Para colocar la fecha originaria del inicio de la explotación cardíaca al por mayor en nuestras cadenas hay una noche concreta y evidente: el 13 de octubre de 1993, en La máquina de la verdad de Telecinco. La invitada del barbado Julián Lago era una desconocida modelo italiana, Antonia dell'Atte, que con aires de madonna despechada fue gimiendo y gritando las infidelidades y abandono de su marido, también desconocido aún, Alessandro Lecquio. "Tengo papeles" se jactaba con un puñetazo la airada mamma atada al polígrafo. Lago, que venía de llenar revistas sensacionalistas, destapó el yacimiento de las cuitas de los famosos en directo y todo lo que podía arrastrar. Es la primera versión de Sálvame, el programa que los amigos de la Academia que han elevado de "revolucionario".

El motor de aquella bronca en el plató, algo que era aún excepcional en la España del 93, eran las acusaciones de arpía hacia Ana Obregón, nuestra Anita: la mujer que por entonces era una portada andante y que durante años (y no lo entendemos) fue considerada la española más deseada por los hombres. Epítetos demoscópicos de revistas rancias. Con la parodia navideña de Los Morancos toda esta tragicomedia hispano-italiana se terminó de instalar en las calles. Los cuñados bromeaban con ese "tengo papeles" meses antes de que lo sustituyeran por "finstro pecadorl" y "cobarde".

Antonia se quedó en este país con su aura de víctima cornúpeta e hizo negocio de sus suspiros y pesares profundos y hasta se permitió una revancha selecta cuando relevó a la propia Ana en la presentación del Qué apostamos con el esaborío de Ramontxu. Al cabo de tantos años de polígrafos y niños abandonados Ana Obregón y Antonia dell'Atte se reencontraron en Masterchef Celebrity, como venganza de sopa fría de Jordi Cruz. Boris batía palmas y el rótulo del abrazo lo definía: "momento histórico". Ambas son más bien sombras de lo que fueron en los 90. Casi como La 1, convertida por la dirección de TVE en un bazar vintage.