Análisis

joaquín aurioles

Efectos económicos de las migraciones

Los dos fenómenos demográficos con mayor trascendencia económica del momento son el envejecimiento de la población y las migraciones. El envejecimiento eleva la dependencia (relación entre la población joven y mayor de 65 años y la población activa), mientras que las migraciones tienden a reducirla, aunque con matices. La inmigración suele traducirse en aumentos de la población activa que reducen la dependencia, pero la emigración de jóvenes en zonas de baja densidad de población la eleva muy significativamente. Los movimientos migratorios, tienen, por tanto, indiscutibles repercusiones económicas que deben ser investigadas minuciosamente, dada su previsible evolución futura.

Andalucía registró en 2013 el primer saldo migratorio negativo desde su constitución como comunidad autónoma. Se marcharon 283.509 residentes y sólo llegaron 266.759, que son cifras discordantes con lo acontecido durante la burbuja inmobiliaria. La de inmigrantes había alcanzado su nivel mínimo, pero la de emigrantes continuó aumentando en los dos años siguientes y se ha mantenido con altibajos, pero por encima del nivel de 2013, hasta la actualidad. En 2017 el saldo volvió a ser positivo y creció intensamente en los dos años posteriores, pero el interés por sus implicaciones económicas y la preocupación por la marcha de jóvenes bien formados, que no encontraban en la comunidad satisfacción a sus expectativas laborales, ya se había despertado.

Las migraciones tienen un marcado perfil territorial que, en el caso de España, favorece la acumulación de población en la comunidad de Madrid y provincias limítrofes, en los archipiélagos y en el litoral mediterráneo, mientras que el despoblamiento tiende a concentrarse en las provincias peninsulares del interior alejadas de la capital. En el caso de Andalucía la dinámica migratoria resulta especialmente elevada en las provincias orientales: Almería, donde la ratio entre población emigrante e inmigrante sobre la residente en 2019 es 5 y 6,1%, respectivamente, Granada (4,7 y 5,5%) y Málaga (4,3 y 5,8%).

En un reciente trabajo del R.I. Elcano (González-Leonardo, 2020) con datos censales de jóvenes entre 25 y 35 años se matizan los patrones territoriales de las migraciones con datos de nivel educativo. Los desplazamientos de jóvenes con baja cualificación no provocan desequilibrios territoriales significativos, salvo en las cercanías a Madrid, pero los de jóvenes con formación universitaria provocan diferencias muy relevantes. Incluso los extranjeros con bajo nivel de estudios tienden a repartirse con cierta regularidad por el territorio, pero los universitarios insisten en concentrarse en las provincias donde aumenta la densidad de población. La consecuencia es la acumulación de capital humano en unos territorios, frente a la descapitalización de otros, que son los mismos que han de luchar contra la despoblación.

En el caso de Andalucía, Almería y Málaga presentan los índices más elevados de atracción de inmigrantes, tanto cualificados como no cualificados, mientras que la predisposición a emigrar es particularmente elevada entre los universitarios de Jaén, Granada, Córdoba y Cádiz.

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