Francisco Andrés Gallardo

Més Català

Visto y Oído

05 de diciembre 2021 - 01:58

Gabriel Rufián saltó angango cuando supo que a Netflix y otras plataformas estadounidenses lo de imponerles el 6% de catalán y otras lenguas españolas no les afecta directamente. Pero lo de la presencia del catalán para él y otros secesionistas es lo de lo menos. Lo que les interesa es tener armas arrojadizas, objetos de chantaje reiterado, argumentos para separar y quejarse de que España no está a la altura de sus miras. Para los independentistas catalanes lo del idioma es estratégico como espejo de afrentas. Para los nacionalistas vascos, que tienen tomado el mango de la sartén de los ingresos, lo de exigir cuotas idiomáticas no es acuciante.

Cansa escuchar tanto victimismo hacia el catalán cuando es un idioma que copa todos los edificios oficiales de por allá y está sustentado en centenares de emisoras de radio y decenas de canales de televisión, incluidas cinco cadenas públicas de matraca separatista y que cuestan 245 millones de euros al año, la tercera parte del presupuesto de la peña del Nou Camp. El catalán tiene toda la visibilildad y pervivencia del mundo. Financiado y protegido por arriba, por abajo y hasta por el centro opresor. A los directivos estadounidenses les sorprende que tengan que sufragar de su bolsillo obligaciones culturales que están blindadas de sobra por el lado político (público). Las plataformas españolas llevan años financiando su porción de obras en catalán, vasco o gallego. RTVE tiene una emisora sólo en catalán, Radio 4, y dedica ocho horas diarias de catalán en La 2 (y que no ve nadie). Sin embargo la producción que se hace para el público andaluz no llega ni a una hora por comparar con la comunidad más poblada. No es extraño que TVE deje de verse por aquí.

Ninguna de las cuatro lenguas cooficiales españolas corre peligro pese a la existencia del castellano (español), lengua de todos que señalan amenazante. Y estamos bordando la colcha del bable, el aragonés o el estremeñu. Si afeamos esos negocios de amaños e imposiciones en torno a los idiomas nos quieren hacer creer que somos intolerantes.

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