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Arabia SAUDÍ podría arrebatar a España la sede de la Organización Mundial del Turismo (OMT). Riad ha iniciado una campaña diplomática para recoger apoyos internacionales en ante una decisión que debería ser adoptada por dos tercios de los 159 gobiernos que conforman la Asamblea General del organismo de la ONU, en su próxima reunión de Marrakech.
No es la primera vez en que otros países han pretendido llevarse una base tan relevante para la gestión del turismo mundial, tratando de incrementar su influencia en una industria esencial de futuro. Quien más ha insistido en denunciar la situación ha sido Germán Porras, ex director de Turespaña y miembro de la Mesa del Turismo de España, experto de prestigio internacional.
La actual sede de la OMT está radicada en Madrid desde sus inicios en la década de los setenta y tiene 152 empleados, según se informa en la web del organismo. Cuestiones pendientes desde hace largo tiempo, como el traslado de las oficinas de la OMT desde la calle Capitán Haya al antiguo Palacio de Congresos en el Paseo de la Castellana, pueden interpretarse como un malestar, pero en ningún caso justificarían la pérdida del único organismo de Naciones Unidas con sede en España. En 2019, el Gobierno acordó apoyar ese cambio de local y hace unos días aseguró que los trabajos de rehabilitación del edificio están en la fase final. El nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, se reunió el 30 de julio con el secretario general de la OMT, el georgiano Zurab Pololikashvili y le transmitió los avances en el proyecto. El propio Alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida aludió a la cuestión en su reciente intervención en el pleno de la Mesa del Turismo de España, manifestando su claro compromiso y el de Ifema para ayudar a que la organización internacional permanezca en Madrid.
Quizás tarde, pero desde hace un tiempo, el Gobierno del Estado, a través de los ministerios de Exteriores y el de Industria, Comercio y Turismo, y ahora de la propia Moncloa vienen trabajando con intensidad en el ámbito diplomático para desmentir lo que es un clamor entre los profesionales turísticos desde hace algunos años. No obstante, cabe interpretar la posición de Arabia Saudí en el concierto internacional y la debilidad de España como factores que podrían resultar determinantes en una guerra de intereses encontrados.
En todo caso, ni Arabia Saudí informa formalmente sobre sus intenciones, ni los funcionarios de la OMT toman partido definitivo sobre el asunto, aunque estos últimos manifiestan sentirse contentos en España, dicen, con razón, que se deben "a lo que decidan los países miembros". La operación, de llevarse a cabo, requeriría complicidades internas desde la ONU y la OMT, supondría un resolución contra los intereses de España y a Europa y localizaría decisiones globales en una región con mucho poder económico pero con demasiada inestabilidad para asegurar la transparencia y la seguridad que el turismo demanda.
España y Europa han de actuar con firmeza, el dinero parecen tenerlo otros y con ellos han ganado hasta un mundial de futbol que apenas practican.
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