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Entre las postrimerías del glam y los albores del disco, a poco de que estallara el punk, el glitter hizo más por la heterodoxia en el vestir masculino que cualquier otro fenómeno musical asociado a la moda del que hubiera noticia hasta entonces. En la Nochevieja de 1975 el Gran Especial Feliz Año Nuevo de Radiotelevisión Española anunciaba la "participación extraordinaria de 46 estrellas de la canción, el baile y el humor", pero solo una se presentó a actuar vestida con un mono de lamé dorado ultraceñido. La pata de elefante, la manga abullonada, el cuello desbocado, la entrepierna reventona. Podría haber desfilado por Hollywood Boulevard con la etiqueta de Gucci, pero Georgie Dann prefirió cantar entre Manolo Escobar y Camilo Sesto.

Un tipo embutido en un femenino lamé dorado en una época en la que los chistes de mariquitas eran el pan nuestro de cada show de variedades en la única cadena de la televisión española. Y, sin embargo, a pesar del estilismo -y otros semejantes- nadie cuestionó jamás su virilidad. Mami, qué será lo que tenía Georgie Dann.

En una escena dominada por baladistas y cantantes melódicos de traje y corbata (Jaime Morey, Juan Bau, Nino Bravo, Julio Iglesias), aquellos extravagantes monos abiertos casi hasta el ombligo le otorgaban un diferenciador aspecto de intérprete moderno que se ocupaba de adaptar al español los jitazos que bailaba media Europa.

Para que conste: incluso con la androginia y la ambigüedad como provocación, ni el glam primero ni el glitter después pretendían dinamitar la masculinidad. Las blusas de satén anudadas a la cintura, los tops de punto ombligueros, los monos y mallas de lúrex, hasta las plataformas con tacones, eran cosa de hombres, heterosexuales. Había homosexualidad, bisexualidad, transexualidad y dragqueenismo, como lo ha habido siempre, pero en España Junior (el marido de Rocío Dúrcal) y fuera de nuestras fronteras Mick Jagger nos mostraron que las lentejuelas también son cosa de hombres.

Que no les quepa duda: las elecciones indumentarias de Georgie Dann eran tan conscientes como las musicales. Ya dijo en vida que sus letras no eran baladí, sino muy pensadas. Y afectaban por igual al cuerpo de baile que siempre lo acompañaba en sus espectáculos, susceptibles de multazo en tiempos franquistas. Si no se ha reparado en ellos es porque la mayoría de sus grandes éxitos, los que más se recuerdan por estilo verbenero, llegaron en cascada a partir de finales de los 80, cuando ya había adoptado el traje de chaqueta negro, la camisa blanca y la corbata de colorinchis (algo de alegría había que darle al atuendo).

Qué país este en que uno tiene que morirse para que le llamen pionero.

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