Don Juan Carlos: Ni un charco sin pisar

La Interpol pide la detención del traficante de armas con el que se ve el Rey emérito

La campaña "somos mayores, no tontos" abre el debate de la marginación digital de los mayores

Calviño da un mes a la banca para proponer soluciones a la brecha digital

Don Juan Carlos, en un partido de Nada en Abu Dhabi
Don Juan Carlos, en un partido de Nada en Abu Dhabi / EFE

23 de enero 2022 - 05:00

LA sentencia atribuida al canciller de Hierro, Otto von Bismarck, sobre nuestro país -"España es el país mas fuerte del mundo: lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido"- podría aplicarse al Rey emérito si no fuera porque, realmente, don Juan Carlos ya está destruido. Pocos próceres en la Historia de España han hecho tanto a su favor y a la vez han trabajado con tanto ahínco para malograr sus propios méritos. De su decidido liderazgo por llevar a España por la senda democrática no hay nada que objetar, sino, al contrario, reclamar el reconocimiento que amerita. Tampoco de su determinante papel en el 23-F, sobre el que, más allá de las sabidas imprudencias entre las bambalinas del poder con los turbios de la época y Suárez en la picota, a día de hoy no hay documentos ni hechos que acrediten una desviación democrática, por mucho que sigan redoblando tambores que nunca anuncian nada.

Su proceso de autodestrucción comenzó con su impunidad, la muy constitucional inviolabilidad, y con el blindaje político, social y mediático del que disfrutó cuando el primer y único interés general era consolidar una democracia en España tras 40 años de oprobio y dictadura. La impunidad crea monstruos. Les permite cometer tropelías sabiéndose a resguardo. Les anima a saltarse los principios morales convencidos de que nadie se lo afeará ni se lo tendrá en cuenta. Y le habilita el camino del enriquecimiento al grito de ancha es Castilla.

Muchas gotas colmando muchos vasos

En un Estado como el nuestro, una Monarquía parlamentaria, los casos judiciales que afectan a los primeros representantes del Estado no sólo se miden por su trascendencia jurídica. El Rey emérito está involucrado en demasiados escándalos: presuntas comisiones que habría recibido antes de abdicar en 2014 (obras del AVE a La Meca), dos regularizaciones millonarias de dinero (los viajes que pagaba la fundación de su primo radicada en Liechtenstein y los fondos opacos procedentes de un empresario mexicano); todo un serial de telenovela con elefantes en Bostwana y su ex amante Corina Larsen, a quien durante un tiempo alojó en el complejo de La Zarzuela, como artista invitada; la pista de los 100 millones del rey saudí y el supuesto blanqueo de la millonada que entregó a su ex amante. Y ahora es la Interpol la que acaba de solicitar a Abu Dhabi, donde está exiliado don Juan Carlos, que detenga al traficante de armas Abdul Rahman el Assir, quien al parecer es acompañante asiduo del Emérito. En fin, un desastre. Demasiadas gotas colmando demasiados vasos.

El artículo 56.3 de la Constitución dice, básicamente, que "la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad" y de modo permanente. Más allá de que muchos de sus actos privados no fueron refrendados por el Gobierno a efectos prácticos sigue siendo intocable. Ese artículo nos ha salido muy caro. Urge reformar y clarificar los límites de la inviolabilidad y responsabilidad del Rey. En la España del siglo XXI la actuación del Jefe del Estado también ha de regirse en función de las normas de un Estado de derecho. Es tan sencillo como eso. Y requiere la convicción y el apoyo de los grandes partidos. Es la mejor forma de ayudar a la institución, sin hiperventilados esencialistas monárquicos que terminan antes perjudicando a la corona que ayudándola a pervivir. "La luz del sol es el mejor de los desinfectantes", dijo Louis Brandeis, un juez de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos.

A ver si conseguimos que el exilio de don Juan en Estoril y el de don Juan Carlos en Abu Dhabi -por motivos bien distintos- sean anecdóticos y no una costumbre familiar. Mientras, el Emérito ayudaría bastante si dejara de meterse en todos los charcos.

La brecha digital aísla a los mayores

Mientras media humanidad aun lejos de la edad provecta se queja porque las redes sociales se han apoderado de nuestros datos -esos que les cedimos gustosa e inconscientemente- y los utilizan, revenden o los usan para perseguirnos a lo largo y ancho de la globosfera, la otra media, los de la llamada generación silenciosa (1923-1945) protesta con más razón: la tecnología los está aislando y les obstaculiza vivir el día a día con cierta normalidad. La pandemia ha acelerado la digitalización de todas las actividades. La compra en el supermercado, el trabajo en remoto o los tutoriales en internet para hacer deporte. O la socialización. Todo, en realidad. Muchos viven pidiendo favores, al vecino, al empleado del supermercado y a sus hijos, para que les activen una clave o les cierren una suscripción. Las empresas han diseñado sus apps sus pasarelas de pago y sus tarjetas sin pensar ni por un momento en sus clientes mayores. No nos engañemos, no es maldad intrínseca: la población de más de 65 años en España supone un 19,7% del censo. No son preferenciales: hay muchos más clientes en otros estadios de edad.

Darwinismo tecnológico y marginación

Como a la fuerza ahorcan, el 50% de las personas de más de 64 años se conectan a diario a internet, (sólo un 17% de más de 75) según datos del INE. Andoni Alonso, catedrático de Filosofía en la Universidad Carlos III, lo llama "darwinismo tecnológico". Puede ser. Pero al final hablamos de una parte sustancial de la población que ve sus derechos vulnerados, justo cuando se encuentran en un momento de su vida en el que más protección necesitan.

Es una generación que ha avanzado mucho y ha hecho un esfuerzo importante de adaptación hasta que han topado con un mundo del que se sienten expulsados y excluidos y que les es familiar: los bancos. Podrían aceptar que una plataforma de contenidos de entretenimiento los maltrate o que Instagram los ignore pero no una entidad a la que han entregado su dinero -y su confianza- durante toda su vida. Especialmente complicado se ha vuelto el acceso a los bancos para estas personas en el entorno de la España vaciada, donde primero desaparecieron los colegios, le siguieron las farmacias, los médicos y hace tiempo ya los bancos. La banca española ha cerrado 23.170 oficinas en doce años. Y sigue. El desarrollo de la banca electrónica, el avance de la sociedad digital y la concentración bancaria explican la reducción y, en parte, la justifican: al menos hasta el punto en el que han dejado a 1,3 millones de personas (un 3% de la población usuaria) en una situación de "vulnerabilidad en el acceso al efectivo", según el propio Banco de España, que paradójicamente alienta las fusiones, no pone límites y después certifica los problemas -y las injusticias- que generan. La mayoría de los afectados son mayores de zonas rurales. Esos que necesitan ir a una oficina a cobrar su pensión. En definitiva, ciudadanos de primera y de segunda.

Somos mayores, no tontos

Harto de estar harto, de no ser atendido correctamente en su banco, de los horarios limitados, de que le condene a hacer cada vez más operaciones por internet y de que no haya un ser humano del banco dispuesto a resolverle las dudas, el médico valenciano jubilado Carlos San Juan (78 años) ha lanzado la campaña que bajo el título de "Soy mayor, no idiota", ha recogido más de 100.000 adhesiones en sólo unas semanas. Representa San Juan el hartazgo de esa minoría silenciosa que se siente preterida. Ha conseguido que esta semana la ministra de Economía, Nadia Calviño, llamara al orden a los representantes del sector bancario: les ha dado un mes para corregir sus protocolos de atención a mayores. La banca va a revisar lo que llaman el protocolo estratégico para reforzar el compromiso social y sostenible de la banca. Le ahorramos el trabajo de revisión: que abran más horas la ventanilla, atención personalizada a los mayores y que les permitan hacer los trámites en el banco como toda la vida sin obligarlos a hacerlo por internet. Ya está. Fácil.

Si todos los pensionistas, a una, decidieran llevarse sus pensiones y ahorros al banco que les diera el servicio que demandan ya verían al sector moviendo el culo. A los bancos no debería olvidárseles que lo que hoy llamamos globalización reconoce como acto icónico fundacional a un agricultor francés llamado José Bové lanzando piedras contra un McDonald's -símbolo del capitalismo para ese movimiento- en Millau.

Breverías

1. Se acabó el "que inventen ellos"

Entre 2011 y 2016 se perdieron en España más de 5.000 puestos de investigadores. Fueron las secuelas de la crisis económica pero también la consecuencia de una deficiente planificación, un escaso impulso institucional a la investigación y el resultado de una jerarquía errática en el orden de prioridades políticas. Muchos de esos jóvenes, hoy regados en su mayoría por medio planeta, ya no regresarán. Habrán encontrado hábitats laborales propicios. Esa destrucción de capital humano es irreversible. Pero al menos se puede evitar que suceda de nuevo. Es lo que pretende la nueva Ley de Ciencia que impulsa la ministra Diana Morant y que comenzó a trabajar su antecesor, Pedro Duque. Aspiran a "ilusionar de nuevo" a la comunidad científica. El primer objetivo es reducir la precariedad creando un contrato indefinido para los investigadores, que hoy encadenaban contrataciones en precario hasta los 40 años. El contrato no estará sujeto ni a tasa de reposición ni a autorización previa. También crean una figura que permita captar a "cerebros" extranjeros. Ahora se trata de que no sea un espejismo y tenga continuidad. Que no se limite a este año en el que el maná europeo permite disfrutar de un presupuesto excepcional. Si no es así volveremos a ver a nuestros jóvenes hacer las maletas.

2. John Casado y Garamendi Ono

El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, tiró de una metáfora exótica para escenificar sus buenas relaciones con Pablo Casado. Esa insinuación a subir a la habitación de un hotel y meterse en la cama como John Lennon y Yoko Ono para que todos comprueben que no existen desavenencias resultó rarita en boca del presidente de los empresarios, pero no hay que criticar la heterodoxia, que Garamendi ya ha demostrado que tiene criterio propio en asuntos cruciales. Sí hay que recordar, en todo caso, que el ex beatle y su pareja se pegaron dos encamadas de dos semanas (en Ámsterdam y Montreal) contra la guerra del Vietnam y a favor de la paz. Desde entonces las técnicas del marketing han evolucionado mucho, aunque la pareja lo clavó: 52 años después se sigue utilizando la idea de "la cama de la paz". Aunque sea para cerrar las heridas de la reforma laboral.

3. ERC: socios imposibles

No sólo está por ver que ERC apoye la reforma laboral, sino que vuelve a las andadas, aunque de momento sólo de boquilla. La ponencia política que llevarán a su Conferencia Nacional de marzo aboga por la desobediencia y lo que llaman "desbordamiento democrático" para lograr el referéndum de autodeterminación en el caso de que fracasen las negociaciones con el Gobierno. De entrada, negociar con el garrote en una mano no parece ni amigable ni conveniente ni creíble ni aceptable. La aritmética parlamentaria ha llevado al Ejecutivo de Pedro Sánchez a este enredo, es obvio, pero eso no impide que cada día parezca más complicado e inconveniente.

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