Inestabilidades: nubarrones, sequía y el general invierno

La noticia del verano ha sido, paradójicamente, el calor || Pedro Sánchez encara el curso político volcado en la calle y con las municipales como telón de fondo || Feijoo, a consolidar la idea de que será el próximo presidente || Llega el otoño de los indultos, esa patata caliente

Imagen reciente del embalse de Guadalcacín, en la provincia de Cádiz, muy afectado por la falta de precipitaciones.

Imagen reciente del embalse de Guadalcacín, en la provincia de Cádiz, muy afectado por la falta de precipitaciones. / Miguel Ángel González

El verano 2022 no ha venido con serpiente adosada. No ha hecho falta: la noticia ha sido el calor. Parece paradójico, pero no lo es. Este calor de este largo verano -la serie de datos extremos comenzó en junio- no ha sido el calor normal de un verano, por más que precisamente en Andalucía convivamos desde el principio de los tiempos con las elevadas temperaturas. Este es un calor distinto, apocalíptico. Le adeudamos el impagable servicio de trasladar a nuestras vidas esas advertencias que los científicos llevan años haciendo y que algunos creen que son conjeturas de climatólogos aburridos. Si no hemos aprendido algo, si no nos hemos asustado aunque sea leventemente al intuir el infierno por venir si no invertimos la tendencia de emisión de gases invernadero y nos ponemos con las demás tareas imperativas; o al menos, si no nos hemos asustado al recibir la factura que nos deja el uso imprescindible del aire acondicionado, igual es que no hemos comprendido nada.

42 días de olas de calor

Entre julio y agosto España ha estado 42 días sometido a olas de calor, según datos oficiales de la Agencia Estatal de Meteorología. Es la peor serie conocida, muy por encima de la de 2015, cuando el calor extremo nos afectó 29 días. Pero es que la primera fue el 12 de junio, duró una semana y afectó a 39 provincias. La segunda se prolongó durante 18 días, entre el 9 y el 26 de julio. Y la tercera, la primera quincena de agosto, duró dos semanas. Los números son terribles. Los expertos advierten de que estas olas irán aumentando por el calentamiento. Ítem más: en Reino Unido por primera vez la temperatura ha alcanzado los 40 grados, un valle del Guadalquivir en Picadilly circus.

Los incendios van a más, cuesta más extinguirlos y arrasan más superficie. La consecuencia directa e inmediata de todo esto es que estamos ante la que puede ser la peor sequía en 500 años. Echar un vistazo al gráfico de los embalses es desolador: por debajo del 37% de reservas en el total peninsular, con zonas de Andalucía que frisan el 22%. Este no es el calor de siempre ni son las consecuencias de siempre y quienes lo sufren son unos quejicas sin memoria. Esos son argumentos de cuñados irresponsables. Nunca esperábamos que el calor -este tipo de calor- fuera la noticia del verano. Pero es que igual es la noticia de nuestras vidas.

Otros nubarrones de septiembre

Septiembre llega con nubarrones negros. Las cosas de comer han sustituido rápidamente a la pandemia en la lista de preocupaciones compartidas. El primer hito es el posible empeoramiento del cuadro económico y la incierta duración de un nuevo

periodo de vacas flacas. La inestabilidad política española es el segundo asunto. Aunque se trate, en realidad, de una inestabilidad estable: el gobierno de Pedro Sánchez sigue sacando adelante leyes -la última ha sido la ley del Solo sí es sí- con la mayoría parlamentaria con la que inició la legislatura. Avanza, aunque las más de las veces se parezca a Shackleton atravesando la Antártida de punta a punta y en chanclas. Un tercer nubarrón negro negrísimo se ha ido formando en el ámbito judicial. Con Un CGPJ que cumple cuatro años caducado, espejo de una institucionalidad política alicortab, y un TC que se va a renovar tras una microcirugía legislativa de urgencia. Llega el otoño de los indultos a los políticos condenados por los ERE en Andalucía.

De aquella Ucrania estos lodos…

Los expertos solo se ponen de acuerdo en la incertidumbre, aunque no hay un solo augurio que reconforte. La marcha de la economía será el factor de incidencia clave en la política nacional. La ecuación parece imposible de resolver con éxito: guerra en Europa, crisis energética, enfriamiento general de la economía, inflación desbocada, subida de tipos de interés, contracción de la demanda, rotura de las cadenas de producción y distribución de materias primas, la industria alemana en problemas por el gas ruso, y la UE corrigiendo a la baja las previsiones de crecimiento. EEUU ya entró técnicamente en recesión en julio al encadenar dos trimestres con crecimiento negativo del PIB (0,4 y 0,2). Aparentemente en España las señales de crisis son menores -la inflación se ha moderado levemente en agosto: cuatro décimas- aunque todo indica que el éxito de la temporada turística tiene dopada a la economía y es un espejismo. Especial atención a la creación de empleo en España y variables clave como la negociación entre sindicatos y patronal para adecuar los salarios a la inflación. Un asunto en el que la ministra de Trabajo Yolanda Díaz ha entrado alentando una huelga si es necesario, algo que no se espera de un ministro de un país serio. Para empezar el curso, el presidente Sánchez ha marcado territorio anunciando una rebaja del IVA del gas del 21% al 5%, una propuesta que ya había hecho el PP. La factura de la calefacción sustituye a la del aire acondicionado.

De las municipales a las generales

Este curso político que comienza formalmente esta semana es la recta final hacia las elecciones generales de finales de 2023 con meta volante en las municipales de mayo, que pueden provocar otra crisis de gobierno para colocar a algunos ministros de candidatos a alcaldes. Los partidos están en modo electoral, aunque con prioridades y ritmos diferentes.

El Gobierno afronta algunas tareas clave: la aprobación de sus terceros presupuestos, la recuperación de la calle -más que perdida, apenas encontrada- y en invertir las proyecciones adversas de las encuestas. Quien gane las municipales, sobre todo si es un triunfo contundente, habrá puesto el pie más cerca de la meta de gobernar España a partir de 2024. El PP lo ha apostado todo a consolidar la idea del cambio y de que Feijoo será el próximo presidente. Pero más allá de esta estrategia tiene también sus tareas pendientes.

El curso comienza con un aperitivo estupendo: el cara a cara Sánchez-Feijoo el martes en el Senado. El Gobierno ha reaccionado con inteligencia al envite del PP. Sánchez se presta a un debate sobre el plan de ahorro energético. Demuestra así no temer el debate con el líder de la oposición y tiene una oportunidad para salir airoso dado que Feijoo ha tenido varios tropiezos en el conocimiento y manejo de los datos y no parece controlar aún los mandos de la política nacional. El líder gallego cubre así su gran déficit al no estar presente en el Congreso, lo que le hurta el chequeo contante con el presidente. Pero en realidad es Feijoo quien arriesga menos, aunque el PP haya colocado ya el primer saco terrero criticando que no se trate de un debate de política general. La economía -y especialmente la crisis energética con sus derivadas- no es otra cosa que política general. Vamos, que Feijoo podrá hablar de lo que quiera durante 15 minutos y cinco de réplica.

Pedro Sánchez: a la búsqueda del aprecio

Ha sido desde el principio Sánchez un presidente frío. Con más éxitos políticos en sus pactos, leyes y conformación del gobierno que en el aprecio popular. Y con más prestigio fuera que en casa. Diríase que no es un presidente que caiga bien. No hay que ser incautos: desde que venció a Susana Díaz en primarias y constituyó el gobierno con UP y demás apoyos heterogéneos (independentistas y abertzales) tenía muchas papeletas para ser sistemáticamente laminado. Está siendo un presidente alejado de la calle pese a haber legislado para la calle. Frialdad y lejanía. Curioso en un político de izquierdas que ha volcado su producción gubernamental en paliar los efectos de la crisis -pandemia y crisis energética- en las familias más vulnerables. Pero le falta calor. No permea, por lo que la estrategia del PSOE es volcarse en la calle. Suele ser más eficaz tener una estrategia sostenida durante todo el mandato que actuar ahora compulsivamente, pero en cualquier caso no tienen otra. El reto presupuestario es decisivo. Parece posible que saque adelante su tercer presupuesto. Con UP ya ha pactado el techo de gasto y con ERC las cosas han vuelto a fluir desde la apertura de la mesa de dialogo de Cataluña en julio.

Los presupuestos son clave para embocar lo que queda de legislatura: volverán a ser muy expansivos en dinero público con programas y acciones de sesgo progresista para combatir y amortiguar una vez más los efectos de la crisis. Con UP las cosas están alineadas, especialmente desde la decisión de cobrar impuestos extra a los bancos y las empresas de energía. Añadan que durante el otoño la coalición tendrá la argamasa ideológica de tres leyes cargadas de una mirada de izquierdas: la ley del aborto, la reforma de la ley mordaza y la ley de la memoria. Los socialistas no dan por perdido nada y van a utilizar los presupuestos y su capacidad de marcar la agenda. Y deberán esforzarse especialmente en la ejecución de los fondos Next generation, clave de bóveda de lo que queda de mandato.

Los 14 meses que restan hasta las generales es un camino que puede hacerse muy largo a la oposición, sobre todo si los sabios monclovitas abandonan el trazo grueso y se abonan a la finezza cuando quieren deteriorar la figura de Feijoo. Pasan del cero a infinito. De no responder a nada a salir de diez en diez. Los argumentarios, el discurso de madera y los ministros atacando en tropel ya no sirve ni tiene crédito. Este tiempo requiere pausa, microcirugía, segmentar las críticas, elegir la coyuntura adecuada y mucha inteligencia.

Feijoo: descontando la victoria en 2024

El líder del PP tiene a favor las encuestas y en contra la dinámica que él mismo ha impulsado. Los sondeos demuestran el deterioro de Sánchez tras la gestión de una pandemia y una crisis económica de envergadura, factores que se suman al rechazo de sus alianzas. En contraposición y sin más alternativas, Feijoo se eleva a la posición de favorito. Pero para ganar unas elecciones hace falta uno en disposición de perderlas y otro en disposición de ganarlas. Ninguna de las dos condiciones están consumadas. Feijoo tiene que decidir si quiere ganar desde la moderación o desde la radicalidad. El discurso lo conocemos, pero la acción política lo contradice. Por mucho que se repita, un discurso no cala si los hechos no acompañan. El pacto autorizado con Vox es un precedente que legitima que muchos crean saber qué puede pasar si necesita los votos de Abascal. Y la moderación no se alcanza rechazando cada iniciativa del Ejecutivo ni utilizando a ETA para calentar a sus votantes. El PP yerra quedándose fuera de un plan de ahorro energético en una coyuntura crítica, aunque el Ejecutivo no ayude con el interés de presentar a un líder de la oposición radical. Pero ese es el juego y el PP debería saber zafarse de las añagazas y enmendar, mejorar y apropiarse de cuanta medida beneficie a los españoles. Si es presidente no lo será solo por beneficiarse del deterioro de Sánchez sino porque los españoles entiendan que tiene un proyecto alternativo, sólido, fiable y de interés general para España. Aún no lo hemos visto.

También tiene que vigilar su frente interno: le interesa más juanmismo y menos ayusismo si busca las coordenadas del centro. Y además, deberá evitar que el discurso diferenciado y radical de Ayuso, que solo responde a su propia agenda, provoque otro cortocircuito como el de Casado, aunque la impericia del equipo desalojado de Génova contribuyera notablemente a avivar el incendio. También tiene ruidillos que opacar en Navarra, La Rioja o Asturias, donde él ha contribuido al lío con la peregrina idea de rescatar a Álvarez Cascos, un político que terminó batallando contra el propio PP y que aún tiene un juicio pendiente por apropiación indebida de 300.000 euros del partido que fundó. Tiene faena Feijoo. Los ciclos políticos no cambian solos, hay que empujarlos un poquito.

El frente judicial

Cuatro años lleva caducado el CGPJ. Esta anomalía es un atropello al funcionamiento de las instituciones y a la Constitución. El PP debería tener una estrategia inteligente. Pero la única estrategia es que parezca que quiere desbloquearlo, pero sin desbloquearlo. Se juega mucho con los juicios pendientes. Mientras, tinta de calamar. Se alimenta el enredo hasta el infinito de forma que esto se convierta en un marasmo, en una madeja que no se puede desliar con el objetivo de que nadie sepa por dónde va la bola. Así, el PP bloquea la renovación del gobierno de los jueces. El Gobierno introduce una enmienda en la ley orgánica del poder judicial para que el CGPJ elija antes del 13 de septiembre a dos magistrados del TC. Uno será progresista y el otro conservador, a los que se sumarán los otros dos que designe el Gobierno y que serán progresistas, lo que dará un vuelco al Constitucional. Ahora Feijoo exige al gobierno que renuncie a los nombramientos del TC si quiere volver a dialogar sobre la renovación del CGPJ, como si no fuera condición indispensable institucional el diálogo y obligación constitucional el desbloqueo. Política española en versión camarote de los hermanos Marx.

Indultos, esa patata caliente

Será este otoño cuando presumiblemente el Gobierno se pronuncie sobre el indulto a Griñán. El precedente de haber indultado hace solo un año a los condenados separatistas coloca al Gobierno en un imposible. ¿Cuál sería el criterio para indultar a Junqueras, Romeva o Cuixart y no indultar a Griñán? Y quien lleva esperando meses es Pedro Pacheco, ex alcalde de Jerez, ya en libertad tras haber estado tres años y medio en la cárcel por haber contratado a dos asesores municipales que trabajaban para el partido en vez de personarse en su puesto de trabajo. No quiere el indulto para evitar la cárcel, que ya cumplió, sino para eliminar la inhabilitación para ejercer cargo público y para ser restituido normalmente ¿Cuál sería el criterio para indultar a Griñán y no a Pacheco?

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