en San Telmo, incluso sugiriendo que hay encuestas con una relación 6-4, mejor que el 7-3 de Castilla y León. En definitiva PSOE y Vox comparten que Vox sea eje de la campaña. Vox por ser voto útil, y PSOE por ser útil para su voto. Claro que si el PSOE quiere dar credibilidad a su pregunta,, tal vez debería empezar por dar ejemplo explicando cuáles serían sus propios pactos, y a tenor de los sondeos, en particular esto: ¿le prestará el PSOE sus escaños al PP para una investidura sin Vox? Como ensayo general, el PSOE en Castilla y León ha preferido que Vox gobierne a hacer eso. Después, eso sí, se rasgan las vestiduras si Vox entra: “¡es un fracaso de la política de España!". El PSOE no hizo nada por evitarlo. Unos por otros. Todos los caminos conducen al cinismo.

Más extrema derecha

La Pasarela de Ministras de esta semana coincidía en Andalucía con las protestas de los transportistas. Juanma Moreno apelaba al diálogo, sin mojarse en un frente de batalla que apunta a Moncloa. Pero el Gobierno Sánchez ya había recurrido, una vez más, al comodín de la extrema derecha, que es la gran coartada para todo. O sea, la protesta estaría desacreditada, como sugirió Isabel Rodríguez, a rebufo de Raquel Sánchez, en Sevilla:

–Un boicot orientado por la extrema derecha.

Todavía al final de la semana María Jesús Montero, cuando ya parecía difícil tensar más el argumento, insistía en que la ultraderecha está utilizando, alentando, y animando esas protestas para provocar inestabilidad y hacerle el juego al tirano Putin. Tal cual:

–No podemos permitir que se mantenga este boicot alentado claramente por la ultraderecha que coquetea con las aspiraciones de Putin.

Claro que hasta ahora nadie ha aportado una prueba que acredite esto. Sí, algunos de sus líderes se manejan con la retórica de Vox, pero también otros manifestantes hablan con retórica de Podemos. Toda violencia de piquetes es censurable, vaya eso por delante, pero en el Gobierno parecen olvidar dos cosas: tradicionalmente los piquetes violentos han venido de la izquierda, y no hace demasiado tiempo ha habido excesos en las protestas de Cádiz pero nadie vetaba negociar; y fue este Gobierno el que sacó las coacciones de los piquetes del Código Penal. No hace tanto ellos mismos andaban elogiando a los piqueteros. Pablo Iglesias, gobernando Rajoy, elogiaba a piquetes precisamente de transportistas: “sin vosotros no hay democracia". Ahora, qué cosas, son los enemigos de la democracia. Esta deriva se acerca peligrosamente a la idea de que los piquetes son malos si no son de CCOO y UGT.

Entretanto, eso sí, no sólo se lo ponen fácil a Vox casi como a Fernando VII (“no es un boicot pero sí un apoyo directo de Vox al sector del transporte, un sector que, le recuerdo al presidente Sánchez, es estratégico...que abasteció nuestros hogares en la peor época de la pandemia" decía Benito Morillo, con la seguridad de la rentabilidad para ellos) sino que se alejan de otros tantos trabajadores que entienden a los camioneros, porque están sufriendo la subida de los combustibles y la electricidad. (Y sí, los trabajadores autónomos son trabajadores, aunque se les niegue desde el Gobierno llamándolos patronal, con otro silogismo mezquino ajeno de la realidad).

La flota pesquera se amarra y no son fachas, los agricultores se asoman a pérdidas y no son fachas, y esos transportistas no son fachas. Y si lo fuesen, daría igual, porque no están ayudando a Putin o a Abascal, sino desesperados, tanto como para parar en pérdidas. Gaspar Llamazares recordaba algo que debería ser obvio para cualquier político pero especialmente para un político de izquierda: los piquetes son censurables, pero sus problemas son reales, y no merecen milongas diseñadas por asesores de marketing en las mullidas alfombras del poder. Salvo Luis Planas, el Gobierno ha desbarrado tela.

Aguirre o la cólera de Rodríguez

Jesús Aguirre fue a por lana y salió trasquilado: si quieres entrar en la necesidad de ocuparse de la violencia intrafamiliar, que existe y requiere atención, no puedes hacerlo como alternativa a la violencia de género o violencia machista, porque en ese caso has comprado el argumentario de Vox. Y así sucedió. Resultado: otra vez Vox a escena, en el centro de todo, beneficiándose de estas polémicas.

Aguirre rectificó, pero ya era tarde. Isabel Rodríguez tenía un argumento más para vincular al Gobierno andaluz con Vox, proclamando que " está inundando los planteamientos de la Junta". Casualmente Isabel Rodríguez participaba después de la charla mitinera en el mismo foro en que Aguirre había matizado.

Al llegar, Aguirre salió a darle la bienvenida a Andalucía, y ella le advirtió que le había afeado sus palabras en público. Aguirre bromeó, y ella volvió a recriminarle sus palabras. Aguirre le quitó hierro, y la ministra insistió en su regañina hasta acabar por resultar más bien petulante, subida la peana ante quien la había recibido con cortesía. Ahí Aguirre, campechano y simpático, querido popularmente, se maneja con facilidad. A todo esto, no se ha hablado sobre los contratos sanitarios que expiran en marzo o sobre el juicio de la mordida de los test, sino sobre esta polémica finalmente poco productiva porque nadie piensa que la consejera de Igualdad, Rocío Ruiz, se rija por planteamientos de Vox; y nadie va a ver a Aguirre como un trasunto de Martínez el facha.

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